10 agosto, 2017
Este texto expresa la síntesis de la elaboración política del MAIS a lo largo del último año, y presenta las tareas políticas principales definidas en nuestro 1º Congreso, realizado a finales de julio. Esperamos con esta publicación, enriquecer el debate sobre la apreciación de la situación política nacional, tanto como sobre los desafíos de la izquierda socialista en la presente coyuntura.
Resolución política aprobada en el I Congreso Nacional del MAIS
1.- A lo largo de 2015 y 2016 ocurrió un cambio en la correlación social y política de fuerzas entre las clases sociales en el Brasil. Esta alteración regresiva no fue continuidad de junio de 2013, sino su contrario. El golpe parlamentario que derribó al gobierno de colaboración de clases del PT fue el momento clave de esta inflexión política. Sobrevino la consolidación de una situación política defensiva, esto es, de una correlación de fuerzas caracterizada por la ofensiva política, social e ideológica de la burguesía sobre la clase trabajadora y el pueblo pobre. Esta ofensiva se apoyó principalmente en la movilización delas clases medias que giraron a la derecha. Por otro lado, el triunfo del golpe parlamentario no puede ser comprendido sin la acción jurídico-policial llevada a cabo por la Lava Jato.
La situación política defensiva se desarrolló en un contexto de fuerte inestabilidad política y acentuada crisis económica y social. La llegada de Michel Temer al Palacio del Planalto no cerró el escenario de turbulencia. La enorme pérdida de prestigio del Poder Ejecutivo (Presidencia) y del Legislativo (Congreso) tuvo como contrapartida el fortalecimiento del Poder Judicial, en particular del STF y de los agentes dirigentes de la Lava Jato (MPF, PF, Sérgio Moro, etc.). Así, los seguidos y agudos choques institucionales y políticos se revelaron como una crisis del sistema político-partidario brasileño.
2.- El gobierno de Temer fue el resultado directo del golpe parlamentario. Su viabilidad dependió siempre de la capacidad de imponer la agenda económica de la clase dominante, en particular del capital financiero. Sostenido por la alianza entre el PMDB, PSDB, DEM (y otros partidos de la derecha), Temer logró aplicar el programa económico capitaneado por Henrique Meirelles. El control de la inflación, por ejemplo, otorgó credibilidad al mercado y sentó las bases para la secuencia de la política económica. La aprobación de la PEC del Techo, al final del año, fue garantizada por una amplia base parlamentaria.
A su vez, las elecciones municipales de 2016 representaron un importante triunfo del bloque político que sustentó el golpe parlamentario. Los partidos de la derecha vencieron en la mayoría de las capitales y también en las ciudades más importantes. El PT sufrió una derrota política y electoral abarcante: perdió parte considerable de sus votos, prefecturas y concejales.
3.- El Gobierno de Temer entró en una segunda fase en 2017. Al contrario del período anterior, la dinámica fue de debilitamiento. En primer lugar, el avance de la lucha de los trabajadores, expresado en las movilizaciones del 8 y 15 de marzo, en la marcha a Brasilia del 24 de mayo, y sobre todo en la huelga general del 28 de abril, debilitó al gobierno y expresó el enorme rechazo popular a las reformas. Esto causó los primeros reveses en la base parlamentaria oficialista, que pasó a encontrar dificultades para la aprobación de la reforma del sistema jubilatorio.
Junto con el avance de la resistencia de los trabajadores, los audios de Joesley Batista y la delación de la JBS colocaron al gobierno en crisis. La nueva ofensiva judicial, comandada por Rodrigo Janot (MPF) y el ministro Fachin (STF), dejó a Temer en crisis. Este fue un nuevo capítulo del enfrentamiento entre fracciones de la clase dominante. El escándalo debilitó al gobierno: llevó a deserciones en la base aliada, paralizó el avance de la reforma del sistema jubilatorio y disminuyó el apoyo de los grandes empresarios al gobierno.
