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Una campaña mundial de terror contra Venezuela disfrazada de ayuda humanitaria. Un caballo de Troya en llamas

Por William Andrade, de PMI Colombia

El 23 de febrero declarado por Guaidó como el día D y por Duque como como la caída del otro muro de Berlín, se vivieron escenas dantescas en la frontera de Colombia con Venezuela, cuando Guaidó con la complicidad de Duque y Piñera, intentaron introducir toneladas de alimentos y medicinas a Venezuela traídas de EEUU sin el aval de la Cruz Roja ni las Naciones Unidas, quienes advirtieron que la ayuda no era humanitaria sino política. Guaidó, Duque y Piñera agitaron a los venezolanos que viven en Cúcuta e hicieron que muchos otros cruzaran la frontera para juntos ingresar la “ayuda humanitaria” y así derrocar a Maduro, provocando la ruptura del alto mando militar con el presidente. Todo esto fue narrado en vivo y en directo durante todo el día, por todas las cadenas de televisión colombiana como si transmitieran un reinado de belleza.

La arremetida fracasó, hubo 285 heridos y fueron quemados algunos camiones, el caballo de Troya se incendió. Inmediatamente corrieron las denuncias contra “el dictador” por destruir la comida y las medicinas tan necesitadas por su pueblo. Pero no fue posible ocultar varios hechos: que los que asecharon la frontera venezolana armaban sus molotov con total complacencia de la policía colombiana, que entre los agitadores había varios colombianos -que hablaban con acento paisa, típico de las tierras dominadas por el Uribismo-, y lo más descarado, que los camiones fueron incendiados del lado colombiano por los mismos agitadores que acompañaban la “caravana libertadora”.

La pandilla de Lima se reunió de inmediato en Bogotá con el vicepresidente Pence a la cabeza, la inmensa mayoría de sus miembros, desconcertados ante el fracaso, dijeron que la única salida debe ser política, mientras que Pence y también Guaidó insistieron en que la opción militar no está descartada. Ha empezado a haber movilizaciones, todavía pequeñas, contra la agresión imperialista a Venezuela, incluso pronunciamientos más claros por parte de figuras importantes de la oposición como el senador Gustavo Petro, han empezado a circular denuncias y videos que muestran a agitadores de la oposición venezolana llamando a armarse para cruzar la frontera. Este podría ser inicio de una nueva ofensiva, la “Contra” venezolana.
Un golpe humanitario, fraguado por la CIA con la ayuda de Duque

Si bien fracasó, el golpe humanitario, otra táctica del imperialismo para derrocar gobiernos que no le son sumisos, fue planeado con sigilo desde septiembre de 2018 y tuvo como su principal arpía al gobierno de Colombia. A la cabeza estuvieron el embajador ante EEUU Francisco Santos, un uribista recalcitrante que ha vociferado en favor de la guerra contra Venezuela, el embajador ante la OEA Alejandro Ordoñez, el nefasto exprocurador nacional, ultracatólico, perseguidor de la izquierda y reconocido incinerador de libros. Estos honorables caballeros departieron por 4 meses con reconocidos expertos del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, un tanque de pensamiento con sede en Washington, con representantes de las embajadas latinoamericanas y canadiense, con la oposición venezolana y funcionarios de la Casa Blanca y del Departamento de Estado e influyentes congresistas de ambos partidos, para pensar “una Venezuela sin Maduro” (El Mundo, 2 de febrero de 2019).

Así organizaron la arremetida de las movilizaciones de masas para el mes de enero, apenas Maduro se posesionara. Reforzaron la ofensiva de Almagro en la OEA, en especial llamando a los gobiernos de países del Caribe a que se sumaran a ella; disponiendo la embajada colombiana en EEUU como el centro de operaciones de la oposición venezolana, y manteniendo encuentros frecuentes con Mauricio Claver-Caron, director de Asuntos del hemisferio occidental del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, para revisar los avances y desafíos de la estrategia. Fue así como convinieron que una vez Guaidó se proclamara presidente recibiría de inmediato el respaldo de EEUU y de varios países latinoamericanos, y llegaron a la conclusión de que Colombia debía ser un “corredor humanitario” para poner contra las cuerdas a Maduro: obligarlo a aceptar la supuesta ayuda o, mediante una estampida incontrolable en la frontera, provocar que los mandos militares le quitaran su apoyo.

