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La izquierda debe liderar la oposición al gobierno

Editorial de 10 de abril de 2020. Traducción: Ernesto Herrera – Correspondencia de Prensa

Mientras el país sobrepasa las primeras mil muertes por covid-19, Jair Bolsonaro mantiene la invitación a morir, llamando a la población a volver al trabajo, en particular a los trabajadores autónomos e informales. La rápida escalada de la pandemia está entrelazada con la explosión de una monumental crisis económica que anuncia una tragedia social de consecuencias impredecibles.

Remover al presidente fascista del poder, es la primera condición para enfrentar esta crisis sanitaria, económica y social sin precedentes. Después de todo, la permanencia de Bolsonaro significará un aumento acelerado del número de muertes, especialmente de la población trabajadora más pobre y negra de las periferias y favelas. También provocará un aumento exponencial del desempleo y la pobreza, ya que el Gobierno no ha prohibido los despidos masivos, mientras que ha autorizado los recortes salariales.

Bolsonaro perdió fuerza política

Como muestra la última encuesta de Datafolha, el rechazo a Bolsonaro ha crecido en todas las clases sociales, aunque el gobierno mantiene una base de apoyo considerable. La gran mayoría de la población está a favor de las medidas de aislamiento social, a pesar de una gran preocupación, especialmente de los trabajadores más precarizados, por los efectos de la parálisis parcial de las actividades económicas.

Jair Bolsonaro está más aislado. Los gobernadores de los estados, el Congreso, la Corte Suprema y la mayoría de los partidos y los medios de comunicación se contraponen al presidente. La crisis se ha instalado incluso dentro del propio gobierno, con el Ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, sosteniendo en público una línea –en ciertos aspectos- diferente a la de su jefe.

Ante este escenario, hubo rumores de que el núcleo militar, encabezado por el general Braga Netto (jefe de la Casa Civil, gabinete presidencial: ndt) había tomado el control del gobierno, alejando al presidente de los milicianos (1)) del centro de decisiones. No estamos de acuerdo con esta evaluación. Aunque debilitado, Bolsonaro conserva una importante base de apoyo social y la capacidad de movilizar a sus seguidores. Nada indica que caería sin luchar.

Lo más probable es que el ala militar, ante la crisis del gobierno, haya presionado a Bolsonaro para suavizar el discurso y hacer concesiones para mantener la gobernabilidad, como ocurrió en el episodio de mantenimiento de Mandetta en el cargo. Sin embargo, para mantenerse en el gobierno, aceptó atenuar las directrices del Ministerio de Salud, permitiendo a los alcaldes y gobernadores aflojar las reglas de aislamiento social.

En resumen: el capitán retirado ha perdido fuerza, pero sigue al mando.

La derecha tradicional polariza con el gobierno

En este momento, el bloque tradicional de derecha juega el papel principal en la oposición a Bolsonaro. Los gobernadores de São Paulo y Río de Janeiro, João Dória y Wilson Witzel, el presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, y del Senado, David Alcolumbre, la TV Globo, entre otros actores políticos, polarizan con Bolsonaro en la defensa del aislamiento social parcial como instrumento para combatir la enfermedad.

Los sectores mayoritarios de la izquierda, como el PT y el PCdoB, parecen aceptar que la derecha tradicional lidere la confrontación con e Bolsonaro. El gobernador de Maranhão, Flávio Dino (PCdoB) incluso declaró que sería positivo que el general Mourão (vicepresidente de la República: ndt), reconocido defensor de la dictadura, asumiera la presidencia. Lula, en cambio, intercambió simpáticos tuits con João Dória.

Consideramos que esta estrategia del PCdoB y de la mayoría del PT es un grave error. En primer lugar, porque la derecha tradicional defiende, junto con el gobierno federal, las medidas económicas que vierten el coste principal de la crisis sobre la clase trabajadora, para salvar las ganancias de los grandes capitalistas y banqueros.

