Pela urgência do tema com a ofensiva do governo americano e seus governos títeres da América Latina (incluído com grande destaque o do ilegítimo e desprestigiado Temer) contra o governo venezuelano após o fracasso de seu plano de derrotar o regime de Maduro eleitoralmente, publicamos este texto em espanhol antes da tradução em português (Editoria Internacional).
El 20 de mayo se dieron las elecciones presidenciales en Venezuela, en el marco de una polémica internacional sobre su legitimidad. Bajo la dirección política del Departamento de Estado de los EEUU, la OEA, la Comunidad Económica Europea y un grupo de presidentes latinoamericanos disciplinados a la política contra Venezuela auspiciada por los EEUU, han rechazado el proceso electoral venezolano por no acogerse a los “parámetros internacionales”, o para ser más claros, por no garantizar espacios para la oposición política sostenida y financiada por el imperio norteamericano.
Al interior del país, la situación es otra. El proceso electoral se dio en medio de la peor crisis económica, con una inflación superior al 6000% en los últimos ocho meses destruyendo al salario, el poder adquisitivo y el nivel de vida del venezolano común. Un proceso político acosado por la presión internacional capitalista y ahogado financieramente por un bloqueo criminal. En este marco, la oferta electoral era la de un voto de respaldo al gobierno en contra de la guerra económica adelantada por el imperio norteamericano que fue el centro de la campaña chavista, o la propuesta de dolarizar la economía, someterse a las directrices del FMI y entrar dentro del “concierto internacional” del que Venezuela se ha aislado, centro de la campaña del principal candidato opositor.
La burguesía venezolana, vinculada orgánicamente al imperio norteamericano y al negocio internacional petrolero, se han planteado la liquidación de la revolución bolivariana iniciada en 1999 con el triunfo de Chávez, y que tiene como hitos históricos la rebelión popular del febrero de 1989 contra el paquete de medidas fondomonetaristas (caracazo), la rebelión de los mandos medios militares del 4 de febrero de 1992 liderada por Hugo Chávez, la derrota del golpe fascista en abril de 2002 y la derrota del sabotaje petrolero de enero de 2003. Hitos de movilización popular que pusieron en jaque al estado y las instituciones burguesas.
La Mesa de la Unidad Democrática (MUD), última expresión de la coalición burguesa contra el proceso bolivariano, se ha planteado desde hace varios años cuatro salidas:
- La derrota electoral del chavismo, mediante un candidato que aglutine una mayoría electoral de rechazo al chavismo a partir de la campaña de desprestigio político de la dirección chavista y la difícil situación económica.
- Una relación electoral favorable a la derecha (aunque no signifique una derrota electoral del chavismo) que en conjunto con la presión internacional obligue al chavismo a ceder espacios para un gobierno de acuerdo con la derecha.
- La implosión interna del chavismo, producto de la presión política y económica sobre cuadros altos y medios del proceso bolivariano (especialmente militares), las diferencias internas dentro del gobierno bolivariano y los desaciertos de la política económica.
- La implosión del proceso bolivariano producto del caos generado por una rebelión popular contra la difícil situación económica que vive el país que justifique la intervención extranjera.
A lo interno de la MUD, y consecuentes con la visión del Departamento de Estado gringo, la primera opción, e incluso la segunda, han sido descartadas por los momentos, no sólo por un inexpugnable sistema electoral que prácticamente impide fraude (el más blindado del mundo), pero sobre todo cualquier negociación política ajena a los resultados numéricos del proceso de votación sino también por la existencia de una maquinaria electoral chavista que se ha convertido en un escudo político protector del sistema electoral.
Por lo tanto, el eje político de la acción opositora está centrada en lograr la implosión del proceso bolivariano a partir del estallido del chavismo (opción 3). Aunque la opción de un estallido popular (opción 4) está en el plan, una situación de caos, de desorden interno y elementos de guerra civil que “invite” a la comunidad internacional a intervenir, la realidad es que en un país que ha vivido cuatro rebeliones populares en veinte años, es posible que una quinta rebelión termine por volar por los aires los remanentes del sistema capitalista que aún sobreviven en Venezuela.
