Editorial de 28 de maio
La huelga de camioneros estremece a Brasil. Después de siete días de paralizaciones y bloqueos de carreteras, el desabastecimiento de combustible y alimentos afecta a todo el país. En los supermercados, algunos productos ya tienen los precios elevados por la escasez de mercancías. Además, las fábricas están con la producción parcial o completamente paralizada. Es decir, Brasil está paralizado por la huelga de camioneros.
Muy débil y acobardado, el presidente Temer hizo nuevas concesiones el último domingo (27) con la finalidad de poner un fín en la movilización, atendiendo parte de las reivindicaciones de los camioneros, como la reducción del precio del diésel – 46 centavos – por sesenta días y del precio mínimo de cargas y la gratuidad del peaje para camioneros que transitan vacíos, con el eje suspendido, entre otras medidas de negociación.
Sin embargo, este lunes por la mañana (28) todavía no estaba asegurado el término de la paralización. Mientras parte de los camioneros se preparan para retomar las actividades, otra parte afirma que la huelga sigue hasta el derrumbe del gobierno. Até o final do dia de hoje, ficará mais nítido se a greve seguirá ou não.
Después de clamar a la represión de las Fuerzas Armadas y de la policía militar contra los manifestantes, Temer retrocedió en la política y aprobó una medida que perjudica el conjunto de la población brasileña para negociar con los camioneros. La medida que propone tiene como objetivo baratear el diésel y, para eso, reduce el PIS y el COFINS, impuestos importantes en el financiamiento de la Seguridad Social. La solución debería ser otra. Es necesario reducir el precio de los combustibles y del gas de cocina – no sólo el precio del diésel – modificando, así, la política de precios de la Petrobras. Actualmente, la política de precios atiende exclusivamente a los intereses de los accionistas privados y de las petroleras extranjeras. Es necesario proponer una nueva política de precios que no reduzca las inversiones en las áreas sociales.
Una huelga progresiva, pero contradiciones
La paralización de la carretera cuenta con amplio apoyo popular y es protagonizada por camioneros autónomos, camioneros empleados – es decir, con sueldo mensual y contratados por empresas – y también por empresarios del sector de transportes. Es, por tanto, un movimiento policlasista, que involucra tanto a trabajadores como a los patrones. Sin embargo, es evidente el destaque de los camioneros autónomos en el movimiento. La paralización patronal (lockout) existió, aunque no haya sido el factor determinante de la huelga, que ahora enfrenta su período más radicalizado.
Por otro lado, la principal reivindicación – la reducción del precio de combustibles – es justa y sirvió como detonador de la rebelión popular.
Con la huelga, se evidenció la desastrosa política de precios de la Petrobras que oscila con los mandos y desmanes del capital internacional. Los sucesivos aumentos de precios de combustibles penalizan a la mayoría de la población e hieren la soberanía nacional. Solo los banqueros, las empresas petroleras extranjeras y especuladores internacionales lucran. Esta política sirve a la privatización de la Petrobras, que está a merced de los intereses del mercado financiero y no de las necesidades de los trabajadores y del desarrollo de la Nación.
El movimiento de los camioneros es progresivo por su principal reivindicación, por enfrentarse objetivamente a la política privatista de la dirección de la Petrobras y por estimular otras luchas de los trabajadores. Con todo, existen contradicciones significativas en el movimiento: la extrema-derecha y los empresarios disputan el sentido político de la huelga. Jair Bolsonaro, por ejemplo, cuenta con el apoyo de una buena parte de los camioneros y ha declarado su respaldo a la movilización, así como el grupo MBL y otras organizaciones de la extrema-derecha. Estos sectores se aprovechan de la crisis para enarbolar su bandera de “intervención militar”, que ha ganado fuerza en los últimos días, a pesar de la represión de las Fuerzas Armadas en las carreteras. Existe el peligro real de que el movimiento sea dirigido y capitalizado políticamente por las fuerzas reaccionarias.
