El golpe genocida llevado a cabo por las Fuerzas Armadas fue parte de un plan continental orquestado desde el gobierno de Estados Unidos, para ponerle freno a las clases trabajadoras, a los pueblos, a las juventudes y a quienes enfrentaban los efectos de la dependencia económica, los planes de ajuste, la falta de libertades y a la propia cultura de dominación impuesta por el imperialismo y las elites latinoamericanas durante décadas.
En nuestro país, desde el gran levantamiento obrero y estudiantil del Cordobazo, en 1969, el régimen político tuvo que responder con la apertura democrática electoral, aceptando que regrese al país el único dirigente que podría salvar al régimen, Perón, cuyo partido estaba proscripto y concitaba el apoyo de la mayor parte de lxs trabajadorxs y el pueblo.
Sin embargo, el 1ro de mayo de 1974, cuando “el General” echó de la plaza a los Montoneros, su Gobierno desató a los chacales de la Triple A y los autorizó para que empiecen el baño de sangre que se inició asesinando delegadxs, obrerxs, dirigentes políticos, artistas y referentes de todos los ámbitos.
Esas mismas fuerzas paramilitares se integraron luego a los grupos de tareas y hasta les enseñarían a los militares acerca de la torturas y tormentos que se llevarían en los infiernos de los campos de concentración. Se calcula que entre 1973 y 1976 la Triple A cometió más de 1.000 asesinatos, los cuales eran anunciados públicamente.
El terrorismo de Estado fue impuesto por la necesidad de la clase capitalista de aplastar la lucha, la organización y la capacidad de resistencia de las masas trabajadoras. Con la gran gesta del Rodrigazo, quedaba claro que el propio peronismo, ya sin Perón, podía ser superado por un ascenso obrero y popular que ponía en peligro los intereses de la clase capitalista y del régimen que lo garantizaba.
El golpe genocida fue apoyado en primer lugar por los grandes empresarios, la iglesia, muchos partidos patronales y por supuesto la embajada norteamericana. Sus políticas favorecieron abiertamente a las grandes empresas imperialistas y a los bancos, quienes se alzaron con fortunas millonarias, especialmente con la deuda externa, que batió todos los récords en esos años.
Al finalizar la dictadura militar en 1983 la deuda que pesaba sobre el país iba a condicionar totalmente cualquier reconstrucción o desarrollo posterior. Antes de irse del poder, los capitalistas le pasaron la deuda de sus empresas al Estado argentino, en una estafa célebre orquestada entonces por Domingo Cavallo, que condenó a las masas trabajadoras a décadas de sufrimientos y privaciones.
La saña y el sadismo de los militares con personas indefensas, los secuestros, las desapariciones, las torturas, las violaciones, los asesinatos, los vuelos de la muerte, los robos de bebés, los robos de las riquezas de las víctimas, entre tantas otras, se explican por el objetivo del golpe, que era aterrorizar y paralizar a la población para imponer el plan imperialista.
Sin embargo, más allá de la profunda derrota infligida y de la eliminación física de miles y miles de compañerxs, desde la Guerra de Malvinas, las cosas comenzaron a cambiar y se inició una recomposición de las fuerzas obreras, populares, democráticas, que culminó con una derrota política de la dictadura, cuyas consecuencias vivimos hasta el presente.
La recuperación de las libertades democráticas no fue obra de los partidos patronales ni de quienes se llenaron la boca con esa palabra, sino de la tenaz y heroica lucha de las madres primero y de todas las organizaciones de derechos humanos, políticas, sociales, culturales que fueron poniendo los cimientos del Nunca Más, un lema que el propio régimen tuvo que adoptar para reacomodarse a los nuevos tiempos abiertos desde el fin de la dictadura.
Con avances y retrocesos, enfrentando los intentos de garantizar impunidad para los militares (Punto Final, Obediencia Debida, Indultos), la lucha democrática por Memoria, Verdad y Justicia se fue afirmando en la sociedad hasta conseguir que muchxs de lxs responsables de aquella barbarie estuvieran entre rejas.
Rendimos homenaje hoy a las y los 30 mil compañeras y compañeros desaparecidxs, que viven en la memoria de un pueblo que sigue luchando por sus intereses, enfrentando las políticas de hambre que se aplican para pagar una deuda externa que el pueblo no contrajo.
Hoy, enfrentando la pandemia que nos obliga a estar en cuarentena y no poder movilizarnos como todos los años, nos inspiramos en aquella generación que luchaba por un país y por un mundo diferente, escarmentada por el genocidio.
Rechazamos enérgicamente que se pretenda instaurar el Estado de Sitio, como piden algunos gobernadores, y advertimos que la cuarentena es para cuidar la salud, no para que las fuerzas de seguridad o las fuerzas armadas vuelvan a las prácticas represivas contra los sectores populares.
Exigimos un estricto control de los organismos de derechos humanos y anti represivos sobre las “tareas comunitarias” que desplieguen dichas fuerzas.
Nos sumamos al pañuelazo convocado por diversas organizaciones, para continuar esta lucha por memoria, verdad y justicia, contra todo intento de negacionismo o de “dar vuelta la página”.
¡30 mil compañerxs desaparecidxs PRESENTES!
¡AHORA Y SIEMPRE!
Opinión Socialista – 24 de marzo de 2020
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