Por eso todas las acciones, las protestas callejeras de la guarimba el año pasado, la presión directa sobre los cuadros militares y de PDVSA, el cerco económico, la propaganda aupando la emigración y las sanciones directas contra dirigentes gubernamentales con acusaciones genéricas y sin pruebas de narcotráfico y corrupción, están dirigidas a introducir palancas en fisuras internas producto de un descontento real con la situación económica y la política errática del gobierno.
Pero a pesar de la disciplina impuesta por el flujo de dólares internacionales a la oposición, la política de propiciar el caos está lejos de ser de consenso. Los cuadros políticos de la oposición, menos influenciados por el Departamento de Estado y la burguesía nacional pro fascista, han considerado a esta política como aventurera y golpista, haciéndola responsable del fortalecimiento del gobierno en medio de la peor crisis económica.
La derrota de la violencia guarimbera y la elección de la Asamblea Constituyente, dos caras de una misma política que confluyeron en un mismo día (el día de la elección de la Constituyente fue el último día de violencia de la guarimba) le dieron a Maduro una aureola de “conductor de victorias” (en clara referencia a su origen obrero, chofer de autobús de transporte colectivo). Semanas antes, todos los analistas políticos, incluso los indudablemente chavistas, veían al gobierno al borde del K.O. y consideraban como salida un acuerdo de gobernabilidad derivado de un “dialogo nacional” (Opción 2). La derrota de la guarimba le dio la fortaleza al gobierno para convocar en apenas diez meses tres elecciones más: gobernadores, alcaldes y ahora presidente.
La crisis interna de la oposición producto de la derrota de la guarimba fue agravada por el inmediato revés en las elecciones de gobernadores y una inútil abstención en las elecciones de alcaldes. La presión del Departamento de Estado los levantó de la mesa de negociación en República Dominicana, donde ya habían aceptado hasta la fecha de las elecciones presidenciales. Más difícil aún fue disciplinar a la MUD a no participar en el proceso. Si se logra, no es porque haya acuerdo político, es por la amenaza de detener el flujo de dólares, sin lo cual es imposible siquiera soñar en derrotar la maquinaria electoral chavista. Aún así, Henry Falcón, ex gobernador, junto con otros partidos entre ellos los tradicionales COPEI y el MAS rompieron la disciplina de los dólares.
Henry Falcón: candidato de la derecha
La ruptura de Henry Falcón con la línea de la MUD, el haber militado en las filas del chavismo (aunque rompió con el mismo Chávez hace varios años) y el apoyo de varios ex chavistas quisieron presentarlo como un candidato de la izquierda, o en el mejor de los casos de centro izquierda. La vieja izquierda y la intelectualidad “izquierdosa”, que siempre jugó a colocarse en la frontera del chavismo, con una crítica aparentemente justificada, pero que sólo devela la intención de no comprometerse con nada ni con nadie, ha vivido en crisis existencial en estos dos últimos años.
Algunos vieron una rebelión “popular” en la actividad de violencia fascista desarrollada por la clase media aupada por la oposición durante las guarimbas del año pasado. Luego quedaron al garete poniéndole guindas de “izquierda” al discurso de la derecha que acusa al gobierno de dictadura violadora de los derechos humanos. Deben hacer malabarismo para justificar el rabioso discurso anticomunista y favorable a la intervención extrajera, como expresiones de “descontento popular”. Muchos de ellos han seguido un rumbo que parece indetenible hacia la derecha, pero otros vieron en la candidatura de Henry Falcón, la posibilidad de volver al ruedo político colocándose en el centro de lo que ellos identifican como “una polarización que conduce a un maniqueísmo político donde o se es chavista o se es fascista imperialista”. Con gusto confeccionaron el ropaje para dar a Falcón la imagen del socialista democrático que ataca por igual al imperialismo y a la dictadura chavista.
Pero a pesar de los intentos de esa izquierda trasnochada, el propio Falcón y su comando de campaña diseñaron otra estrategia. Su objetivo electoral fue el descontento contra la situación económica y la clase media antichavista. No reivindicó a Chávez ni el socialismo (como le gusta a los exchavistas que intentan colocar a Maduro contra Chávez) sino que presentó un programa de restauración capitalista: inmediata dolarización de la economía (las vallas electorales con la foto de Falcón decían “dolarización ya”), acuerdo con el FMI para recuperación económica, devolución de empresas y tierras a sus “legítimos dueños”, privatización de las empresas del Estado y vuelta del país al concierto internacional.