Para que eso no ocurra, es necesario disputar los rumbos de la coyuntura en la cual la huelga se desarrolla. Los sectores de la izquierda que tratan la huelga como una expresión únicamente reaccionaria se equivocan y, por lo tanto, abren camino para la extrema-derecha aumentar y consolidar su influencia. Igualmente se equivocan las organizaciones de izquierda que menosprecian la participación empresarial y la influencia de las fuerzas políticas reaccionarias, mirando, así, solo a los aspectos positivos de la paralización.
Poner la clase obrera en marcha y frenar el avance de la extrema-derecha
Creemos que es indispensable apoyar a la huelga de los camioneros con un programa político independiente y que sirva a los obreros y enfrentar a los sectores de derecha y extrema-derecha que han actuado en el proceso. Por otro lado, es necesario aprovechar ese momento para poner en escena el movimiento organizado de otras categorías obreras, como los petroleros, electricistas, metroviarios, empleados públicos, profesores etc. Si la clase obrera se pone en marcha organizadamente, es posible obtener conquistas.
Los petroleros, la categoría estratégica y con mucha tradición de lucha, señalaron una paralización nacional de tres días el próximo miércoles. Este lunes, paralizaciones y manifestaciones ya ocurrieron en diversas refinerías y terminales petroleros de la Petrobras. Es, por tanto, una movilización imprescindible en la coyuntura actual y que debe ser apoyado por toda la clase trabajadora. En este momento de profunda crisis social y política, es necesario disputar la coyuntura a la izquierda, sin vacilaciones. Mientras el gobierno Temer agoniza, la burguesía está perdida y la derecha tradicional está acorralada, la extrema-derecha actúa con precisión para aprovechar en momento y ganar espacio. La gran mayoría de la izquierda y de las centrales sindicales están, hasta ahora, paralizadas en esta coyuntura crítica. El PT y la CUT, por ejemplo, ya no hicieron más que declaraciones protocolares y electoreras. Las centrales sindicales, de forma absurda, se pusieron como mediadora del conflicto, en vez de ampliar la lucha. Así facilitan el avanzo de Jair Bolsonaro y el discurso de la intervención militar. El candidato fascista tiene fuerza, pero aún no es la mayoría entre el pueblo y los trabajadores. La izquierda y los sindicatos tienen fuerza política para disputar el proceso.
En este sentido, las centrales sindicales, los movimientos sociales y partidos de izquierda precisan reunirse inmediatamente para marcar la fecha de un día nacional de lucha. Un día de paralización y movilización que enarbole la bandera de la reducción inmediata del precio de los combustibles y del gas de cocina sin reducción del financiamiento de la Seguridad Social, por la defensa de una nueva política de precios de la Petrobras y la dimisión del presidente de la empresa Pedro Parente, por la defensa de la Eletrobras contra la privatización, por trabajo, sueldos dignos, la revocación de la Reforma Laboral y el fin del congelamiento de gastos sociales. Es fundamental, también, defender una reforma tributaria que suprima los impuestos de los trabajadores y los más pobres y aumente la tasación de los más ricos, bien como defender a las libertades democráticas amenazadas, exigiendo la libertad de Lula y justicia para Marielle y Anderson.
La recuperación económica propuesta por Temer ha fracaso y la crisis social se profundiza todos los días. Dos años después del golpe, el desempleo ha aumentado – ya son casi 30 millones de brasileños desempleados o subempleados –, no hay más recursos financieros para la educación, salud y viviendas, los sueldos bajaron y la violencia social crece cada día. El programa económico de “ajuste” y “reformas” ha beneficiado solo los super-ricos, mientras la gran mayoría de la población vive el aumento de la pobreza y la desigualdad.
La clase trabajadora está pagando la cuenta de la crisis. El malestar es generalizado. Es momento de unir fuerzas para luchar y ponerse en marcha para impedir el avance de la extrema-derecha y capitalizar la justa reivindicación de los camioneros y el descontentamiento del pueblo trabajador.
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