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Honduras: Un narco Estado que se hunde en presencia de tropas extranjeras

Tomas Andino, de Honduras
Divulgação

Juan Orlando Hernández (JOH)

Si hay un consenso en la gran mayoría de la población de Honduras, es que Juan Orlando Hernández (JOH), el “presidente” que en los últimos 9 años se ha impuesto mediante escandalosos fraudes electorales y sobre los cadáveres de más de 40 opositores, debe salir del poder. 

JOH fue cuatro (4) años Presidente del Congreso Nacional y seis (6) Presidente de la Republica, hasta la fecha, periodo en el que domestico la Corte Suprema de Justicia y las bancadas de oposición en el Congreso Nacional. Fue reelecto inconstitucionalmente en dos ocasiones, lo que lo ha convertido en el hombre más poderoso desde el Golpe de Estado militar de 2009 y, en los hechos, cuenta con el auspicio de Estados Unidos. Hay que recordar que los norteamericanos tienen en Honduras no menos de cuatro bases militares, debido a su estratégica ubicación geográfica. 

Bajo su mandato, Honduras se ha convertido en uno de los países mas violentos, corruptos y empobrecidos del continente americano, tan así que decenas de miles lo abandonan anualmente en multitudinarias “caravanas de migrantes”, huyendo de la miseria, violencia y abusos de sus autoridades.

Pero tanto abuso terminaría por pasarle factura. En2017, JOH hizo su mas reciente fraude electoral y enfrento la mayor insurrección popular de las últimas décadas. Desde entonces, el poderío del dictador ha venido menguando y lo único que lo sostiene en el poder es el incondicional apoyo de las Fuerzas Armadas y el apoyo del gobierno de Donald Trump. 

La buena noticia es que 2019 fue un mal año para esta dictadura. Comenzó con terribles escándalos de corrupción que comprometieron a la clase política cercana al gobernante; pero lo que lo volvió especial fue que en octubre de 2019 se realizó el juicio de la Corte del Distrito Sur de New York contra el hermano de JOH, un mafioso narcotraficante que hizo una fortuna con la complicidad del gobierno de su hermano. Actualmente, el gobierno de Trump utiliza este juicio para mantener chantajeado al narco gobierno hondureño a fin de que obedezca ciegamente sus directrices en política internacional y en política económica. 

Para proteger al dictador, el Congreso Nacional aprobó reformas al Código Penal y a la Ley del Tribunal Superior de Cuentas que blindan a los diputados y a funcionarios corruptos frente a posibles acusaciones. Por otro lado, JOH acordó con el nefasto Luis Almagro, Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), terminar el convenio que había suscrito el gobierno con ese organismo regional que dio lugar a la Misión de Apoyo contra la Corrupción y la Impunidad (MACCIH), una entidad de la OEA para investigar vínculos de funcionarios públicos con el crimen organizado. Y como cereza sobre el pastel, los sicarios al servicio de JOH desataron una ola de masacres en centros penitenciarios para “borrar evidencias”, eliminando en el periodo de un mes a48 informantes claves, testigos o victimas que pudieran incriminar al gobernante y su pandilla.

Sin embargo, todo lo anterior ha tenido el efecto de debilitar profundamente la figura “presidencial” y, para evitar el vacío de poder, la cúpula militar ha dado un paso al frente para ponerse como la última salvaguarda del Estado capitalista neoliberal y de la narco-dictadura. Eso explica por qué en los últimos meses de 2019 el régimen beneficio a la casta militar con privilegios y prerrogativas obscenas: no solo le ha incrementado exponencialmente su presupuesto, aumentado sus salarios, le ha entregado la administración de los bosques y de las inversiones del Estado en la agricultura, sino que ha aprobado reformas al Código Penal para eximir de responsabilidad a los militares cuando sus efectivos cometan crímenes de lesa humanidad. Esto hace que los militares hayan concentrado un enorme poder. 

Sin embargo, para ocultar esta deriva autoritaria, el régimen inventa distractivos políticos, como los frecuentes “Diálogos Nacionales” y los arreglados procesos electorales en los que la oposición no tiene posibilidades de triunfar por el elevado nivel de manipulación de los resultados. 

Por supuesto, nada de lo anterior sería posible sin el apoyo político del gobierno de los Estados Unidos a la narco-dictadura; un apoyo que va más allá de las alabanzas que le dedica por su “gran colaboración en el combate al narcotráfico”, sino que ha pasado al plano militar; desde el año pasado el gobierno de Trump ha instalado en Honduras tropas de la Fuerza Armada de Estados Unidos y también se han instalado tropas del Estado sionista de Israel.

Así esta Honduras, gobernada por una mafia narcotraficante y corrupta, invadida por militares norteamericanas eisraelíes en su territorio, el país más pobre del continente americano de acuerdo a la CEPAL, requiere de la más amplia solidaridad de los demás pueblos del mundo, para poder sacudirse semejante dictadura.

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