La elección de la Asamblea Nacional (AN) se dio en circunstancias especiales y sus resultados, un 31% de participación y un nuevo triunfo chavista, ha dado espacio a disimiles interpretaciones que colocan como triunfadores o derrotados a distintos bandos. Fue el proceso electoral 26 desde la elección de Chávez en 1998, el cuarto de siglo con más procesos electorales en toda la historia, y la quinta elección del parlamento desde la aprobación de la Constitución de la República Bolivariana (1999). La derrota del chavismo en la anterior elección (2015), convirtió a la AN en centro del ataque, con apoyo de EEUU, contra el gobierno chavista. En la misma instalación de esa AN se anunció la salida de Maduro en un plazo de seis meses, un inusual eje de actividad para un órgano legislativo. La decisión del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) ordenando la repetición de la elección de los diputados en el estado Amazonas (tres, dos de oposición y uno chavista, de 165), por denuncias previas de irregularidades de compra de votos, fue rechazada por esa AN opositora, por lo que el TSJ la declara en desacato, permitiendo al gobierno desconocer sus decisiones.
Aún en desacato, la AN actuó directamente contra el gobierno. Después del fracaso de un “impeachment” (2016), de la activación de un “referéndum revocatorio” (2016) y de una guarimba golpista (2017), la AN será el eje para la estrategia de EEUU y el Grupo de Lima, de montar un gobierno paralelo, colocando al presidente de la AN, Juan Guaido, como presidente interino, figura que contempla la constitución para casos de ausencia definitiva del presidente, por un lapso no mayor de 30 días y con la única facultad de convocar a elecciones, no para un gobierno paralelo que ya lleva dos años.
Esa AN, en cinco años, derogó leyes claves de la revolución (de tierras, de hidrocarburos, de la banca, de vivienda, de medios, etc.) y aprobó leyes de privatización, de recuperación económica bajo la dirección del FMI, no aplicadas por su condición de desacato, pero que esperaban la llegada del “nuevo gobierno”. Pretendió legitimar las agresiones imperialistas, la intervención militar y la apropiación de bienes de la república en el exterior y su uso “en favor de la restitución de la democracia en Venezuela”. Autorizaron representaciones diplomáticas paralelas, y creo un Tribunal Supremo y una Fiscalía “en el exilio” para agredir a Venezuela.
Quitarle a la derecha el control de la AN era vital para la revolución bolivariana, con unas elecciones en medio de una grave crisis económica consecuencia, principalmente, del bloqueo impuesto por el imperialismo. La derecha se divide a pesar de la presión y amenaza de EEUU de aplicar sanciones personales a quienes participaran en la elección y, con base a las conversaciones adelantadas en Noruega, se designa la directiva del CNE y se aumenta el número de diputados de 165 a 277, disminuyendo la proporción de diputados nominales (de 79% a 49%) y se crea la figura de diputados nacionales (48). Pero también en el chavismo, las diferencias internas respecto a la política económica y la selección de los candidatos, llevó al surgimiento de la Alternativa Popular Revolucionaria (APR) y la presentación de listas separadas al PSUV.
La permanente amenaza imperialista, la gravísima situación económica y las fricciones políticas internas, tanto en la derecha, incluido el imperialismo, como en el chavismo, son un marco indispensable para la interpretación de los resultados de las elecciones parlamentarias. Con una participación de poco más del 30% (6,25 millones de votos), la votación de distribuye en un 69,43% para el Polo Patriótico, la alianza del PSUV y otras organizaciones chavistas; 17, 72% para la Alianza Democrática, conformada por varias organizaciones opositoras (AD, COPEI, EL CAMBIO, CAMBIEMOS y AVANZADA PROGRESISTA); 4,15% para una segunda alianza opositora (PDV-VP), integrada por rupturas de Primero Justicia y de Voluntad Popular (el partido de Guaido); y un 2,7% para la alianza del PCV y la APR, con candidatos chavistas separados del Polo Patriótico. Otras organizaciones, la mayoría regionales, que participaron fuera de estas alianzas sumaron el 6% restante.