Sin embargo, Temer viene consiguiendo manejar la crisis se asegura al frente del gobierno. La aprobación de la reforma laboral en el Senado, la victoria del gobierno en la Cámara de Diputados con el rechazo de la denuncia de Janot y el reflujo de las manifestaciones callejeras, señalan una inflexión negativa en la coyuntura.
4.- Desde el punto de vista económico, se observa un cuadro de estancamiento tras acentuada recesión. Es decir, la crisis no fue superada, aunque la economía haya dejado de caer.
Después de la toma de posesión de Temer, Henrique Meirelles pasó a comandar el brutal ajuste fiscal y la agenda de las contrarreformas sociales. Así, la drástica reducción de los gastos públicos, iniciada por Dilma y Levy, fue profundizada y extendida. Las inversiones públicas y privadas se derrumbaron, y el déficit público, en lugar de bajar, subió aceleradamente con la recesión a todo vapor. Acompañando la depresión de las inversiones y de la producción (la industria se contrajo severamente), el consumo de las familias cayó, llevando al inevitable caudal del comercio. El resultado fue abrumador: 2016 cerró con fuerte recesión (-3.6%). En el primer semestre de 2017, la economía dio algunas señales de mejora y presenta una dinámica de ligera recuperación. La previsión oficial es de crecimiento casi cero (0,4%) en 2017.
La política económica de la clase dominante tiene como objetivo la imposición de un nuevo patrón de explotación de la fuerza de trabajo en Brasil, así como la reducción significativa de los gastos sociales para el pago de la deuda pública a la especulación financiera. Para ello, es fundamental la reducción sostenida del salario medio, el ajuste fiscal y el cercenamiento de derechos históricos, tanto por la vía del desempleo masivo como por medio de las Reformas de la Previsión Social y Laboral. El objetivo es radical y profundo: la burguesía quiere un nuevo “contrato social”, destruyendo las garantías sociales establecidas por la Constitución de 1988.
5.- Analicemos más detenidamente los movimientos de la clase dominante. Cabe destacar que con el fin del ciclo económico de crecimiento y la crisis política del gobierno de Frente Popular, la burguesía, después de muchas vacilaciones, rompió el pacto de colaboración con el PT y apoyó el golpe parlamentario. Este fue su movimiento político más importante. La clase dominante apostó a un nuevo gobierno para imponer una agenda económica e intentar eludir la grave crisis política. Muy frágil y con enorme desgaste popular tras el fraude electoral de 2014, el gobierno del PT se quedó sin fuerzas, incluso con el nombramiento de Joaquim Levy, para aplicar el programa requerido por la burguesía. No fue el PT que rompió con la clase dominante: ocurrió justamente lo contrario.
Por otro lado, los últimos años testimoniaron un acentuado proceso de desequilibrio político-institucional en Brasil. La aparición de la Lava Jato reveló un cuadro de aguda disputa entre fracciones de la clase dominante. Estos choques se dan sobre todo en el ámbito político-institucional, ya que hay un relativo consenso en los medios burgueses en lo que concierne a la política económica, como bien demostró la aprobación de la Reforma Laboral en el Senado. Esta crisis se manifiesta, por tanto, como una crisis del sistema político-partidario. No hay en Brasil, como piensan algunos sectores de la ultraizquierda, una crisis del régimen democrático burgués como mecanismo de funcionamiento del Estado. Lo que existe es una crisis de la forma concreta que asumió ese régimen después del fin de la dictadura: el presidencialismo de coalición.
En ese sentido, un sector de la clase dominante, que apoya a Lava Jato, quiere la reformulación del sistema político-partidario. Esta fracción tiene como objetivo imponer una radical reforma política. Una reforma que garantice un régimen democrático burgués más controlado y eficiente, así como una representación política burguesa menos atrasada y disfuncional. En este sentido, es fundamental definir un nuevo sistema electoral que elimine al máximo los extremos políticos, por medio de la cláusula de barrera, del fin de la proporcionalidad, de la elección por distrito, etc. Por otro lado, se pretende realizar una drástica reducción en el número de partidos. Se busca también un nuevo modelo de gobernabilidad, que no esté basado en el actual intercambio de apoyo político por cargos y fondos que garantiza la sustentación del Ejecutivo en el Congreso.
