Nuevamente, un resultado inesperado contradice las especulaciones electorales, sorprendiendo a analistas de todo tipo y color. Entre el hartazgo con el ajuste del gobierno y el miedo a la incertidumbre que traería un gobierno ultraderechista encabezado por Milei, el segundo sentimiento fue el que se impuso, permitiendo que Massa dé vuelta la elección.
El candidato oficialista terminó en primer lugar, con el 36,5%. Milei repitió su elección de las PASO (30%) y Patricia Bullrich salió tercera con el 24%, algo que pone en riesgo la continuidad de la coalición opositora. Por detrás quedaron Schiaretti (7%) y Miryam Bregman, que mantuvo los votos del FITU en las PASO, 2,7%.
Para Massa, con una inflación de alrededor del 130% anual, un 40% de pobres y más de la mitad de jóvenes bajo la línea de pobreza, entrar al balotaje, de por sí, representaba un logro improbable. Entrar en primer lugar es un triunfo en toda regla que podría darle impulso y permitirle hacerse con la presidencia si Milei encuentra un techo por debajo del 50%.
Massa se recuperó
Las medidas políticas tomadas durante las últimas semanas, como la devolución del IVA y las reformas al impuesto a las Ganancias, sumado a las alarmas que se encendieron entre amplios sectores por la amenaza a los derechos democráticos y sociales que representa Milei, terminaron por inclinar la balanza a favor del oficialismo.
Un importante sector de trabajadores, principalmente formales, se volcaron a votar en defensa de sus derechos adquiridos, aunque esto no debe interpretarse como un cheque en blanco al Gobierno. Sin embargo, no hay que desconocer que el 54% votó por opciones de derecha extrema (Bullrich) o ultraderecha (Javier Milei), por lo que el destino electoral está lejos de estar predefinido.
El derrumbe de Juntos por el Cambio probablemente anticipe su división. Mientras que Macri ya venía preparando el terreno para un acople con la fuerza de Javier Milei, los radicales tienden a una posición más hacia el centro, al igual que la Coalición Cívica. Cómo se dividan los votos de la coalición opositora será clave para definir la elección.
La votación convocó al 74% del padrón, 5 puntos más que en las PASO, donde había votado el 69%, marcando un récord histórico de ausentismo, con 10 millones y medio de ausentes a las urnas. Sin embargo, la participación estuvo 7 puntos por debajo de las presidenciales del 2019, donde votó el 81%. Es decir que, a pesar del festejo oficialista, la crisis de representación está lejos de haber sido superada, no sólo por la gente que no fue a votar, sino por aquellos que optaron entre el menos malo, sin sentirse representados por ninguna opción.
Un nuevo panorama político
A pesar del eventual triunfo de Massa, la novedad en la política argentina sigue siendo la irrupción de la ultraderecha, agrupada tras la candidatura de Javier Milei, como fuerza con influencia de masas en el país.
Más allá del resultado final de las elecciones, la convivencia y el enfrentamiento político ideológico contra esta nueva formación política que busca que la lógica de mercado penetre en cada poro de la sociedad, que amenaza las libertades democráticas, el derecho a la protesta y una sociedad en beneficio de los empresarios y especuladores, será parte de las tareas permanentes de los movimientos de lucha y resistencia en el próximo periodo.
A pesar de que la ultraderecha no cuenta aún con una fuerza orgánica capaz de ir al choque en defensa de sus ideas reaccionarias, el fracaso a ambos lados de la grieta amenaza con posibilitar el crecimiento de sectores que representen una verdadera amenaza, política y física, para el activismo, los movimientos de lucha y los sectores populares.
Fracasos a ambos lados de la grieta
El bicoalicionismo de la política argentina, herramienta que vino a reemplazar al bipartidismo peronista-radical tras la crisis del 2001, terminó por derrumbarse tras los fracasos a ambos lados de la grieta, dando lugar al escenario tripartito actual.
El 54% votó por opciones de derecha extrema (Bullrich) o ultraderecha (Javier Milei), por lo que el destino está lejos de estar predefinido.