Este resultado corresponde a la votación nacional, que se aplica a 48 diputados. Otros 96 diputados son elegidos en listas regionales que dependen de los resultados en cada estado, 130 a los circuitos que se eligen en forma nominal y tres diputados corresponden a los pueblos indígenas, cuyo proceso de elección es separado y conforme a sus tradiciones. Por tal razón, el resultado nacional difundido por la prensa no refleja la distribución final de la AN donde quedaron 253 diputados para el Polo Patriótico, 18 para la Alianza Democrática, dos para PDV-PV y uno para PCV-APR.
LA ABSTENCION ELECTORAL
La prensa, reflejando la posición de EEUU, hace énfasis en la baja participación para argumentar falta de legitimidad del proceso electoral, lo que es repetido lamentablemente por sectores de la izquierda que su antichavismo los lleva a hacer coro, sin criterio propio, al discurso de la derecha, adjudicando la abstención a un rechazo al proceso electoral y una derrota del chavismo. Pero mientras la UE criticaba el proceso electoral venezolano, en paralelo se realizaban las elecciones parlamentarias en Rumania, con una participación equivalente (31%), que adjudicaron a la pandemia y no hablaron de ilegitimidad de las elecciones.
Las razones para la abstención cubren un amplio espectro. Efectivamente hay un sector militante de la abstención, favorable a la intervención imperialista, pero también, en el otro extremo hay sectores que tradicionalmente votan por el chavismo, que no sintieron atracción hacia un proceso carente de polarización y con resultados previsibles. No fueron las elecciones de la ANC, hace tres años, donde la población debió esquivar barricadas y enfrentar los guarimberos que destruyeron varios centros de votación. Esta vez no hubo ni una sola manifestación promoviendo la abstención más allá de las redes y entrevistas en medios de comunicación. De hecho, han sido las elecciones más pacificas de los últimos treinta años, y mucha gente estaba en plazas disfrutando el inicio de la temporada navideña y de un periodo de flexibilización de la cuarentena. No es posible entonces adjudicar la abstención a una única opinión política, mucho menos presentarla como un cuestionamiento a la legalidad de las elecciones.
Por otro lado, hay datos, numéricos e históricos, que se obvian interesadamente. Unos 2,4 millones de emigrantes forman parte del padrón electoral, (la oposición siempre habla de 6 millones, pero ahora ni lo mencionan) lo que representa al menos un 12% de la población que no ejerció el sufragio. Tampoco son las primeras elecciones parlamentarias saboteadas por el imperialismo. En el 2005, Condolezza Rice, Secretaria de Estado de Bush, asumió la reorganización de la oposición, golpeada por la derrota en el referéndum revocatorio (2004). La “señorita arroz”, como la llamaba Chávez, previendo una derrota ordenó a los partidos subvencionados por EEUU retirarse del proceso electoral para quitarle legitimidad. Entonces había una intensa movilización popular favorable a la revolución y una economía creciente que opacaba las acciones de saboteo de la burguesía y el imperialismo, pero la abstención llegó a un 75%.
Igual que ahora, expertos analistas lo adjudicaron a la campaña por la abstención y anunciaron la debacle del chavismo, pero un año después Chávez derrotaba al candidato unitario de la oposición, Manuel Rosales, con una votación record de 63%. Con varios años de bloqueo, con la economía destruida y fricciones dentro del chavismo, que la participación haya sido superior a la del 2005, es muy difícil presentarla como un triunfo del abstencionismo antichavista. Aún más, si se suman los porcentajes del PP y del PCV-APR (1,87%), la votación del chavismo es superior a la del 2005, un piso de 20% sobre el total del electorado, que no tiene ninguna corriente gobernante en los países del grupo de Lima. Por lo tanto, la abstención no puede ser presentada a priori como una derrota del chavismo que logra el objetivo de recuperar el parlamento.