La fracción que apoya la Lava Jato quiere un nuevo equilibrio entre los poderes, en el cual el Poder Judicial tiene más relevancia. La judicialización de la política es un síntoma de ese proceso. También pretende establecer un nuevo patrón de relación entre el poder público y el sector privado en lo que se refiere a las reglas de financiamiento electoral, licitación de obras públicas, etc. El objetivo no es restringir el control del poder económico sobre la política y el Estado, al contrario, la intención es reglamentar y modernizar esta relación, para garantizar un control más estable y eficiente por parte del gran capital.
Para comprender este proceso, hay que tener en cuenta el enorme atraso del sistema político-partidario brasileño. El PMDB y las innumerables siglas de alquiler -con sus caciques y camarillas- encarnan todo el arcaísmo del sistema partidario y de la representación política burguesa. Es importante observar que una parte expresiva de los medios de comunicación (con destaque para la Globo) compone esta fracción burguesa que le da soporte a la Lava Jato.
Por otro lado, hay una fracción que quiere mantener los pilares del actual sistema político-partidario. Este sector acepta algunas reformas, pero quiere preservar la estructura básica para salvar su propia piel. La cúpula de los principales partidos burgueses son los mayores interesados en mantener el estatus quo (cabe resaltar que hay una unidad entre los partidos de la derecha y el PT y el PCdoB en el choque contra la fracción de la Lava Jato). En este choque interburgués no hay un sector progresivo, o el lado “menos peor”, que deba ser defendido por los revolucionarios.
Seguimos con nuestra caracterización sobre la Lava Jato. Se trata de una operación judicial-policial de carácter reaccionario que tiene implicancias en múltiples dimensiones: (A) política: su acción fue cualitativa para el éxito del golpe parlamentario; (B) institucional: actúa contra el actual sistema político partidista para su reformulación; (C) económica: actúa en el sentido de favorecer el capital extranjero, las privatizaciones, etc.; (D) derechos democráticos: establece mecanismos jurídicos legales que dañan las libertades democráticas (teoría del dominio de hecho, conducción coercitiva, delación como prueba, prisión preventiva abusiva, etc.).
6.- Observemos en este punto la dinámica de la clase obrera y de los sectores oprimidos. A lo largo del proceso que desembocó en el golpe parlamentario, entre los trabajadores prevaleció la parálisis. Se hizo sentir, en ese momento crítico, tanto la falta de una alternativa política a la izquierda con peso de masas, como el retroceso en la conciencia y en la organización independiente de los trabajadores. El fraude electoral de Dilma (PT), que abandonó las promesas de campaña e inició el tenebroso plan de ajuste, disolvió la mayor parte del apoyo popular al gobierno. Así, cuando vino el golpe, las masas no estaban interesadas en defender a Dilma.
Es necesario constatar, también, que creció la influencia de la extrema derecha en franjas de la clase trabajadora en los últimos años. Aunque minoritario, no es despreciable, por ejemplo, el peso político que adquirió Jair Bolsonaro en un sector de los trabajadores. Bolsonaro obtuvo el 16% de las intenciones de voto para presidente en la última encuesta Data Folha, solo quedando atrás de Lula. Otro síntoma regresivo es la presencia creciente de las iglesias en las periferias y en los barrios pobres. Recordemos que la Iglesia Universal, que controla un partido político (PRB), eligió al alcalde de Río de Janeiro (Crivella). Además, la expansión y el fortalecimiento de la extrema derecha también se manifiesta en el terreno político-ideológico. La audiencia y el apoyo recabado por el proyecto de ley “Escuela sin Partido” es una expresión de ese fenómeno reaccionario.