Segundo, porque los gobernadores están aplicando un aislamiento parcial, absolutamente insuficiente para enfrentar el avance del coronavirus. Cada día hay más gente en las calles y en el transporte público, y varios alcaldes y gobernadores han comenzado a relajar las reglas de cuarentena. En la ciudad de São Paulo, incluso hubo tráfico de autos el jueves (10 de abril), y el metro está lleno en las horas punta.

Así, la derecha tradicional sólo se opone apenas moderadamente a Bolsonaro, buscando acreditarse como alternativa para las próximas elecciones presidenciales. Como no podía ser de otra manera, no es del interés de este bloque burgués derrocar a Bolsonaro por la acción de las masas trabajadoras. Para esta fracción de la clase dominante, una solución política acordada como los generales (como la instalación de un gobierno militar) podría ser una alternativa si la crisis política se agrava.

En resumen: la derecha defiende un proyecto económico y social que es antagónico a los intereses de la mayoría explotada y oprimida del pueblo brasilero. Por lo tanto, no es nuestra aliada, aunque se puedan hacer acciones puntuales con ella en la lucha contra Bolsonaro y su gobierno neofascista.

Es hora de que la izquierda entre en un campo unificado

Como el PSOL ha estado diciendo, la izquierda no puede quedarse a remolque de la derecha, aceptando su protagonismo en la oposición. No podemos poner la esperanza de derrotar a Bolsonaro en manos de Doria, Mourão o Maia. Esto podría ser un error fatal, que costará muy caro. La izquierda debe presentarse de modo independiente, como un tercer campo en la disputa política nacional.

La unidad de los partidos de izquierda (PT, PSOL, PCdoB, PCB, PSTU), los partidos de centro, los sindicatos, los movimientos sociales, presentando una alternativa política y programática unificada a la crisis, tendría un enorme impacto social y político en el país. Este Frente Único tendría la tarea de exigir medidas de emergencia por la crisis sanitaria y económica, organizar acciones de solidaridad y resistencia en los barrios y lugares de trabajo, y presentar una alternativa de gobierno.

La defensa del derecho a la cuarentena remunerada para todos los trabajadores de los servicios no esenciales; fondos suficientes para la compra de testes masivos y todo el equipamiento hospitalario que necesita el SUS (Sistema Único de Salud); un ingreso básico de 1 salario mínimo para todas las familias pobres; la prohibición de todos los despidos y los recortes salariales, entre otras medidas urgentes, conformarían el programa- base de este Frente de Izquierda.

Con la suspensión del pago de la deuda pública a los grandes acreedores y la imposición de impuestos a los súper ricos y a los banqueros, habría recursos suficientes para mantener las medidas enumeradas anteriormente. La plataforma del Frente Pueblo Sin Miedo, de Brasil Popular y decenas de otras entidades y movimientos, es una referencia para la construcción de este programa de emergencia.

El Frente Único también debería, además de defender en el “Fuera Bolsonaro y Mourão”, incluir la demanda de “elecciones presidenciales directas y libres”. Después de todo, la toma de posesión de un gobierno militar, con Mourão u otro general golpista a la cabeza, no puede considerarse una alternativa progresista.

Infelizmente, la Dirección Nacional del PT decidió, por mayoría, no unirse a la campaña de “Fuera Bolsonaro”, que está siendo convocada por el Frente Pueblo Sin Miedo y Brasil Popular, el PSOL y cientos de sindicatos y movimientos sociales. Consideramos que esta definición es un error importante, entre otras razones, porque dificulta la articulación política de la izquierda.

En nuestra opinión, la defensa de “Fuera Bolsonaro y Mourão” y de las “elecciones presidenciales directas y libres” debe ir acompañada de la demanda de un gobierno de izquierda y de los trabajadores, con un programa anticapitalista para salvar vidas, empleos, ingresos, derechos y salarios. Sólo un gobierno de y para la mayoría de los explotados y oprimidos puede sacar al país de esta crisis.

 

Nota:

1) Bandas parapoliciales que operan una “limpieza social” en las periferias y favelas, a la vez que asesinan militantes de izquierda y activistas de los movimientos sociales (Redacción Correspondencia de Prensa)