La guerra de múltiples caras contra el régimen bolivariano ha incluido un amplio repertorio: golpe militar contra Hugo Chávez en 2002, incursiones de paramilitares colombianos, las movilizaciones semifascistas, el montaje de la Guarimbas, que han sembrado el terror incendiando vivos a simpatizantes del chavismo; la brutal guerra económica que mata de hambre y obliga al exilio a decenas de miles y que incluye la retención de más de 23.000 millones de dólares de divisas del petróleo venezolano (y todo indica que también incluye el saboteo eléctrico); la guerra mediática basada en la mentira y la difamación, sólo comparable con la práctica publicitaria de los nazis. El asedio del 23 de febrero con todos sus preparativos, son también acciones de guerra de EEUU y Colombia contra Venezuela disfrazadas de humanitarismo.

Halcones, guarimberos y paramilitares: una confluencia peligrosa

Con el reciente fracaso en la frontera, se abren de nuevo fisuras en la oposición oligárquica que se ve obligada a considerar otras opciones, como el intento de encontrar sectores críticos dentro del Chavismo, y, en todo caso, el imperialismo siempre maneja múltiples alternativas. No obstante, no se puede descartar el uso del ataque militar directo. Hay una conjunción muy peligrosa de circunstancias que hacen posible que se dé el ataque militar directo. Es cierto que Donald Trump cuenta con opositores y obstaculizadores a esta iniciativa, tanto dentro de EEUU como en Europa. También es sabido que los más importantes asesores de Estado de ese país han descalificado la política de Trump hacia Venezuela, y que prácticamente la totalidad de los gobiernos de América Latina se oponen al ataque militar, exceptuando quizá al del Colombia, que ha sido ambiguo y vacilante, como en la vergonzosa rueda de prensa en la que Trump se refirió a nuestro continente como patio trasero y, ante la pregunta de si enviaría tropas a la frontera colombo-venezolana, dijo “ya veremos” mientras que Duque guardó un silencio servil.

El peligro es latente, porque Trump, que ha empezado a retirar sus tropas de Medio Oriente, ha decidido enfilar baterías en América Latina para repeler la presencia de Rusia y China; porque, aprovechando el debilitamiento del régimen bolivariano, ha decidido estrechar el cerco hasta derrocar a Maduro. Está claro que el objetivo es el mismo desde Obama: acabar con la soberanía nacional y la independencia política de Venezuela y apoderarse de sus cuantiosos recursos naturales. Los yanquis jamás perdonarán la afrenta de que el Chavismo encabezara la rebelión de los países latinoamericanos que derrotaron su estrategia colonizadora del ALCA, ni que armara toda una institucionalidad paralela para resistir su influjo en el continente. Pero Trump representa al ala más guerrerista del estado imperialista y se ha rodeado del ejército de halcones que lideró las ofensivas fascistas contra Afganistán e Irak, encabezados por el asesor de seguridad John Bolton, reconocido instigador del ataque militar contra Irán y Corea del Norte.

Además, Trump confluye felizmente con la llegada al poder de gobiernos de extrema derecha, como Piñera en Chile, Bolsonaro en Brasil y Duque en Colombia, dispuestos a encabezar la cruzada para acabar de una vez con Cuba, Bolivia y Nicaragua. Pero, por si fuera poco, la llegada de Duque a la presidencia de Colombia, país que comparte 2.200 kilómetros de frontera con Venezuela y cuya obsecuencia a los yanquis no tiene parangón en la región, representa un peligro mayúsculo para Venezuela y el continente.