Por otro lado, es necesario destacar las importantes luchas del sector oprimido y de la juventud. Las mujeres protagonizaron expresivas manifestaciones y varias veces fijaron la agenda del debate público en temas importantes como violencia sexual, el Fuera Cunha, etc. La lucha del movimiento negro también ganó más visibilidad con la campaña contra el genocidio de la juventud pobre y negra, en el embate por las cuotas en las universidades públicas, etc. La juventud, por su parte, trabó la primera gran batalla (aunque fue derrotada) contra el ajuste de Temer en la ola de ocupaciones de 2016. Y fue también el principal sector en las movilizaciones contra el golpe parlamentario.
Si los años de 2015 y 2016 estuvieron marcados por el reflujo y la fragmentación de las luchas de los trabajadores, en 2017, se verifica un importante cambio de coyuntura. Entra en escena el movimiento de masas contra las reformas. El gobierno perdió el debate en la sociedad: la amplia mayoría de la población se posicionó contra las reformas de la Previsión social y laboral. Al ver sus derechos fundamentales amenazados, el proletariado se colocó en movimiento de resistencia y para ello, fue decisivo el hecho de que las principales direcciones sindicales y políticas de los trabajadores hayan convocado días nacionales de lucha y la huelga general del 28 de abril. Esta huelga general fue una de las mayores de la historia del país: involucró a millones de trabajadores, paralizó buena parte de las capitales y grandes ciudades, y contó con el apoyo de la mayoría de la población. La clase trabajadora demostró disposición de resistencia y, con su lucha, debilitó al gobierno y consiguió suspender, por ahora, el progreso de la Reforma de la Previdencia.
Pero cuando las direcciones mayoritarias retrocedieron, algunas traicionando (Força Sindical, UGT), y otras simplemente reculando ante la huelga general marcada para el 30 de junio, la resistencia de masas, perdió fuerza. En otras palabras, aunque haya aumentado la disposición de lucha de los trabajadores, no hay una situación ofensiva en que los trabajadores estén pasando por encima de los aparatos burocráticos. No podemos descartar la posibilidad de que, en el próximo semestre, se retome la lucha de masas contra la reforma del sistema jubilatorio y otros ataques.
7.- Analicemos ahora los movimientos de las capas medias. Durante el proceso que culminó con el impeachment de Dilma, la clase media tuvo un papel cualitativo. Sin la movilización de masas de este sector, no se puede comprender la caída del gobierno del PT. Es importante resaltar la influencia político-ideológica de los grandes medios de comunicación sobre los “amarillos” que fueron a las calles por el impeachment y en apoyo a la Lava Jato.
Con la asunción de Temer, prevaleció en un primer momento el apoyo pasivo de la clase media al nuevo gobierno. Alimentado por un antipetismo furioso, este sector social aceptó la alianza entre el PMDB y el PSDB en el gobierno. Sin embargo, con el anuncio de las Reforma de la seguridad social, ocurrió una primera división importante en la clase media. Un segmento menos privilegiado quedó en contra del proyecto para la jubilación, mientras que los estratos superiores apoyaron la reforma.
Sin embargo, el factor de mayor incidencia sobre la clase media fue la continuidad de los escándalos de corrupción, que pasaron a alcanzar de lleno a la cúpula oficialista y a los líderes de los partidos de la derecha. En ese momento, una parte considerable de ella se muestra favorable a la salida de Temer, aunque hay mucha desorientación entre los que fueron a las calles por el impeachment. El hecho es que la clase media no volvió a las calles ante los nuevos escándalos de corrupción. Los nuevos movimientos de derecha (MBL, Venga a la Calle) ayudaron a blindar al gobierno. Ante la desmoralización de direcciones tradicionales (como Aécio Neves), una parte de la clase media viene girando aún más a la derecha.