Pero tampoco la baja participación da motivos para celebración del chavismo. EL COVID, en uno de los países con mayor control de la pandemia no influyó en la baja participación. La participación de los barrios fue casi del 40%, pero en los urbanismos de clase media no llegó al 20%. Los equipos chavistas de movilización tuvieron dificultades para mover la gente a votar, sin choques hubo resistencia. Ciertamente la ausencia de polarización influyó, incluso Maduro retó a la derecha anunciando que si ganaban de nuevo el parlamento renunciaría, tratando de aupar la confrontación y animar el sentimiento chavista, pero no surtió efecto. El problema es que sin haber apoyo a la derecha si hay descontento, falta de esperanzas y a un importante sector de la población, sobre todo los más jóvenes, lo ha ganado la apatía y la despolitización, incidencia del retroceso impuesto por la situación económica.
LA DEBACLE DE LA DERECHA
El dominio de EEUU sobre la actividad opositora desde 1999, ha producido una metamorfosis de la oposición. Los partidos del Pacto de Punto Fijo que dominó al país durante cuarenta años, AD (socialdemocracia) y COPEI (socialcristiano), agregando los que provenían de la vieja izquierda, el MAS (con un breve paso por el chavismo) y CAUSA R, implosionaron cuando la actividad golpista en el primer gobierno de Chávez se centró en la sociedad civil evitando los viejos partidos. Centenares de ONGs y “grupos sociales” surgieron al son de la danza de dólares que la NED repartía para financiar la actividad opositora. Luego del fracaso del golpe y el paro petrolero, la “sociedad civil” sucumbe con el triunfo de Chávez en el referéndum revocatorio (2004).
Como partido, apenas AD sobrevive, el único con presencia importante, vestigio del arraigo popular de esa organización en la etapa previa al chavismo. Los otros se reducirán a pequeños grupos. De los restos de la “sociedad civil” surgirá Primero Justicia (PJ), organizado por el IRI, brazo internacional del Partido Republicano y la UNT, escisión de AD, principalmente en el estado Zulia, que había sido un bastión fundamental de la sociedad civil. Muchas ONGs también derivaran en pequeños partidos de derecha. Posteriormente la CIA usará sectores juveniles de clase media para crear grupos de choque de ultraderecha, que serán los actores de las guarimbas a partir del 2006. Aunque inicialmente los vinculan a PJ, terminan creando la organización de ultraderecha Voluntad Popular (VP) y otros pequeños grupos.
La actividad opositora fueron las guarimbas y las acciones terroristas, que incluyen el asesinato de varios líderes chavistas (Danilo Anderson, Eliezer Otaiza, Robert Serra entre otros), sin embargo, el mayor triunfo de la derecha será por la vía electoral al ganar las parlamentarias del 2015, logrando casi un 56% (un 36% del padrón electoral) y la asignación de un 65% de los diputados. Había una ofensiva imperialista sobre América Latina desplazando los gobiernos progresistas de la década anterior, la muerte de Chávez había sido un impacto negativo y a nivel interno, la combinación de los efectos del bloqueo, la caída de los precios petroleros, el ataque a la moneda y el saboteo productivo, habían destrozado la economía con fuerte predominio estatal y muy dependiente de importaciones, que se había construido en la etapa previa como transición al socialismo. Largas colas de personas buscando los bienes esenciales era habituales. Los EEUU lograron reunir el archipiélago opositor alrededor de los “cuatro grandes” (los 4G que son: AD, PJ, UNT, VP), y la consigna fue llamar a la población “a hacer la última cola”. Efectivamente, amplios sectores de clase media, que normalmente no participan, entonces creyeron que un triunfo de la derecha acabaría el bloqueo y el saboteo que afectaba la economía.
El coyuntural triunfo electoral los lanzó en una estrategia golpista que condujo a nuevos fracasos. La imagen de una “inminente caída de Maduro”, propiciada por la estrategia mediática internacional, convirtió a la oposición en una federación de aspirantes presidenciales ávidos de asumir el gobierno que supuestamente caería en pocas semanas. El triunfo de 2015 y la estrategia golpista posterior fue el inicio de la debacle opositora, debacle a la que también fueron arrastrados grupos que se desprendieron del chavismo buscando la conformación de un centro político (ni chavismo ni derecha). La estrategia golpista desembocó en las guarimbas de 2017, que marcó el momento más alto de la lucha opositora con predominio de la ultraderecha, derrotadas por la movilización y resistencia de la población.