Henry Falcón nunca tuvo posibilidad de derrotar a Maduro ni tampoco lo creyó así. Hubo encuestas a nivel internacional que lo colocaron disputándole la presidencia a Maduro, pero eso tenía más que ver con la línea mediática de colocar a Maduro como presidente fraudulento. A nivel interno, nadie lo dio como ganador en ningún momento. En las encuestas de intención de voto ante la pregunta de ¿Quién cree que ganara las elecciones? el 92% respondía que Maduro.
La estrategia de Falcón fue el de colocarse como referente para la votación antichavista. Si lograba él sólo una votación superior al 50% de la obtenida por la MUD coalicionada, se convertía en el abanderado del antichavismo. Volviendo a las opciones, mientras la MUD está orientada a una confrontación, Falcón apuesta a una salida electoral donde él sea el pivote principal y no la derecha fascista como hasta ahora.
Y en esa estrategia, sin lograr colocarse como una alternativa para derrotar a Maduro, Falcón empezó a tener éxito. Las encuestas indicaron un crecimiento sostenido de su candidatura, de un 8% inicial hace cuatro meses a un 25% que le dieron algunas encuestas apenas a quince días de las elecciones. Este crecimiento, que tocó levemente a la base descontenta del chavismo, se basó fundamentalmente en la base de la MUD llamada a abstenerse.
Si Falcón no fue un peligro para Maduro, sí lo fue para la MUD. Hasta principios de mayo, la MUD se mantuvo en silencio. La línea abstencionista exigía de los medios de la derecha un silencio total sobre el proceso electoral como si no existiera. Apenas las redes reflejaban la campaña internacional contra el proceso electoral, pero hacia adentro nada.
De repente, a menos de un mes de las elecciones, se reactivó la MUD con una profusa campaña en la calle y los medios llamando a no votar, acusando a Falcón y Bertuchi (pastor evangélico de derecha) de traidores que servían de aval a la dictadura (algunos medios “descubrieron” relaciones familiares de ambos con dirigentes chavistas). Los más cínicos los acusaron directamente de ser responsables de que la dictadura de Maduro no hubiese caído todavía.
Convocaron para el 14 de mayo, la semana del “rechazo a la farsa electoral de la dictadura” con el estilo tradicional de convocatoria de las guarimbas. Efectivamente, el lunes 14, se presentaron disturbios en varios centros universitarios que duraron poco. El martes 15, los diputados opositores de la Asamblea Nacional aparecieron en pleno en la sede que comparten con la Asamblea Constituyente. Golpearon a varias guardias nacionales que protegen el recinto. El objetivo supuesto era una sesión solemne para conmemorar el “día de Europa”. Un motivo bastante baladí para ir a una sede que no usan desde que se instaló la Asamblea Constituyente en julio del año pasado. El objetivo real era provocar una reacción chavista que generara un enfrentamiento atizado por los medios, pero, en la recta final de las elecciones, los chavistas, incluidos los constituyentes, estaban de cabeza en los barrios y pocos se enteraron del hecho.
Igual sentido mediático tuvo el alzamiento el martes 14, en la noche de los presos en una cárcel destinada a reos en proceso donde están detenidos veinte guarimberos, entre ellos un norteamericano. A pesar de las denuncias de aislamientos y torturas, fueron profusamente seguidos por las redes e incluso un canal internacional transmitió en directo las declaraciones en ingles del prisionero norteamericano donde destaca los supuestos enfrentamientos violentos que en ese momento “ocurren en las calles”. Efectivamente, para el miércoles 16, se había convocado, reactivando la guarimba, “el trancazo contra la farsa electoral”, pero a pesar del intento, no ocurrió nada. No lograron ni un solo punto de concentración. La poca capacidad de convocatoria de la MUD no logró reactivar la guarimba, pero sí logró desinflar la candidatura de Falcón.
Maduro: una campaña en contra del império
El comando chavista nunca vio en peligro el triunfo electoral de Maduro, ni siquiera cuando en la última semana hubo presión de algunos para unificar las candidaturas antichavistas con un posible respaldo de la MUD a última hora. El desastre de la convocatoria guarimbera aseguró que no había forma de detener el proceso electoral donde era indiscutible el triunfo de Maduro.
