Miles de personas salieron a las calles el domingo (7 de junio) en diez estados y el Distrito Federal (Brasília). A pesar de los límites impuestos por la pandemia, se ha demostrado que las calles no son el monopolio de los bolsonaristas. Los actos que tuvieron lugar en decenas de ciudades, organizados por hinchadas de fútbol, los movimientos sociales y de lucha contra las opresiones, y que contaron con el apoyo de los partidos de izquierda (PSOL, PT, PSTU, PCB y UP), levantaron las banderas de Fuera Bolsonaro, el antirracismo y el antifascismo. Es importante destacar que los actos bolsonaristas fueron mucho más pequeños que los de la izquierda, reuniendo a unos pocos cientos de personas.
Las manifestaciones contra Bolsonaro tuvieron una importante presencia de negros, jóvenes pobres, mujeres y trabajadores en general. Los manifestantes llevaban máscaras, se preocupaba por mantener la distancia entre los presentes y se evitaba la acción de infiltrados y provocadores.
Ciertamente, si no fuera por las restricciones que requiere la pandemia -por ejemplo, a quienes están o viven con personas del grupo de riesgo se les dijo que no salieran de sus casas- los actos hubieran sido mucho mayores. En cualquier caso, los miles de personas que concurrieron, representaron valientemente la opinión de decenas de millones de brasileños. Cabe señalar que las manifestaciones de este domingo conectaron a Brasil con una gran ola de luchas contra el racismo que se está extendiendo por todo el mundo, impulsada por el histórico levantamiento antirracista de los Estados Unidos.
Dicho esto, consideramos que los actos fueron una victoria inequívoca en las calles, ya que refuerzan la lucha contra Bolsonaro y su proyecto fascista y racista. Aquellos como Guilherme Boulos y el MTST (Movimiento de los Trabajadores Sin Techo) tenían razón al mantener la convocatoria para organizar las manifestaciones. Los actos confirmaron que una nueva generación joven quería y tomaría las calles, con la izquierda organizada o sin ella. También es importante señalar que en algunas capitales y ciudades, como Belém, Fortaleza y São Carlos, la represión impidió que se produjeran las manifestaciones, lo que indica hasta qué punto las libertades democráticas ya están comprometidas.
Manteniendo y fortaleciendo los cuidados sanitarios, creemos que es necesario continuar y ampliar los actos. En este momento, la lucha en las calles para derrocar un gobierno genocida es también un trabajo esencial. Después de todo, para salvar vidas y las garantías democráticas, la primera condición es remover al fascista del poder.
La necesidad de la unidad democrática y la trampa del Frente Amplio con la derecha
El gobierno de Bolsonaro representa la amenaza más grave para el régimen liberal-democrático brasileño, desde su establecimiento al final de la dictadura empresarial-militar. Heredero de las tradiciones más macabras de esa dictadura, Bolsonaro nunca pretendió vestir el traje democrático. Desde sus mandatos como parlamentario, su carrera política se ha basado siempre en la apología de la tortura, la defensa de los golpes reaccionarios, el odio a la izquierda y a los sectores más oprimidos de la sociedad y, en definitiva, la propaganda de los ideales neofascistas.
Sin embargo, a lo largo de la campaña electoral de 2018 y del primer año de su mandato presidencial, una parte importante de la población brasileña tendió a minimizar los peligros inherentes a tales posiciones. Este cuadro experimentó un rápido retroceso desde el momento en que la pandemia de Covid-19 se afianzó en el país. Adoptando una postura negacionista y genocida ante la enfermedad, Bolsonaro se opuso a las medidas de aislamiento social, lo que provocó un aumento considerable del rechazo popular a su gobierno.
Como revelan las encuestas de opinión, hay una mayoría social contra la permanencia de Bolsonaro en la presidencia, porque entiende que su política significa la defensa de las ganancias empresariales en detrimento de las condiciones vida de la clase trabajadora. El problema central de la situación es, por lo tanto, encontrar la manera más eficaz de transformar esta oposición difusa en un movimiento capaz de derrotar a Bolsonaro y poner fin a su mandato.
Para derrotar el proyecto neofascista, es muy importante formar la más amplia unidad democrática – como todos los sectores sociales y políticos dispuestos a unificar la acción – en torno a puntos concretos para poner fin al gobierno de Jair Bolsonaro. El común denominador para la construcción de esta amplia unidad democrática debe ser nada menos que la defensa de la eliminación de la amenaza dictatorial, es decir, el derrocamiento del gobierno.
Sin embargo, la iniciativa de mayor repercusión hasta el momento, el Manifiesto “Estamos Juntos” no supone el fin del gobierno de Bolsonaro, a pesar de todos los delitos de responsabilidad cometidos por el presidente y las crecientes y explícitas amenazas golpistas procedentes del Palacio del Planalto (sede del gobierno federal en Brasilia: ndt). El “Estamos juntos” se limita a una defensa genérica de la democracia y la ley.
Hay varios peligros para la izquierda en esta iniciativa. La primera de ellas es la falta de claridad sobre las tareas objetivas a corto plazo. Partiendo de una condena abstracta del radicalismo, el texto no nombra a los agentes políticos efectivamente responsables de las amenazas a la democracia brasileña.
El resultado concreto de esta evaluación espectral de la situación es la ausencia de propuestas de acción: no hay ni siquiera una defensa de la necesidad del impeachment a Bolsonaro, que ni siquiera se menciona en el texto. Esa moderación es el resultado del temor de los sectores empresariales a participar en una disputa más dura, cuya dinámica podría escapar a su control. La apuesta, por lo tanto, radica en los llamados a la moderación y a la sumisión al calendario electoral, en espera de las elecciones de 2022.