El desplazamiento de la clase media hacia la derecha, por un lado, y la crisis del sistema político-partidario, por otro, abren un vasto espacio para nuevas organizaciones y líderes de derecha y extrema derecha, como la alternativa neofascista representada por Jair Bolsonaro. Fue en ese terreno fértil que surgieron los movimientos MBL, Venga a la calle y otros. En este espacio que adquieren fuerza los discursos prodictadura militar y también se verifica el ascenso de figuras que vienen de fuera del campo de la política tradicional, como algunos fiscales (Deltan Dallagnol), jueces (Sérgio Moro, Joaquim Barbosa, Fachin), delegados (Leandro Daiello) etc.
8.- Desde el punto de vista de las direcciones de la clase trabajadora, es necesario resaltar la lentitud de la experiencia con el lulismo y, en menor medida, también con el petismo. Lula, el PT y la CUT (en este campo político tenemos también al PCdoB, Consulta Popular/MST, etc.), siguen como las principales direcciones políticas y sindicales de la clase obrera y de los movimientos sociales organizados. Al mismo tiempo, se verifica que Lula y el PT pasan por una grave crisis política. Esta crisis no disminuye el hecho de que hubo una recuperación parcial significativa en el último año, en la medida en que el PT se ubicó en la oposición al gobierno y a las reformas. Esta recomposición se manifiesta en el liderazgo de Lula en las encuestas, con el 30 % de las intenciones de voto en la primera vuelta; en el crecimiento del PT en términos de preferencia partidaria (18 % de preferencia entre los votantes, según DataFolha); y también por la recuperación del peso político de estas direcciones en batallones importantes de la clase obrera.
La crisis de Lula y del PT se explica, en primer lugar, por la brutal ofensiva política y judicial operada por un sector de la burguesía. Pero la crisis también es el resultado del desgaste y la ruptura en sectores de masas, tanto por lo que fue el gobierno de Dilma como por los escándalos de corrupción que involucraron a sus principales dirigentes. Es fundamental observar, sin embargo, que el proceso de experiencia de las masas trabajadoras con el lulismo y el petismo retrocedió con el golpe parlamentario. Ante un gobierno de derecha que está atacando duramente al pueblo, muchos trabajadores quieren a Lula de vuelta. Por otro lado, la ruptura con el lulismo de un sector de la clase tampoco significó el fin de las ilusiones con el reformismo (es decir, con el proyecto de colaboración de clases). Además, una parte de la ruptura con Lula y el PT fue capitalizada por la derecha, y tenemos también un sector de los trabajadores que cayó en la apatía política.
La fuerza de Lula y del PT entre las masas trabajadoras y populares es desigual en el país y entre los diferentes sectores sociales: por ejemplo, el lulismo tiene más fuerza en el noreste. Entre los trabajadores de menores ingresos y en los gremios organizados, Lula sigue con peso. Teniendo en cuenta esa realidad, la confirmación, o no, de la candidatura de Lula tendrá enorme impacto no sólo en el terreno de la disputa presidencial (una vez que Lula encabeza las encuestas y polariza a la sociedad), sino también en lo que se refiere al ritmo de la crisis del PT. El impedimento de su candidatura puede precipitar importantes rupturas en el partido.
La estrategia de Lula y del PT es reeditar el proyecto de colaboración de clases a través de la conformación de un Frente Amplio, que abarque partidos de izquierda (PT, PCdoB), movimientos sociales, sindicatos y partidos y líderes burgueses (PSB, PDT, Ciro Gomes, Renan Calheiros, entre otros). La sustentación de esta estrategia frentepopulista en el movimiento de masas pasa centralmente por el Frente Brasil Popular (CUT, MST, UNE, etc.). En el caso de que se impida la presentación de la candidatura de Lula, es posible que el PT y el PCdoB apoyen a Ciro Gomes (PDT).
En lo que se refiere al proceso de reorganización de la izquierda, el PSOL aparece como el polo político más importante. Este partido ha ganado fuerza en los últimos años, tanto en términos de espacio electoral como en referencia política ante la vanguardia. El PSOL aparece hoy como una alternativa político-electoral para un sector minoritario de masas, sobre todo para los más jóvenes.