Pero otro problema era la abstención. Se trataba de garantizar una legitimidad política al triunfo de Maduro ante la amenaza de desconocimiento internacional. Maduro y el chavismo centraron su campaña en movilizar el sentimiento chavista, rescatar la imagen antimperialista de Chávez y convocar al patriotismo para dar una derrota contundente al enemigo externo, responsable de la situación económica. La campaña del imperio, nuevas sanciones y agresiones (embargo de activos petroleros en Aruba y bloqueo en Colombia de un barco cargado de toneladas de alimentos y medicinas para Venezuela) fortalecieron el acento antimperialista de la campaña.
Olímpicamente se evadió el tema económico, la situación concreta del país, en el discurso de la campaña. Apenas se le mencionó como consecuencias de la guerra económica que adelanta el imperio contra el país. Pero la maquinaria electoral chavista, que prácticamente toca a cada venezolano directamente, empezó a resentir del descontento en las bases y dificultades para la movilización.
La fortaleza del chavismo le permitió grandes concentraciones y movilizaciones en todo el país mientras ninguno de los candidatos opositores, ni la guarimba abstencionista, logró hacer ninguna movilización, pero se notó una caída en la capacidad movilizadora durante la campaña que algunos adjudicaron a la falta de un “contendor” electoral que animara la pelea.
Pero era obvio que la tradicional maquinaria electoral chavista encontró un lecho de rocas que es el descontento real por la situación. La angustia diaria de conseguir la comida y los artículos de primera necesidad, el deterioro del nivel de vida, del sistema de salud y las políticas sociales, la migración de los hijos a otros países, la impunidad del comercio en la especulación y acaparamiento, la ineficiencia y corruptela en el gobierno para detener los efectos de la guerra económica, empiezan a hacer mella en la sólida base chavista, y lo que es peor, en las raíces populares de la revolución bolivariana.
El propio Maduro empezó a dar un viraje en el discurso electoral e introdujo elementos tímidos de un plan económico. El anuncio del cambio del cono monetario (eliminación de tres ceros a la moneda) fue traído al debate electoral, cambiando el criterio que no eran temas electorales. En el cierre de campaña prometió encargarse personalmente de la lucha contra la guerra económica y derrotarla como derrotó la guarimba. Pero el acto de cierre, único y superior al de cualquier candidato, dejó el mal sabor de ser inferior a los grandes actos del chavismo hace cinco años.
En estas elecciones, el fantasma de la derecha estaba derrotado, como nunca lo había logrado Chávez en doce años de gobierno. Esta vez no se trató de Maduro contra la derecha fascista ni siquiera contra un candidato outsider como Falcón. El triunfo electoral y la derrota de la derecha estaba garantizada antes de empezar las votaciones. Esta vez se trató de enfrentar el descontento dentro de las propias bases de la revolución que, sin pasar a la derecha, abandonan la movilización por la revolución, incluso la electoral. Y aunque la maquinaria chavista garantizó una importante movilización apelando al sentimiento antimperialista, sólo logró una victoria pírrica.
Cifras electorales
Con un padrón electoral de 20.527.521 electores, el segundo boletín correspondiente al 98,78% de las actas, señala una participación de 9.132.655 electores correspondiente a un 46,02% del total (53,98% de abstención), correspondiendo a Nicolás Maduro 6.190.612 votos (67,78% de los votos y 31,19% del padrón electoral), Henry Falcón 1.917.036 votos (20,99% de los votos y 9,66% del padrón), Javier Bertucci 988.761 votos (10,82% de los votos y 4,98% del padrón) y Reinaldo Quijada 36.246 votos (3.96% de los votos y 1,82% del padrón).
Los resultados coinciden con las encuestas previas y los exit pool realizados durante la votación. La abstención estuvo por debajo de lo que anunció la campaña mediática internacional (apenas un 20% de participación anunciaban los más optimistas), pero fue la más alta registrada para un proceso electoral presidencial.
La manipulación mediática intenta colocar la alta abstención como un triunfo de la derecha. Por otra parte, el chavismo coloca a Maduro como el presidente con mayor porcentaje de votos (casi un 70%) y una ventaja record sobre su principal oponente (más de 46% de ventaja). Pero obedece a un simplismo que intenta pasar por alto lecciones importantes del proceso.