La segunda se refiere a la dilución del programa de los trabajadores en medio de tan amplio cuadro de alianzas. Considerando que los patrones y los que viven de su propio trabajo son clases con intereses antagónicos, ninguna alianza duradera entre ambos es viable sin que uno de ellos renuncie a los elementos más fundamentales de su programa. Dado que una parte significativa de los intereses empresariales ya están siendo atendidos por el gobierno de Bolsonaro y su programa de contrarreformas neoliberales, la atracción masiva de sectores de la burguesía a una alianza interclasista sólo sería posible si se garantizara la preservación de tales intereses, lo que de otra manera significaría para las fuerzas de la clase trabajadora, capitular a un programa que ataca sus derechos y condiciones de vida más básicas.
De este modo, la política del Frente Amplio, que se justifica por la necesidad de aumentar el número de agentes políticos comprometidos con determinados objetivos para facilitar su consecución, acaba resultando ineficaz para alcanzar los objetivos de la clase trabajadora tanto a corto como a largo plazo. Por un lado, no actúa con decisión para derrocar al gobierno neofascista de turno. Por otro lado, no ataca las raíces del fenómeno bolsonarista, preservando los fundamentos de la sociedad capitalista en crisis. En el afán de producir una unidad entre las clases, termina por poner a los trabajadores en una posición de mero vagón de cola siguiendo el ritmo dictado por la locomotora burguesa.
Debemos luchar, sí, por la construcción de la más amplia unidad democrática, incluyendo a todos los sectores burgueses y de derecha. Pero esta amplia unidad, por un lado, debe darse en torno a posiciones concretas – la defensa del derrocamiento del gobierno bolsonarista y/o contra sus medidas autoritarias – por otro lado, no debe confundirse con una alianza estable con sectores empresariales y la derecha, bajo pena de que la izquierda sucumba a la dirección y el programa de la oposición burguesa.
Los trabajadores y los oprimidos del Frente Único deben liderar la lucha contra Bolsonaro
Frente a este escenario, la alternativa estratégica en la lucha contra Bolsonaro y el neofascismo pasa por la construcción de un Frente Único de partidos (PSOL, PCB, PT, PCdoB, PSTU, PCO, UP), sindicatos, asociaciones de moradores, colectivos culturales, feministas, entidades y movimientos de trabajadores y oprimidos (como el MST, MTST, UNE, etc.) LGTB y de la población negra. Después de todo, las principales víctimas de las acciones del gobierno de Bolsonaro (quite de derechos, represión política, exposición a Covid-19, entre otros) son las únicas que pueden enfrentarse al neofascismo de forma totalmente coherente.
Con la independencia política y organizativa que el Frente Único garantiza a estos sectores, es posible dar dos pasos fundamentales y complementarios. Por un lado, desplazar el centro de la lucha política y social del escenario institucional, donde el STF (Supremo Tribunal Federal), el Congreso, la Fiscalía y otras instituciones ya se han mostrado excesivamente tolerantes, si no abiertamente cómplices, con los movimientos bolsonaristas. En su lugar, los actos callejeros, las huelgas y otras formas de acción autónoma directa de los trabajadores y los oprimidos, las cuales deben ser cuidadosamente planificadas, especialmente en medio de la pandemia.
Por otro lado, la independencia política también se expresa en la esfera programática. Sin la presión ejercida por las alianzas estables con la burguesía, es posible que el Frente Único cuestione elementos del capitalismo brasileño, cuya defensa por el gobierno de Bolsonaro explica en gran medida su resistencia. Más allá de una abstracción, este punto adquiere gran importancia ante la siguiente pregunta: ¿cómo obtener el apoyo activo de la mayoría de la población trabajadora y oprimida, lo cual es esencial para una victoria política sobre el Bolsonaro? Combinando la lucha contra el gobierno con la defensa de las condiciones de vida y de trabajo y el rechazo definitivo de las formas de opresión que constituyen estructuralmente la explotación y la dominación de clase, la política del Frente Único apunta a la resolución de los problemas que afectan a la vida cotidiana de esta mayoría, haciendo más palpable la importancia de la lucha contra Bolsonaro.
Evidentemente, dentro del Frente Único no habrá un acuerdo completo entre todas las fuerzas y organizaciones involucradas. Sin embargo, al permitir una acción común en torno al nivel mínimo de consenso, no sólo habrá mejores condiciones para lucharl, sino que también se colocará la posibilidad de una discusión programática más profunda, que permita la expansión de la audiencia de las ideas socialistas.
Nitidez estratégica y posible unidad
El debate entre el Frente Amplio con la derecha y el Frente Único de trabajadores y oprimidos resume dos estrategias distintas para enfrentar el gobierno de Bolsonaro y el neofascismo en Brasil. Son dos lógicas de acción política que sostienen diferentes arcos de alianzas y posiciones programáticas. Sin embargo, en la realidad de las luchas políticas, estas dos estrategias pueden materializarse bajo nombres diferentes. Más importante que alimentar las disputas en torno a las nomenclaturas, es capturar el significado político de cada iniciativa concreta.
Teniendo claras tales distinciones, es posible incluso poner la cuestión de las alianzas con sectores de la burguesía en otro registro. Siempre que exista la posibilidad de acuerdos específicos, con un alcance claramente delimitado, para aislar y debilitar a Bolsonaro y al neofascismo, los trabajadores y los oprimidos pueden actuar junto con la oposición burguesa. Esta acción conjunta, a su vez, debe ser inseparable de la defensa de los intereses de los trabajadores y la burguesía frente a la totalidad de la burguesía y la preparación de las condiciones de la futura lucha. Así, mientras el Frente Amplio significa, en la práctica, la subordinación de los trabajadores y oprimidos a la burguesía, el Frente Único permite construir acciones unitarias sin retroceso programático o abandono de nuestros métodos de lucha.
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