Cuando Macri quiso avanzar con las reformas estructurales (previsional-laboral), la resistencia de la clase trabajadora organizada lo enfrentó en las calles con las jornadas del 14 y 18 de diciembre de 2017, hiriendo de muerte al gobierno, que tuvo que recurrir al FMI para financiar el gradualismo en el ajuste. También encontró una fuerte oposición cuando quiso aplicar el 2×1 a los genocidas o cuestionar el número de desaparecidos. Estos límites de radicalizarse hacia la drecha posibilitaron la ruptura de una parte de su base y el surgimiento de La Libertad Avanza.
El frente de Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa asumió entonces con la promesa de volver a encender la economía y terminar con el ajuste macrista. En su lugar, el Gobierno legitimó el pacto y ajuste del FMI y permitió que se desarrolle un deterioro de los salarios por inflación. La pandemia y la sequía sirvieron como excusa para una gestión que llevó la pobreza al 40% de la población, la mitad de los adolescentes y niños, y el nuevo fenómeno de los trabajadores formales pobres.
La irrupción de Javier Milei
Luego de la profunda decepción con el Frente de Todos, la ultraderecha logró penetrar entre bastiones históricos del peronismo, apoyándose en la crítica a la casta política como chivo expiatorio y presentando la dolarización como una solución ultra liberal al problema de la inflación y el estancamiento.
Otro factor relevante para entender su crecimiento es la desmovilización que trajo la pandemia, pero también el rol nefasto que jugaron las centrales sindicales peronistas, que desde el macrismo comenzaron una campaña anti-movilización. Una actitud que debilita al movimiento obrero, haciéndole perder noción de su fuerza organizada.
Sin embargo, la clase trabajadora argentina conserva una gran tradición de lucha sindical, democrática, experiencias como la rebelión del 2001 y, más de largo alcance, como la lucha por los derechos humanos. Esas reservas de conciencia y organización, especialmente de los trabajadores formales, terminaron reaccionando frente a la amenaza de la ultraderecha, dándole la victoria al oficialismo, a pesar del descontento creciente con la situación económica actual, de la cual nadie es ajeno.
La votación contra la ultraderecha, lejos de ser un cheque en blanco, debe ser un punto de apoyo para organizar la resistencia contra los ajustes, por las reivindicaciones de los de abajo, y contra los ataques de la ultraderecha.
La elección de la izquierda
El Frente de Izquierda tuvo un rol destacado en los debates políticos, donde Myriam Bregman señaló los vínculos de Milei con el poder económico, además de contestar las nefastas declaraciones negacionistas del candidato.
Esta intervención destacada, sumada a una tradición militante permanente del trotskismo en nuestro país, permitió que, a pesar de que un sector de los votos de activistas de vanguardia fugaron hacia Sergio Massa, y en un crecimiento de 7 puntos del candidato oficialista, la izquierda logró, sin embargo, mantener el mismo porcentaje de las PASO, 2,6%, y conquistar dos diputados nacionales. Algo para nada despreciable.
Pero el hecho de que el trotskismo tenga un techo que no ha podido superar en los años de existencia del FITU, nos remite a un debate estratégico de balance. Esto se debe a factores objetivos, como la falta de radicalización en la lucha de clases, pero también a la incapacidad de articular una estructura orgánica que supere lo meramente electoral entre las fuerzas de izquierda y, aún más importante, a la falta de instalación de un programa que convenza progresivamente de su afán de gobernar. Que presente propuestas socialistas ante los problemas que preocupan a la mayoría de la clase trabajadora y los sectores populares. En resumen: a nadie le queda claro qué haría la izquierda para salir de la crisis.
Como parte del Frente de Izquierda, creemos que los cambios en el escenario político, con la crisis creciente de representación, los fuertes choques sociales que hay en el horizonte y el crecimiento de la ultraderecha nos obligan a repensar la táctica y estrategia de la izquierda, superando las lógicas mezquinas y autoproclamatorias, que representan obstáculos para nuestro desarrollo.
Lucha de clases y elecciones
Algunas fuerzas de izquierda insisten en la idea de que las elecciones son solamente una expresión cristalizada, superestructural, de una determinada relación de fuerzas entre las clases sociales, y que las batallas decisivas serán en las calles.