La estrategia de gobierno paralelo, implantada en enero de 2019, para desconocer el triunfo de Maduro en las elecciones de 2018, no se da en medio de un ascenso de la oposición sino en medio de su debacle. Es un hito que por algunas semanas detiene la caída, para luego volver a caer, esta vez en picada. Guaido era un total desconocido, un operativo de la CIA, cuadro de segunda línea de VP, que asume la presidencia de la AN como parte del pacto de rotación de los 4G. La improvisada estrategia dictada por los EEUU, tuvo resistencia inicial de la propia oposición que no le reconocía ningún liderazgo, obligando a Guaido a autojuramentarse en una asamblea en una plaza, a pesar de existir un parlamento dominado por la oposición. EEUU debió reconstruir la unidad tras Guaido a fuerza de dólares y la promesa de intervenir “para una pronta salida de Maduro”.
Efectivamente, al cumplirse los 30 días del gobierno paralelo, se intenta introducir por la fuerza una ayuda humanitaria desde Colombia, como parte de un plan para establecer un “territorio liberado” al lado de la frontera, que con apoyo internacional sirviera de cabeza de playa contra el gobierno. Pero el intento fue derrotado nuevamente por la movilización y resistencia de la población, además de una total ausencia de movilización interna favorable a la agresión. Dos meses después del fracaso de la ayuda humanitaria, en abril, se lanzan en una caricatura de alzamiento militar, nuevo fracaso alimentado por la falsa idea de una fractura en la fuerza armada bolivariana que dejó en ridículo a los servicios de inteligencia norteamericanos.
La triste historia del gobierno paralelo después de esos fracasos se reduce a más de sesenta convocatorias a protestas con escasa asistencia, incluyendo 29 llamados fallidos a paro nacional y al comienzo de la cuarentena, una incursión desde Colombia de casi un centenar de mercenarios que fue aplastada por la acción de las milicias populares. Pero al margen del fracaso político interno del gobierno paralelo de Guaido, se han implementado mas de trescientas medidas coercitivas de parte de EEUU, secundadas por la UE y el grupo de Lima, que han recrudecido la difícil situación económica interna, y la “actividad opositora” se convirtió en un próspero negocio a costillas del pueblo venezolano.
Miles de millones de dólares provenientes de aportes de EEUU, la UE y otros gobiernos para “la instauración de la democracia en Venezuela” y del embargo de cuentas, bienes y empresas del estado venezolano en el exterior, son administrados por el gobierno paralelo, al que los propios opositores llaman la “Corporación Guaido”. En estos dos años, con recursos que triplican el presupuesto nacional, mientras a la población se le cierra el acceso a medicinas, alimentos e insumos para la industria, la “Corporaciòn Guaido” financia el alto nivel de vida de la mayoría de los líderes opositores que se han trasladado al exterior, operadores de redes y medios, bufetes de abogados y asesores económicos, funcionarios de gobiernos extranjeros, el funcionamiento y operación del grupo de Lima, ONG´s y grupos vinculados a la actividad contra Venezuela en el exterior.
Las desavenencias por el manejo de los recursos controlados por la “Corporaciòn Guaido” han alimentado las rencillas internas, a lo que se suma en los últimos años, la actividad de grupos evangélicos como actores de la política opositora, en equivalencia a Brasil, que cuestionan la inoperancia de Guaido. Opositores denuncian el derroche financiando los que llaman “guaidolovers”, en detrimento de la actividad política interna prácticamente desaparecida. La mayoría de los “lideres” han buscado cualquier excusa para irse al “exilio”, así sea por una multa de tránsito, para acceder con mayor facilidad al torrente de dólares que financia la actividad contra Venezuela en el exterior. La oposición fue capaz de organizar una manifestación a favor de Trump en EEUU y no pudo montar una reunión en una plaza en Venezuela a favor de su política abstencionista. Las finanzas han sido la fuente principal de los enfrentamientos internos en los dos últimos años.