La derecha fue derrotada desde antes de iniciar el proceso de votación y no influyó nada en la abstención, y a pesar de la guerra mediática, en el país no hubo ninguna expresión de triunfo por una abstención superior al 50%. Por otra parte, el esperado triunfo de Maduro no oculta la abstención proveniente de sus propias filas.
En un país con más de 34 mil mesas de votación distribuidas geográficamente de tal manera que permite sectorizar la intención de voto, se pueden tomar un par de ejemplos. En un sector de clase media alta, tradicionalmente opositor al gobierno donde la MUD ha sacado una votación de 60% con un 15% de abstención, los resultados fueron: abstención 67%, Maduro 25%, Falcón 7%, Bertucci 1% (porcentajes sobre el padrón electoral), señalando que la abstención absorbió los votos de la MUD sin crecer ni afectar la votación del chavismo.
Pero en un centro de las barriadas populares donde el chavismo tradicionalmente asegura un 70% de los votos con una abstención de 15%, los resultados ahora fueron: abstención 41%, Maduro 49%, Falcón 6%, Bertucci 4%, reflejando un aumento de la abstención proveniente del voto chavista sin crecimiento importante de la votación de la derecha.
En general, si el voto tradicional de la MUD se pasa a la abstención (restando lo obtenido por Falcón y Bertucci), la abstención en este proceso creció en un 12% a partir de la votación chavista los que supone una caída de 2,5 millones de votantes. Es traído por los pelos achacar la caída de votos a la migración no registrada o al saboteo evidente del transporte privado que desapareció durante el proceso electoral.
La expresión más evidente fue la calle. El chavismo realizó una importante concentración en el Palacio de Miraflores en la misma noche del triunfo, en contraste con la oposición que no ha hecho ni una reunión para “celebrar” el supuesto triunfo de la abstención, pero tampoco existieron, como en el pasado los estallidos festivos en las barriadas que se mantenían hasta el amanecer. El pueblo, incluso el que votó, respiró tranquilo al conocer la derrota de la derecha, pero no salió a celebrar el triunfo de Maduro.
Es una clarinada. El pueblo está descontento, no castiga al gobierno votando por la derecha (los pírricos resultados de Falcón lo demuestran), pero ya no se movilizan por la revolución bolivariana. La guerra y la ineficiencia del gobierno para enfrentarla hacen mella en las bases del proceso revolucionario abierto desde el caracazo. El chavismo, aún hoy dirección indiscutible de la revolución, está siendo cuestionado por las bases. El destino del proceso revolucionario depende, más que de la acción de una derecha derrotada apenas sostenida por la presión del capital internacional, de lo que haga la dirección chavista para garantizar la consolidación e irreversibilidad del proceso revolucionario.
Mas socialismo. Mas democracia. ¡Todo el poder a las bases!
La inercia en el gobierno, las respuestas coyunturales y efectistas, pero poco efectivas, generan cada vez mayor desconfianza sobre la capacidad para derrotar la guerra y el saboteo de la derecha. Al día siguiente de las elecciones todos los precios subieron al menos un 30%. En las colas para el pan, los comerciantes pregonaban “ahora tienen Maduro y hambre por seis años más”. Los ojos de la gente dejaban traslucir la rabia.
La prepotencia de la derecha, supone en el descontento de la gente con el gobierno, un apoyo tácito a su política. Juegan con fuego con un pueblo curtido de insurrecciones callejeras. La rabia acumulada puede convertirse en un estallido social y la derecha olvida que ha sido el chavismo el dique de contención que ha impedido que la furia de un pueblo enardecido los liquide aún antes de ajustar cuentas con el gobierno.
El pueblo quiere acción y autoridad, quiere que cese la impunidad con que se desarrolla el saboteo económico, pero empieza a desconfiar de la capacidad y eficiencia del gobierno e incluso señala a la corruptela burocrática de sectores del gobierno y los militares corresponsable de la crisis económica. En palabras de una dirigente comunal “tenemos un buen gobierno, pero no hace nada”.
No hay una propuesta económica visible. La política de Chávez de construir el socialismo con núcleos paralelos, injertos al tejido del podrido capitalismo, no pudieron soportar la caída de una economía capitalista dependiente, rentista y parasitaria. El gobierno ha mantenido los programas sociales aun a costa de la viabilidad financiera del propio gobierno. Más del 80% del ingreso está dedicado a sostener esos programas conduciendo a una parálisis financiera del funcionamiento del Estado, pero aún así la efectividad de los programas sociales va en descenso ante la drástica disminución del poder adquisitivo debido al ataque despiadado contra la moneda, el cerco financiero y el sabotaje económico interno.