Otros actores surgieron en el campo de la izquierda. Uno de ellos es Guillermo Boulos, dirigente del MTST. Boulos viene promoviendo discusiones con sectores de la izquierda del PT, con el PSOL y otras organizaciones sobre los rumbos de la izquierda. Estas iniciativas señalan la posibilidad de una reorganización política más amplia. El principal punto de apoyo de Boulos en el movimiento de masas es el Frente Pueblo Sin Miedo (FPSM), que reúne, además del MTST, la mayoría del PSOL, Intersindical, el MAIS, entre otras organizaciones.
9.- Síntesis de los puntos indicados arriba. El elemento particularmente significativo de la situación política consiste en el hecho de que la crisis política “de los de arriba” no es acompañada por un correspondiente avance “de los debajo”. Es decir: aunque exista un cuadro de división en la clase dominante en el terreno político-institucional, la clase trabajadora se mantiene a la defensiva.
La crisis política, que se desarrolla bajo el terreno movedizo de la crisis económica y social, seguirá desarrollándose hasta que uno de los bloques burgueses conquiste un sólido desenlace favorable, o que la clase trabajadora consiga entrar en escena desplazando las fracciones burguesas en conflicto. En resumen: estamos ante una situación política defensiva que se desarrolla en un contexto de crisis del sistema político-partidario.
Tareas políticas prioritarias
1.- Frente único para la lucha de masas
Ante la ofensiva de la burguesía, se plantea, como tarea fundamental, la construcción de un Frente Único (FU) para la lucha de masas. La táctica del FU responde a la necesidad de la máxima unidad de acción para enfrentar los brutales ataques en curso. En el presente momento, el programa mínimo en torno al cual debe construirse el FU puede resumirse en pocas palabras: ¡Fuera Temer y sus reformas! O sea, luchamos por la máxima unidad posible de la clase trabajadora y de sus organizaciones (sindicales, movimientos sociales, juventud, partidos, colectivos, etc.) para derrotar las contrarreformas y al gobierno.
El Frente Único (FU), que presupone un programa mínimo, no debe confundirse con la unidad de acción. Por ejemplo, estamos a favor de la unidad de acción por las Directivas Ya. Se trata de la unidad en torno a un único punto: contra la elección indirecta. Esta unidad de acción se da en actos y manifestaciones puntuales, pero no constituye ningún organismo estable ni establece un programa mínimo.
Esto no disminuye la importancia de la campaña por las Directivas Ya. Estamos a favor de un derecho democrático elemental que ha sido suspendido por el golpe parlamentario: el derecho de la población a elegir al presidente. No estamos en una situación ofensiva o revolucionaria en que surgen elementos de doble poder (Consejos Populares) o la posibilidad de una Asamblea Constituyente Popular. Por eso, la línea del PSTU, MRT y PCB contraria a las Directas, aparentemente más a la izquierda, en la práctica, se convierte en una política abstencionista que no disputa, de hecho, con la línea del bloque burgués que discute la posibilidad de elección indirecta.
2.- La lucha por el Frente de Izquierda Socialista
La construcción de una alternativa al lulismo y al petismo tiene una importancia central. Sin la batalla, el proceso de reorganización de la izquierda no avanzará. A pesar de la lentitud de la experiencia de los trabajadores con sus direcciones tradicionales, en particular con el lulismo, es necesario identificar que existe un espacio minoritario de masas a la izquierda del PT, así como es necesario observar que un sector expresivo de los activistas de las luchas, está dispuesto a discutir nuevas alternativas. El peso político-electoral conquistado por el PSOL es una expresión de ello, así como el surgimiento de nuevos actores en la izquierda, como el Pueblo Sin Miedo, Frente Regionales, etc.
En el terreno de la reorganización política es necesario priorizar la afirmación de la construcción de una alternativa al lulismo y el petismo, que en este momento pasa centralmente por la candidatura presidencial. Si Lula es candidato, habrá una enorme presión para el apoyo al petista ya en la primera vuelta, así como ya hay mucha presión ahora para el apoyo a su precandidatura. En este terreno político-electoral, estamos por la candidatura de la izquierda socialista como alternativa a Lula u otro candidato del campo del PT.