Ha sido de la propia oposición, y no del chavismo, de donde han surgido los escándalos de corrupción y negocios de la “Corporación Guaido”. Hace algunos meses, renunció la embajadora de Guaido en Chile denunciando que los recursos “democráticos” iban a grupos que los dilapidaban en fiestas. Previamente ocurrió lo mismo con el embajador en Colombia. Después de la derrota de Trump, renuncio la embajadora en Reino Unido, diciendo que había enormes deudas con ella y varios “operadores” en ese país, porque en EEUU estaban represando los recursos. El propio Elliot Abraham tuvo que responder, aclarando en rueda de prensa, “que los salarios de la oposición venezolana habían tenido un retraso administrativo pero que ya iban a ser pagados”. Tan escandalosa confesión de una “oposición asalariada” no inmuto a la UE, mucho menos al grupo de Lima.
En enero de este año, cuando debía producirse la rotación del presidente de la AN, y los EEUU decidieron prorrogar el “mandato” de Guaido para evitar los roces, se alzaron disidentes de varios grupos. El chavismo aprovecho para retornar a la AN y apoyar al bando contra Guaido, quien prefirió ausentarse para evitar la elección. Desde entonces funcionan dos AN, una en la sede oficial presidida por Luis Parra, escindido de PJ formando Primero Venezuela y otra por Guaido que funciona en salones de fiesta de residencias del este de Caracas, ambas inoperantes. Al cumplirse el periodo de la AN, las elecciones produjeron la previsible crisis. La decisión, sin asidero jurídico, de prorrogar el mandato de la vieja AN “hasta que caiga la dictadura” provocó hilaridad y nuevas escisiones en la oposición.
Ciertamente el gobierno aprovecho para incidir en la crisis, al favorecer judicialmente a los grupos disidentes, otorgándoles el control de las organizaciones y la representación electoral, pero es traída por los pelos, la campaña que señala que la oposición que participó en las elecciones fue confeccionada por Maduro para engañar a la comunidad internacional, estupidez que repiten algunos grupos de la izquierda. Todos los dirigentes y candidatos que participaron por la derecha, han estado asociados al golpe, al paro petrolero y a la estrategia de gobierno paralelo, algunos incluso formaron parte de la AN de Guaido y de su gobierno fantasma.
Los analistas mas serios reconocen, que los grupos participantes en las elecciones agrupan a la mayoría de los activistas opositores que aun militan realmente, sobre todo en los grupos evangélicos surgidos recientemente, que les permitió tener una expectativa mucho mayor al 8,5 obtenido. Pero tampoco participaron en un frente unido y se regaron en varias alianzas, principalmente, la de PDV-PV, escisiones de Primero Justicia y Voluntad Popular, y la Alianza Democrática donde tampoco presentaron listas únicas lo que disperso su votación y facilitó la mayor asignación de diputados al Polo Patriótico, que si presentó lista única.
Por eso, más allá de la campaña internacional contra el chavismo, los propios opositores dudan que aun participando todos juntos, sin llamar a la abstención, hubiesen derrotado al chavismo, y difícilmente hubiesen llegado al tope de 36% obtenido en 2015. La idea de que el descontento creciente contra la situación económica iba a favorecer a la oposición era una fantasía porque la gente los hace responsables de la agresión contra el país. Incluso los grupos que emigraron del chavismo en los años anteriores con una política nini (ni Maduro ni Guaido) se diluyeron entre el abstencionismo o candidaturas locales sin ningún peso ni figuración.
EL DESCONTENTO Y CRITICA CONTRA LA BOLIBUROCRACIA
Descartada la influencia de la derecha, la baja participación señala al chavismo. Incluso la votación a favor del Polo Patriótico, refleja un voto por la patria, anti imperialista y contra el bloqueo, pero también lleva una carga de critica y descontento contra el gobierno.
