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ESPAÑOL

Necropolítica latinoamericana

Entre magnicidios, genocidios, feminicidios, infanticidios

Anticapitalistas (Cuba)
Matheus Ribs

Necropolítica es un término acuñado por Achile Mbembe para referirse a regímenes políticos que establecen quien debe vivir y quien debe morir. Esto es, quien debe ser sacrificado en el altar de los intereses del capitalismo o, peor aún, de la lumpen-burguesía  que es lo que tenemos como poder en América Latina. Así algunos humanos somos sujetos de derechos y otros son objetos de muerte. No es raro que haya sido un africano el primero en hablar de necropoder. También podría haber sido un latinoamericano. Para ellos y para nosotros es pan del día.

En Ecuador acaban de asesinar un candidato a la presidencia. Nunca se sabrá quién lo mató. Como desde el 63 no se sabe quien mató a John F. Kennedy. Pero la respuesta es fácil. Fue el necropoder. Y cuando decimos esto nos estamos refiriendo a la mafia del narcotráfico pero también a la política mafiosa. Fernando Villavicencio las atacaba por igual. Denunciaba que “Hoy Ecuador está tomado por Jalisco Nueva Generación, el cartel de Sinaloa — los dos mexicanos — y también la mafia albanesa”. Pero también que “para América Latina, lo mismo que en Colombia y en México, que no es posible que el narcotráfico se instale en una sociedad y la someta sin el contubernio y la connivencia del poder político”.

Pero este no es el único proceso electoral que queda ensombrecido por un crimen. Aunque no se relaciona directamente con candidaturas ni mucho menos la muerte de la niña Morena Domínguez puso fin a actos de campaña política en Argentina según informa CNN. Una chica de once años que iba al colegio en Villa Diamante, Lanús, fue asaltada por lo que allá llaman “motochorros”. Durante el robo, la golpearon. Minutos después, la menor se desvaneció y murió.  La operación de autopsia reveló que la nena falleció por un desgarro producto de golpes en el abdomen

Este domingo 13 se producirán las primarias “abierta, simultanea y obligatoria” pero los pre candidatos no pueden ni quieren competir con otras movilizaciones. Las de la indignación ciudadana frente a la creciente violencia del país. Protestas en la calle y frente a la comisaría se suscitaron. Y, en consecuencia, los políticos, esta vez, advirtieron eso.

En Colombia y Perú, en cambio, los crímenes son contra los pueblos indígenas. Ya Bolívar había advertido que la independencia se hacía para los criollos, contra los españoles pero también contra los pueblos originarios. Alan García dijo que eran ciudadanos de segunda categoría y Dina Boluarte ha llegado al extremo de negarles el ser peruanos. El resultado es un genocidio, el asesinato masivo de pueblos indígenas, en lo que Amnistía Internacional ha llamado “Racismo letal”.

En Colombia el Acuerdo de Paz debió asegurar que los firmantes no serían asesinados. Ocurrió todo lo contrario. Entre el 2016 que se firmó y el 29 de julio de este año, han sido 380 asesinados. De ellos 34 durante el gobierno de Petro, que, sin embargo, parece comprometido con el cumplimiento del Acuerdo pero sin capacidad de contrarrestar el accionar de bandas criminales. En lo que respecta a líderes sociales hay 1514 asesinados desde el 2016 y este año ya se llegó al número 100: Eduardo Timaná que marca el sacrificio del pueblo Nasa.

Son 500 años en los que los Nasa y otros pueblos semejantes están en permanente genocidio. No solo contra sus personas sino contra sus culturas. Muchos de ellos en situación y riesgo de exterminio físico y cultural como bien se dijo en el Encuentro de la Comisión de la Verdad del 23 de Octubre del 2020. Sin embargo, son también una muestra de como la cultura es un territorio difícil de colonizar. Han sabido conservar sus médicos tradicionales, sus saberes, su organización. No solo eso, han sabido utilizar estos saberes y organización para resistir la necropolítica. Así, la minga que era antes era la colaboración de todos para el trabajo se ha convertido en el apoyo que todos le dan a marchas que llegan desde las comunidades hasta la capital, Bogotá.

La necropolítica en México es masiva. Según informe de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), el número de homicidios dolosos en México repuntó un 4,23 % anual en el primer bimestre de 2023 hasta los 4.882 asesinatos, un promedio de 83 al día. La “buena noticia” es que se está reduciendo el número de feminicidios. Y, sin embargo, solo en febrero hubo 75 feminicidios. La reducción es desde números ya altos. Y es que las mujeres son víctimas privilegiadas de esta política homicida. Mujeres también han sido parte de los asesinatos emblemáticos, como es el caso de la líder campesina Berta Cáceres o Marielle Franco en Brasil. Como dice su hermana:

El asesinato de Marielle y Anderson expuso al mundo las grietas estruturales presentes en la frágil democracia de Brasil. Esta violencia brutal evidenció la importancia de identificar la violencia política de género como un problema con raíces estructurales en la sociedad brasileña.

El asesinato de Marielle y Anderson expuso al mundo las grietas estruturales presentes en la frágil democracia de Brasil. Esta violencia brutal evidenció la importancia de identificar la violencia política de género como un problema con raíces estructurales en la sociedad brasileña.

La raíz de todo esto es que nuestra economía y nuestra política no se basa en una burguesía consolidada como en los países imperialistas. La nuestra es una lumpen burguesía que vive de las migajas que le caen del Norte global y de su propia corrupción. Somos países que tienen como primer sustento el narcotráfico, la minería ilegal, la delincuencia. Pedir en estas condiciones que cese la violencia es una utopía. Solo un profundo cambio social puede lograr ese objetivo. Y hay que luchar por eso.

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