Estamos a favor del lanzamiento de una precandidatura presidencial por el PSOL. Es necesario posicionarse al mismo tiempo por una candidatura que exprese un Frente de Izquierda Socialista que vaya más allá del PSOL, es decir, que involucre a movimientos sociales (MTST), otros partidos (PSTU, PCB), sindicatos combativos (CSP- Conlutas, Intersindical, etc.), colectivos de opresiones, la juventud, otras organizaciones políticas, artistas, etc.
En el aspecto político-partidario, es necesario incidir en el proceso de crisis del PT. Debemos defender la construcción de una alternativa política que avance en la superación del lulismo y del petismo tanto en términos políticos y programáticos.
3.- La lucha contra las opresiones
Por un lado, vivimos el avance de las luchas de las mujeres y de las ideas feministas, el fortalecimiento del movimiento negro y la conquista de las cuotas en las universidades públicas, el avance de las movilizaciones y la mayor visibilidad de la agenda contra la LGBTfobia. Por otro lado, observamos el agravamiento del exterminio de la juventud negra en los barrios pobres, los casos bárbaros de violencia contra los LGBT y los efectos del cercenamiento de derechos y de la crisis económica sobre las mujeres. Hay, por lo tanto, un cuadro de avance de la lucha de estos sectores en un contexto de agravamiento de la violencia y de los ataques contra los oprimidos.
Es necesario tener en cuenta que los sectores oprimidos se destacaron como vanguardia no solo en las luchas por las reivindicaciones específicas de las mujeres, del movimiento negro y de las LGBT, sino también en las movilizaciones de la clase trabajadora contra las reformas, por derechos y salarios. Por todos estos elementos, es necesario dar importancia a las respuestas políticas para las luchas de las mujeres, de los negros y negras y de las LGBT.
4.- El combate a la extrema derecha y a la nueva derecha
El fortalecimiento de la extrema derecha y de la nueva derecha en los últimos años plantea una tarea de primera importancia: la lucha política e ideológica contra esos sectores ultrarreaccionarios.
En este momento, ese embate debe apuntar a dos blancos principales. En primer lugar, el neofascismo. Jair Bolsonaro es el principal representante de este sector y tiene hoy relevante peso político en todo el país. No se trata de una cuestión secundaria, estamos hablando de la aparición de un líder neofascista con influencia de masas.
En segundo lugar, es necesario trabar un duro combate contra la nueva derecha. Tanto la que aparece por dentro de los tradicionales partidos burgueses, como João Dória y otros nuevos nombres del PSDB, DEM, etc., como aquella que surge en nuevas organizaciones (MBL, Venga A La Calle, Moro, Nuevo Partido, etc.).
Estos sectores protagonizan acciones y campañas ideológicas especialmente dirigidas contra la izquierda y los sectores oprimidos (negros, mujeres, LGBT, nordestinos, inmigrantes, habitantes de calles, usuarios de drogas, etc.). Por todo eso, el combate contra los sectores ultrarreaccionarios debe ser parte importante de nuestro perfil político, programático e ideológico.
5.- Contra la represión y en defensa de las libertades democráticas
La situación defensiva trajo consigo el avance de la represión a los movimientos y de la violencia del Estado como un todo. El exterminio de la juventud pobre y negra se acentuó aún más en los últimos años. Los asesinatos políticos en el campo y en tierras indígenas y quilombolas se dispararon. La criminalización de los movimientos sociales no se detuvo. El avance de la represión contra activistas y líderes de los movimientos sociales es percibido en las manifestaciones y también en los procesos judiciales.
Debemos prepararnos para un período de mayor endurecimiento del régimen. En este sentido, es necesario dar más importancia a la lucha contra la represión y en defensa de las libertades democráticas en sus más variadas expresiones.
Nuestra propia organización es víctima del avance de la represión. Tenemos algunos camaradas que sufren graves procesos político-judiciales, como Matheus Gomes y Altemir Cozer.