Cada vez hay más voces críticas dentro del chavismo contra la política económica, contra la creciente desigualdad social y contra la corrupción que se evidencia en el alto nivel de vida de una burocracia en el gobierno, en el partido y en el ejercito bolivariano. El creciente predominio de la burocracia, el retroceso del poder popular, el crecimiento de la despolitización es un triunfo indirecto de la agresión imperialista y del bloqueo, que no ha logrado derrotar a la revolución bolivariana, pero gana espacios en la desmoralización en la población. Despolitización y apatía que entra en los pasillos de gobierno donde hay desgano y descontento, y muchos funcionarios de dirección obedecen a lineamientos de grupos y camarillas, más que a la acción de gobierno. La corrupción gana terreno y también una tecnocracia neoliberal apolítica domina los espacios de decisión económica y de desarrollo. Eso es el logro de la agresión imperialista, una boliburocracia con apetitos burgueses.
Esa boliburocracia ha provocado desmoralización en la población, logrando lo que no ha podido la agresión imperialista, y un gran sector chavista que milita abnegadamente en defensa de la revolución, que entiende que el enemigo sigue siendo la agresión imperialista, se resiente del dominio de la burocracia y de los groseros privilegios de algunos grupos en el gobierno, vinculados a la corrupción y los negocios, mientras la mayoría de la población depende muchas veces sólo de los programas sociales.
El pueblo entiende las dificultades impuestas por el bloqueo, pero no entiende la ineptitud para perseguir a la corrupción, la especulación y los actores internos de la agresión imperialista. No entiende la enorme restricción salarial, de la que se responsabiliza a la caída del ingreso, cuando la burocracia pasea por costosos centros nocturnos, con lujosas camionetas y adquieren mansiones y fincas. Ese es el descontento que no solo está en la abstención, sino también en mucho de los que fueron a votar fielmente.
Ha habido varios planes, llenos de medidas neoliberales justificadas en la necesidad de romper el bloqueo, que para lo único que han servido es para aumentar la desigualdad social, estratificando la población a niveles anteriores a Chávez. Ciertamente ha mejorado el abastecimiento y ha proliferado el comercio, pero el pueblo sigue sometido a bajos ingresos e hiperinflación mientras otros se llenan los bolsillos. Hay gente que depende exclusivamente del CLAP y los bonos, y otros pasean forrados de lujos, y no estamos hablamos de la burguesía. La gente quiere defender la revolución, las conquistas logradas en estas dos décadas, enfrentar el bloqueo, pero odia los groseros privilegios de la burocracia y a la corrupción. Por eso hubo abstención entre el chavismo y fue difícil llevar la gente a votar, cuando se hizo evidente que la derecha no tenía posibilidad de triunfo.
Esa es la razón de la creciente disidencia dentro del chavismo, de las voces de protesta, del reclamo de que se haya abandonado la construcción del socialismo, que no se construya una economía soberana que enfrente al bloqueo. Ciertamente muchos errores cometidos en el pasado, aun con Chávez como presidente, permitieron que el bloqueo imperialista destrozara nuestra economía, pero mucha de la situación actual no es achacable solamente al bloqueo.
Con el nuevo plan, la Ley Antibloqueo, aumentaron las voces de protesta dentro del chavismo. Muchos no entienden que se “desapliquen” normas constitucionales y controles legales impuestos por la revolución con la intención de facilitar las inversiones extranjeras y nacionales, tampoco que empresas del estado pasen a manos privadas, muchos menos cuando estas fueron expropiadas a la burguesía en la década pasada. Puede ser táctico el aplicar determinadas medidas para lograr un repunte económico, pero lo que la gente mas teme, es que, a pesar del nombre de la Ley, no termine derrotando el bloqueo, y como ya ha pasado, termine fortaleciendo los negocios y la corrupción de la boliburocracia. La desaparición de la democracia revolucionaria que llenaba de asambleas las comunidades y los centros de trabajo, el retroceso en el debate político, aumenta la desconfianza de la base chavista.