El mismo Juan Manuel Santos, con todo lo servil y reaccionario que es, como un representante directo de la oligarquía colombiana fue el primero en oponerse a la iniciativa militar contra Venezuela, en cambio Duque responde a las presiones de su partido, el Centro Democrático del expresidente Uribe, que representa a ese sector advenedizo de los terratenientes y ganaderos, ultraconservador y guerrerista, ambicioso de ganar un espacio regional al lado del imperialismo y de consolidar definitivamente su poder nacional, cosa que no ha conseguido plenamente, pues gobierna sin las mayorías en el paramento, teniendo que pactar cada iniciativa con los partidos de la oligarquía tradicional, que lo apoyaron para impedir que Petro llegara al poder pero que no desean que cope de nuevo el régimen. Si a esto le sumamos que Colomba es socio de la OTAN, que cuenta con 9 bases militares yanquis en su territorio, y que las Fuerzas Armadas de Colombia son proporcionalmente las más grandes, unas de las mejor equipadas del continente y que su cúpula es adicta al Estado Mayor de EEUU, no se puede descartar que el país termine actuando como la cabeza de playa del ataque militar contra Venezuela, cualquiera sea la forma que llegue a adquirir.

Lo que vimos el 23 de febrero fue la confluencia de los guarimberos encabezados por Guaidó, de la policía colombiana actuando como respaldo de aquellos y los agitadores y provocadores colombianos ligados a las estructuras paramilitares del régimen colombiano -cada vez más envalentonadas por el Uribismo-, todos apuntalando la operación internacional de los yaquis. En esa oportunidad fue el intento de golpe humanitario, imaginemos qué puede pasar si Trump decide presionar a Duque para que se lance la ofensiva militar de una vez por todas.

Defendamos la soberanía de Venezuela, luchemos por la segunda independencia

Urge la más amplia unidad de acción en defensa de la soberanía de Venezuela, y contra el servil escudero del imperialismo en nuestro país. Duque y su partido retardatario el Centro Democrático, están aprovechando la crisis de Venezuela para ganar apoyo popular con miras a perpetrarse en el poder. Protagonizan la más descarada avanzada contra las libertades democráticas en Colombia, destruyendo la ya recortada Justicia Especial para la paz, para impedir la más mínima sanción a los responsables del paramilitarismo, con fabulándose con la DEA para extraditar al excomandante guerrillero Jesús Santrich, tomando instituciones claves -como el Centro de Memoria Histórica, la Biblioteca Nacional, el Museo y el Archivo Nacional- para borrar todo vestigio del conflicto armado, proscribiendo la libertad de cátedra en la escuela y persiguiendo implacablemente a la Federación Colombiana de Educadores por haber llamado a defender la soberanía de Venezuela. Al mismo tiempo que persisten los asesinatos sistemáticos contra líderes sociales. Es esa la perspectiva que siniestros personajes como Trump, Uribe, Bolsonaro, Macri y Piñera buscan implantar en el continente, dicen que llevarán la democracia a Venezuela, pero si llegan a triunfar, atacarán todo vestigio de democracia y soberanía nacional en América Latina., y arrasarán con Cuba, Bolivia y Nicaragua.

Duque mancha con traición el bicentenario de la independencia. No fueron los próceres de EEUU los que ayudaron a liberar a Colombia de las garras del imperio español, como ha dicho falaz y servilmente el presidente Duque, fueron Bolívar, Rondón, Páez, los que dieron su vida por nuestra independencia. A 200 años de la independencia de Venezuela y de Colombia y de la cruzada libertadora de todo el continente, la oligarquía colombiana retribuye a los héroes venezolanos, cuyas hazañas fueron determinantes para la liberación de nuestros pueblos, con una conspiración internacional imperialista para destruir la soberanía de su país. Los explotados y los oprimidos de Colombia debemos responderle con el grito de guerra por la segunda independencia.

Bogotá, marzo 10 de 2019.

 

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