En términos generales esto es correcto, pero la lucha de clases se expresa en todos los terrenos, incluso en batallas tácticas como un balotaje en el que no hay una perspectiva estratégica de las clase trabajadora, pero sí se definen aspectos centrales que harán a las condiciones en las que se desarrollará la lucha en el próximo periodo.
Consideramos que la izquierda debe tomar partido en el próximo balotaje, votando a uno de los dos enemigos de la clase trabajadora que disputarán la presidencia del país.
Lo que representa Sergio Massa
Sergio Massa representa un giro a la derecha del peronismo. Su proyecto, en sintonía con lo que proponía Horacio Rodríguez Larreta de cara a las PASO, es un gobierno de Unidad Nacional que aplique las medidas de ajuste dictadas por el FMI, conteniendo al movimiento obrero y popular mediante el arbitraje de los sindicatos y movimientos sociales. Aumentando las tasas de explotación, permitiendo una reforma laboral de hecho, gremio por gremio, acordada con los sindicatos para garantizar súper ganancias a los capitalistas industriales.
Además, su salida para desarrollar la economía consiste en la entrega total de nuestros recursos naturales, el litio, el gas, la minería, el petróleo, a multinacionales extranjeras, dejándonos a nosotros las graves consecuencias ambientales. Sumado a esto, el enriquecimiento irrestricto de los capitalistas del campo, que fueron beneficiados por varias entregas del dólar diferencial.
La amenaza de Javier Milei
Javier Milei, por su parte, representa una ruptura por derecha con el órden económico establecido. La pérdida de la moneda nacional, una liberalización extrema de la economía que pulverizará los salarios y destruirá las estructuras no competitivas, que dependen, en muchos casos, de la ayuda estatal para funcionar.
Su programa contiene el desmantelamiento de conquistas históricas como la educación y la salud pública, además de el retroceso cultural que representa su intento de aplicar lógicas de mercado a todos los ámbitos de la vida social y política, incluyendo aspectos aberrantes como la idea del mercado de órganos o la venta de niños.
Además, su fuerza es opositora al derecho al aborto y los derechos de las disidencias sexuales y de género. Sus exabruptos violentos contra el socialismo y sus amenazas a pasar por plebiscito las medidas en las que no consiga apoyo parlamentario, como la dolarización, auguran un gobierno autoritario de atropello a las instituciones.
Mientras el peronismo bajo Massa plantea un gobierno peronista liberal conteniendo al movimiento obrero organizado, Milei expresa la destrucción de todo espacio de organización sindical y social, una lógica de mercado que penetre hasta el último poro de la sociedad civil, que en los hechos significa ser esclavos del siglo XXI, sin derechos laborales y democráticos. Para esto necesita de un régimen autoritario y de disciplinamiento de la sociedad a través de la represión y el miedo.
Elegir el enemigo
Por lo tanto, no es simplemente una elección entre dos variantes del ajuste, se trata de elegir entre un enemigo enmarcado en un plan de ajuste bajo las reglas democráticas-institucionales del sistema, o el de un candidato que apunta a la destrucción autoritaria de los sindicatos, los movimientos sociales y los partidos de izquierda para aplastar la resistencia de la clase trabajadora y demás movimientos de lucha.
En ese marco, creemos que el voto para evitar que gane Javier Milei es una opción táctica viable, sin depositar ningún gramo de confianza en que la continuidad de la gestión peronista del país genere por sí misma un mejoramiento de las condiciones de vida de la clase trabajadora.
Al mismo tiempo, hay que fortalecer los espacios de resistencia y organización sindical y social, para luchar por las conquistas democráticas, económicas y populares que amenaza tanto la ultraderecha como el gobierno y su pacto con el FMI, en el camino de abrir una perspectiva que sea realmente de los trabajadores.
Es decir, consideramos que la tarea inmediata es dedicar nuestros esfuerzos a realizar una fuerte campaña contra Milei y para preparar la resistencia contra el ajuste que se viene, gane quien gane.
A esa tarea nos abocaremos en el próximo periodo. Invitamos a todo activista, militante político, sindical y social a ser parte de nuestra campaña. ¡Unite a la Resistencia!
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