La disidencia se hizo pública con mayor fuerza durante la confección de las listas de candidatos al parlamento. No se trata de las anteriores disidencias antichavistas, o que se decían chavistas anti Maduro pero terminaron haciendo coro a la derecha. Se trata de una vanguardia decididamente chavista y anti imperialista, que cuestiona el burocratismo, la corrupción y la desviación neoliberal en las políticas de recuperación económica. Cuestionan la imposición a dedo de candidatos, algunos sin arraigo ni trayectoria en la base chavista, por encima de los lideres naturales, de representantes de la lucha diaria contra el bloqueo. Eso dio nacimiento a la Alternativa Popular Revolucionaria (APR) que mas que una organización, es un movimiento crítico, contestatario dentro del chavismo.
Lamentablemente se cerraron los espacios a la discusión política, al debate democrático, y muchos fueron aplastados con métodos burocráticos. Se intervino descaradamente en las diferencias internas en los partidos del Polo Patriótico donde se reflejaba la misma discusión, favoreciendo las tendencias contrarias a apoyar a la APR. A diferencia de la elección de la Asamblea Constituyente en 2017, donde se permitió la expresión de todas las corrientes que quisieron presentar candidatos, en estas parlamentarias, la cerrada legislación electoral solo permite la expresión a través de los partidos, incluso en los candidatos nominales.
Las facilidades que se le dieron a la derecha para participar, tácticamente explicables, no se extendieron a los candidatos disidentes de la APR a quienes se les cerró toda posibilidad. Solo el PCV, que se separa del Polo Patriótico, mantuvo su tarjeta electoral que permitió la alianza con las corrientes disidentes del PPT, de Tupamaros y con algunos de la APR. Lamentablemente el Partido Comunista no es el mejor ejemplo de lucha antiburocrática y termino portándose igual que la criticada burocracia. En vez de poner su tarjeta y campaña al servicio de los candidatos de base, terminó poniendo la APR como cola de su política particular de enfrentamiento con el PSUV y Maduro, facilitando los ataques del PSUV señalándolos como un nuevo antichavismo.
A diferencia de los candidatos de la derecha, a los candidatos del PCV-APR no se les dio el acceso libre a los medios del estado, incluso en una presentación de Maduro explicando la ubicación en la pantalla electoral de los partidos del Polo Patriótico ocultaba con la otra mano la tarjeta del PCV. El victimizarse y acusar persecución, se convirtió erradamente en el eje de la campaña del PCV, e incluso hubo pronunciamientos del PC mexicano y del chileno “repudiando el ataque al PCV”. Esa campaña antimadurista y sectaria replegó a muchos que se identificaban con la APR, y las simpatías iniciales que despertó una lista alternativa chavista mermaron porque no se trataba de un cuestionamiento al PSUV, en muchos casos ni siquiera contra Maduro. No es verdad que todos en el gobierno sean agentes de la burocracia y la corrupción, tampoco lo son muchos de los candidatos en las listas del Polo Patriótico. Al final la alianza PCV-APR logró un sólo diputado, el presidente del PCV.
Pero la errada campaña del PCV no indica que las voces críticas y cuestionadoras del burocratismo y la corrupción en el PSUV y en el gobierno hayan terminado, bien sea como APR, por dentro o por fuera del PSUV, dentro o fuera del gobierno, el movimiento revolucionario se alza en defensa de la revolución, contra la boliburocracia, la “derecha endógena” que son la expresión interna de la agresión imperialista.
LA VERDADERA DISCUSION
Algunos dirigentes del chavismo, justificando aperturas a grupos de derecha, dicen que el país necesita un oposición decente y patriota, otros hablan de la necesidad de una “burguesía revolucionaria”. La revolución bolivariana no necesita una oposición de derecha decente ni indecente, y nunca hubo una oposición mas divorciada del concepto de patria, entregada totalmente al imperialismo como la venezolana, como lo señaló oportunamente José Vicente Rangel. Si tiene que surgir una oposición es por la izquierda, contraria al burocratismo y la corrupción. No van a conseguir jamás una burguesía revolucionaria. Chávez, en los primeros años de gobierno dio espacio suficiente para que un sector de la burguesía se redimiera, se sumara a la construcción de la patria, aun después del golpe de abril, y no logró nada, concluyendo que el socialismo era la única posibilidad de trascender al capitalismo.