6.- La lucha programática
En nuestro Primer Congreso lanzamos las bases de nuestro programa. El proceso de elaboración seguirá después de él, y no queremos que nuestro programa sea sólo para el consumo interno. Queremos forjar nuestro programa, también, en la confrontación programática con nuestros adversarios.
En este sentido, debemos priorizar la lucha programática con el lulismo, es decir, el enfrentamiento con el programa de conciliación de clases para la regulación del capitalismo brasileño. En segundo lugar, tenemos que celebrar el debate con el programa democrático y popular (PDP), defendido por la izquierda del PT, Consulta Popular y otros sectores.
Tampoco debemos menospreciar la importancia de la lucha programática contra las tendencias antimarxistas, posmodernas y autonomistas, que son muy variadas y ejercen relevante influencia sobre la vanguardia, especialmente en la juventud y en el movimiento de opresiones.
Consignas para la coyuntura
La siguiente propuesta es solo una formulación para el momento inmediato. Este sistema de consignas debe ser modificado todas las veces que se alteren elementos de la coyuntura.
- ¡Fuera Temer y sus Reformas!
- ¡Directa Ya para el presidente y el Congreso!
- ¡Por una nueva huelga general para derribar las reformas!
- ¡Anulación de todas las reformas de Temer!
- ¡Confiscación de los bienes de todos los corruptos! ¡Estatización de las empresas que robaron al Brasil!
- ¡Por un Frente de Izquierda y Socialista, en las luchas y en las elecciones!
- ¡Por un gobierno de los trabajadores y el pueblo!
Programa para la coyuntura
En este punto, no es nuestra intención presentar nuestro programa completo, sino solamente algunos elementos programáticos, divididos en tres bloques, que responden a aspectos centrales de la presente situación política y social del país.
Bloque I – Seis medidas para sacar de la crisis al Brasil (aspectos económicos y sociales)
1 – Ni un derecho a menos. Impuesto al lucro de los grandes empresarios y las grandes fortunas, para invertir en salud y educación.
2 – Reforma Urbana y Reforma Agraria. Vivienda para todos y tierra para quien la trabaja.
3 – Para generar empleos, reducir la jornada de trabajo, sin reducción del salario.
4 – Por un plan de obras públicas con la construcción de hospitales, escuelas, guarderías y viviendas populares.
5 – ¡Reestatizar las empresas privatizadas! ¡Petrobras y Pre-Sal 100% estatales al servicio del pueblo brasileño!
6 – ¡Basta de dar dinero a los banqueros! Auditoría inmediata y suspensión del pago de la deuda pública.
Bloque II – Cinco medidas para combatir el racismo, el machismo y la LGBTfobia
1 – ¡Ninguna menos! Por políticas públicas de combate a la violencia contra la mujer.
2 – ¡Ningún derecho menos! ¡Contra las Reformas de la Seguridad Social y Laboral que cercenan los derechos de las mujeres!
3 – ¡Fin del genocidio de la juventud negra y pobre! ¡Desmilitarización de la PM Ya! ¡Liberen a Rafael Braga!
4 – Criminalización de la LGBTfobia. ¡Investigación y castigo de los asesinos y agresores!
5 – ¡Combatir a la extrema derecha! ¡Ninguna libertad a los grupos racistas, LGBTfóbicos, xenófobos y machistas!
Bloque III – 5 medidas democráticas (tema corrupción)
1 – Confiscación de los bienes de todos los políticos y empresarios corruptos.
2 – Estatización, bajo control de los trabajadores, de las empresas que robaron Brasil.
3 – Financiación pública de campaña. ¡No al financiamiento empresarial!
4 – Fin de los privilegios de los políticos. ¡Que todo político reciba el salario de un profesor de la enseñanza pública!
5 – Fin de los supersalarios de los jueces, procuradores, jueces de segunda instancia y de la alta oficialidad de las Fuerzas Armadas. Elegibilidad y revocabilidad para todos estos cargos.
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