La oposición desmantelada y casi sin apoyo, solo se mantiene a expensas de la presión del capital internacional que terminadas las elecciones anuncia medidas más fuertes que incluyen sanciones a lo que paguen cuentas pendientes con el estado venezolano y a la banca que maneje cuentas o créditos con Venezuela y su empresa petrolera. Es una burla la campaña indicando la situación de default de PDVSA. Cualquier petrolera, presenta como parte de su balance las expectativas de explotación futura de yacimientos petroleros que ni siquiera le pertenecen, sino que son concesiones. PDVSA es la única empresa que tiene explotación exclusiva de las mayores reservas de petróleo en el mundo y aun así quieren presentarla como una empresa en quiebra para hacerse por vía de embargos de los miles de activos que posee en el exterior.
La campaña contra Venezuela no va a parar. Es una piedra en el zapato para el imperio del negocio petrolero. La revolución bolivariana aun campea en el patio trasero del imperio, y la coyuntura de gobiernos neoliberales puede cambiar de un momento a otro dada la debilidad del apoyo social de esos gobiernos. Venezuela sigue siendo para el imperio el enemigo a vencer.Eso no va a cambiar asi hayan resultados electorales espectaculares, mientrar exista la posibilidad de derrotar la revolución el imperialismo seguirá apostando a eso.
Se trata entonces de fortalecer la movilización popular, pero no solo para procesos electorales, sino para enfrentar y derrotar definitivamente al enemigo interno y externo. Solo construyendo el socialismo, pero apoyándose en las bases sociales de la revolución eso es posible.
Medidas de guerra ante la guerra económica
Proteger la moneda. Hay que romper a lógica de relación con el dólar impuesta por el imperio a través del FMI y la Banca Mundial. Volver al patrón oro (y otros minerales, incluso petróleo). Un bolívar soberano referido a un equivalente en oro en las reservas del país. No tiene referencia con el dólar, ni oficial ni paralelo, sino de acuerdo al valor del oro. A diferencia de otros países, incluso EEUU, producimos oro lo que permite aumentarla liquidez de la moneda.
Nacionalización inmediata de toda la banca impidiendo las manipulaciones de las transacciones financieras y el ataque a la moneda.
Monopolización del comercio internacional prohibiendo la exportación o importación por privados. Penas severas al contrabando de extracción, en particular de artículos de primera necesidad. Cierre de las fronteras al comercio. La responsabilidad del contrabando de extracción recae fundamentalmente en la corruptela de los cuerpos de seguridad de las fronteras.
Plan de emergencia de producción interna bajo control obrero, campesino y de las comunas. Hay que derrotar la anarquía capitalista. La producción socialista se puede y se debe planificar. Dividir al país en regiones y subregiones con base a su vocación y capacidad productiva, en el marco de un plan centralizado de producción. Cada subregión estará bajo control de las organizaciones obreras, campesinas y comunales a la que se subordinarán las instituciones estatales y militares para garantizar el plan nacional de producción y distribución. Penas severas al bachaqueo, la especulación y el acaparamiento.
Protección del salario y el poder adquisitivo. Fijar el valor del salario mínimo, en moneda oro, de acuerdo a su poder adquisitivo en 2014, conforme al precio mensual de una cesta de productos básicos constituyendo una escala móvil mensual del salario.
Romper el cerco financiero impuesto por el imperio cambiando la relación comercial que aún sigue basada en la compra y venta a EEUU y Europa. Priorizar relaciones comerciales con África, Asia y Latinoamérica al margen del dólar, con monedas concertadas e inclusive con trueque de productos. Convocar a la solidaridad internacional de obreros y campesinos para impedir el bloqueo de los gobiernos a las importaciones de alimentos y medicinas a Venezuela.
Se trata de construir el socialismo propuesto por Chávez no a partir del Estado pesadamente burocrático, ineficiente y hasta corrupto, sino a partir de las organizaciones de base de trabajadores, campesinos y comunas.
Solo la movilización del pueblo alrededor de una política de construcción de una economía socialista garantizara el triunfo de la revolución bolivariana.
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