No se trata de señalar quien es más traidor que quien, de pactos tras bastidores, ni de epítetos y acusaciones sin fundamento destinadas a destruir moralmente a compañeros. Pasadas las elecciones, se trata de abrir espacios al debate político en todo el movimiento revolucionario, para enfrentar el bloqueo imperialista, el burocratismo y la corrupción que son caras de una misma moneda, y ganarnos al pueblo, despegarlo de la apatía, para la reconstrucción económica del país, de un plan para lograr la soberanía económica y productiva.
Este nuevo parlamento, los diputados electos deben garantizar la participación protagónica de las comunas, de las organizaciones sindicales y campesinas, del movimiento estudiantil, de todos los organismos de base, para construir el plan de la patria libre, productiva, independiente y socialista. Con un 92% de los diputados no tiene sentido un orden cerrado en la discusión, al contrario, debe ser un debate abierto. El parlamento, los nuevos diputados deben promover el debate, dar espacio al movimiento de base colocándolo por delante, no al revés. Recuperar los espacios democráticos, las asambleas permanentes, el parlamentarismo de calle debe ser el objetivo principal.
El peligro de la derecha no estará en el parlamento, va a estar en la calle, en los actores internos de la agresión imperialista. Biden modificará el plan Trump, pero sólo para buscar la derrota de la revolución bolivariana, eso no cambiará. Por eso hay que avanzar en un plan para derrotar el enemigo interno. Los actores de la agresión imperialista deben ser estirpados, los que han vivido de los bienes y dinero embargado al pueblo venezolano, deben ser criminalizados y confiscados sus bienes y cuentas, asi como sus familiares y testaferros. Las empresas de los países que no reconozcan el derecho del pueblo venezolano a elegir su propio gobierno deben salir del país. No mas impunidad, no mas contemplaciones a los actores del imperialismo. Se debe convocar a los movimientos sociales, al movimiento revolucionario latinoamericano a una campaña por la disolución inmediata del grupo de Lima y al reconocimiento del parlamento venezolano.
La lucha contra el burocratismo y la corrupción debe ser un eje de la próxima etapa. Las comisiones de contraloría de la AN deben recaer en los diputados vinculados a las organizaciones del poder popular. Investigar los bienes y cuentas de todos los funcionarios de dirección en el gobierno. Retomar el golpe de timón del comandante Chávez.
El seguimiento y control, a partir del poder popular, del plan económico debe ser una orientación de todo el chavismo. No es cuestionable que se tomen medidas especiales para recuperar la economía, pero precisamente, por especiales deben ser especificas, con objetivos precisos y con total transparencia. No pueden ser planes generales ni secretos, como si fuera una acción militar. Hay muchos apetitos por rapiñar las empresas del estado y burócratas que quieren ser patrones, por eso todo debe ser muy claro y público.
Las conquistas, los derechos alcanzados, no se desaplican ni temporal ni definitivamente. Por ejemplo, la eliminación de los embargos de viviendas y la inamovilidad laboral son conquistas históricas de la revolución, no puede mañana alguien proponer “desaplicarlos” para favorecer la inversión de la banca inmobiliaria o del grupo Polar, porque lo que se reconstruye entonces son los bolsillos del capitalismo, no la economía. Si hace falta asociarse con inversores privados nacionales o extranjeros por situaciones puntuales, deben ser claros los objetivos, el porque se hace, de cara al país, al movimiento popular, con un seguimiento y control del cumplimiento del plan. Deben estar claro el origen de los capitales, el que quiera invertir en secreto por miedo al imperialismo, no nos sirve porque huirá a la más mínima presión.
Se trata de conquistar la soberanía económica y productiva, para construir la patria independiente y socialista, ese es el objetivo de la revolución bolivariana, para lo que se necesita generar un amplio movimiento chavista impulsando la revolución política contra la corrupción y el burocratismo.
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