Esquerda Online, editorial, 24-11-2021
Traducción de Correspondencia de Prensa, 26-11-2021
Frente a toda la tragedia causada por el actual gobierno, Lula se ha convertido en la esperanza de la mayoría del pueblo para derrotar a Bolsonaro en las elecciones. Los trabajadores y los jóvenes miran al ex presidente con la esperanza de que su victoria traiga algo de ánimo después de tantos años de destrucción y retrocesos. Por ello, el PT figura con números superiores al 40% de las intenciones de voto en la primera vuelta, y en algunos sondeos aparece cerca del 50%.
Bolsonaro, a pesar del creciente desgaste de su gobierno, aún conserva una base de apoyo considerable, por encima del 20%. Así, aunque haya perdido su favoritismo electoral, el líder neofascista sigue siendo competitivo y cuenta con el probable apoyo de la mayoría de la burguesía y la clase media en una eventual segunda vuelta contra Lula, así como con la capacidad de movilizar a sus seguidores en las calles.
Los grandes empresarios y los medios de comunicación tradicionales, en cambio, trabajan para hacer posible una tercera vía. En esta vía de la derecha están el ex juez Sérgio Moro (Podemos), un nombre del PSDB (João Dória o Eduardo Leite), Rodrigo Pacheco (PSD), Mandetta (União Brasil) y Simone Tebet (MDB).
La apuesta de la clase dominante es que uno de estos precandidatos logre ser viable hasta mediados del próximo año, apoyándose, para ello, en el desgaste de Bolsonaro y también en el antipetismo que aún prevalece en la clase media. Sin embargo, todos saben que el escenario más probable, dadas las condiciones políticas actuales, es la confirmación de la polarización entre Lula y Bolsonaro en 2022.
Ante este panorama, consideramos que la unidad de la izquierda en las elecciones es fundamental. Porque nada es más importante que derrotar a Bolsonaro, que sigue siendo una amenaza real.
Como la mayoría del pueblo ve en Lula el instrumento para derrotar a la vía fascista y también a la tercera vía burguesa en las elecciones, evaluamos que es necesario construir una alianza entre todos los partidos de izquierda, los movimientos sociales, los sindicatos, los movimientos negros, feministas, LGBTQIA+, indígenas, ambientales y culturales en torno a la candidatura del ex presidente.
En el contexto actual de peligro neofascista, creemos que sería un error lanzar una candidatura propia del PSOL en cualquier elección presidencial. Defendemos el partido de Marielle Franco para luchar por la unidad de la izquierda, entendiendo el lugar que ocupa Lula en la disputa electoral contra Bolsonaro y las demás alternativas de la derecha.
El Frente de Izquierda también es fundamental en las calles, ya sea por las luchas por las reivindicaciones más sentidas por el pueblo, o por la necesidad de demostrar fuerza ante posibles amenazas golpistas contra el proceso electoral o su resultado.
Por un Frente sin alianzas con la derecha y con un programa de izquierdas
En las últimas semanas, la prensa ha informado de que existe una negociación para que Geraldo Alckmin sea el vicepresidente de Lula. Nadie sabe con certeza cuánto hay de cierto en esto. Pero el hecho es que ninguna de las partes ha negado las especulaciones hasta ahora. Tanto Lula como Alckmin dejaron que el rumor circulara, intercambiando bromas.
Alckmin ha gobernado cuatro veces el estado de São Paulo y fue dos veces candidato del PSDB a la presidencia. El tucano (apodo de los partidarios del PSDB): ndt) apoyó el golpe de Estado contra Rousseff en 2016 y celebró la detención de Lula por la Lava Jato en 2018. Geraldo es conocido por ordenar brutales represiones a las luchas populares, como fue el caso del desalojo de Pinheirinho en 2012 y las manifestaciones de junio de 2013. Siempre ha gobernado contra el pueblo, aplicando un programa neoliberal de privatizaciones, recorte de inversiones sociales y ataques a los derechos de los trabajadores.
Con toda esta historia perversa, ¿por qué la dirección del PT permite que prospere la noticia de que Alckmin puede convertirse en vicepresidente de Lula?
La especulación sobre la alianza sirve sobre todo para «calmar» a la burguesía. El mensaje que quieren enviar es que el PT, si llega de nuevo al Palacio do Planalto (sede del Poder Ejecutivo en Brasilia: ndt) , buscará gobernar en alianza con sectores de la derecha y el gran empresariado, gestionando el capitalismo brasileño sin intentar cambios estructurales, como hizo a lo largo de sus gobiernos entre 2003 y 2015.
Consideramos que se trata de una orientación política errónea que prepara derrotas estratégicas. En primer lugar, porque los gestos de la izquierda para ganar la «confianza» de la derecha no son garantía de nada. Dilma Rousseff, tras su reelección, puso a un nombre del mercado financiero al frente de la economía (Joaquim Levy) y aplicó un duro plan de ajuste liberal en 2015. Con ello, Dilma perdió su base de apoyo popular, pero no pudo evitar que la clase dirigente apoyara el golpe de Estado de 2016. En otras palabras, tener a Alckmin u otra figura de la derecha como vicepresidente de Lula no garantiza que no haya un intento de nuevo golpe en una situación de crisis política aguda. Por el contrario, el propio vicepresidente será el principal candidato a ser un nuevo Temer.
En segundo lugar, las alianzas con la derecha conducen a la renuncia del programa de la izquierda. Para tener la «confianza» de la burguesía, Lula no podrá comprometerse, por ejemplo, a derogar la herencia del golpe. ¿La reforma laboral y de la seguridad social, las privatizaciones, todos los ataques democráticos y sociales aplicados en el último periodo, no deberían ser anulados por un nuevo gobierno de izquierdas? ¿Cómo satisfacer las demandas del pueblo trabajador y oprimido (alimentación, empleo, vivienda, educación, salud, derecho a la vida y a la cultura) sin romper con los fundamentos del neoliberalismo defendido fanáticamente por el gran capital? ¿Cómo combatir a fondo el racismo estructural que está en la raíz de nuestras abismales desigualdades sociales, sin enfrentar a fondo los privilegios seculares de la burguesía?
Por estos elementos, creemos que una candidatura de Lula con un vicepresidente de la derecha (sea Alckmin u otro) dejará un eventual gobierno de izquierda vulnerable al peligro de un golpe de la extrema derecha, además de significar el abandono del programa de defensa de los cambios estructurales en el país. Desde el punto de vista electoral, provocará el desánimo en las filas de la izquierda para la campaña. Además, con la presentación de un programa rebajado para complacer a las élites, habrá menos capacidad de generar entusiasmo en la clase trabajadora por las perspectivas de cambio. En definitiva, las alianzas y el programa de la candidatura definirán en gran medida el potencial o los límites de un eventual nuevo gobierno del PT.
En este sentido, defendemos que el nombre del vicepresidente y el programa de la candidatura de Lula sean ampliamente debatidos por los partidos de izquierda, los movimientos sociales, los movimientos negros, feministas, indígenas, LGBTQIA+, ambientales y culturales. Por ejemplo, ¿por qué no tener un vicepresidente para Lula que venga del pueblo, una mujer negra o indígena?
El PSOL, por su importancia en la izquierda brasileña, puede y debe asumir un papel destacado en este proceso de discusión política y programática. Una candidatura de Lula sin alianzas con la derecha y con un programa de izquierda tendrá más fuerza social para ganar las elecciones, evitar el desconocimiento golpista del resultado y gobernar para cambiar el país.
EM PORTUGUÊS
Por uma candidatura Lula sem Alckmin e a direita
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