Como la gigantesca erupción de un volcán, en medio de un brutal pico de la pandemia y afrontando los riesgos que ello genera, el pasado 28 de abril (1) centenares de miles de colombianos se volcaron a manifestaciones a las calles y plazas del país. Respondieron así a la convocatoria hecha semanas anteriores por las centrales sindicales, respaldada por la totalidad de organizaciones populares, para la realización de un paro nacional.
En los días siguientes y hasta hoy Primero de Mayo, a pesar de que no haber sido esa la orientación de la cúpula sindical, las manifestaciones continuaron en varias ciudades. En Cali a pesar de la fuerte militarización y represión (2), en Bogotá con bloqueos y marchas que han paralizado el transporte masivo (Transmilenio); en Medellín una movilización rompió los cercos del ESMAD (Escuadrón Móvil Antidisturbios); en todo el país con fuertes enfrentamientos y represión de la Policía. La mayoría de estas manifestaciones se realizaron rompiendo el toque de queda impuesto por los alcaldes.
La brutal campaña desatada por el gobierno a través de los medios de comunicación para atemorizar a la población con el riesgo de contagio por el Covid, que incluyó fallos judiciales de última hora prohibiendo las concentraciones, fue respondida por centenares de pancartas de los propios manifestantes que decían: “Si un pueblo protesta y marcha en plena pandemia es porque su gobierno es más peligroso que un virus”.
La reforma tributaria: más mortal que el Covid-19
A la tenebrosa pero categórica conclusión de que el gobierno de Iván Duque es más mortal que el Covid han llegado millones de colombianos luego de soportar durante meses el accionar del mismo que, con el más absoluto desparpajo, aprovechó la pandemia para profundizar el ataque a derechos de los trabajadores; ataque que ya venía desarrollando desde antes.
El proyecto de reforma tributaria que presentó al Congreso la semana anterior al 28 de abril fue la copa que rebosó el vaso y desató la explosión. El paro había sido convocado desde semanas antes para rechazar la reforma al sistema de salud (que entrega a los pulpos financieros lo poco que queda de salud pública); para rechazar los cambios en la legislación laboral que abren mayor espacio al trabajo por horas (trabajo precario); para protestar por los asesinatos que día a día se suceden contra líderes de comunidades campesinas, indígenas y populares y de casi tres centenares de ex combatientes desmovilizados de las antiguas FARC; para protestar ante un plan de vacunación de los más tardíos y lentos de América Latina; para exigir plenos derechos laborales para los miles trabajadores y trabajadoras de la salud que han arriesgado su vida en los intentos de salvar pacientes del virus, soportando condiciones laborales de sobre-explotación y sin garantías suficientes de equipo de protección (3).
El proyecto de reforma tributaria, absolutamente regresivo, busca recaudar hasta 24 billones (millones de millones) de pesos (cerca de 6.000 millones de dólares); recursos que serían destinados a favorecer a los grandes empresarios y a las multinacionales, como lo ha hecho desde antes y durante la pandemia y continuar el pago cumplido de las cuotas de capital e intereses exigidos por los organismos financieros del imperialismo (FMI, Banco Mundial, etc.). Se proponía el gobierno aumentar hasta el 19% el impuesto a los huevos, al chocolate, a todos los productos básicos de la canasta familiar y ¡hasta a los servicios funerarios! ¡Buen negocio en medio del pico de más de 400 muertes diarias por el Covid! Además, con fuertes afectación a las rentas salariales mayores de 600 dólares y a pensiones, lo que golpeaba a la clase media de forma directa.
Ese proyecto reventó el último tapón que contenía el magma hirviente de la ira popular y de sectores medios de la población. Esa ira se ha expresado, en lo fundamental, a través de los jóvenes que son la fuerza mayoritaria en las manifestaciones y que son los más golpeados por el desempleo y muchas de las medidas del gobierno.
Se generó un amplio y profundo rechazo y se potenció, hasta un nivel no visto antes, la fuerza y masividad de la protesta popular que se desencadenó el día 28. Sólo así se explica que el paro, si bien el Comando Nacional de Paro lo había convocado solo con un día de duración, haya tenido continuidad en algunas ciudades (como Cali) y se hayan realizado múltiples manifestaciones en los días siguientes hasta las conmemoraciones del Primero de Mayo en que, venciendo el temor al contagio, se realizaron en forma presencial marchas en muchas otras ciudades.
Las Centrales Obreras, encabezadas por la CUT, trataron de contener el desborde del movimiento, convocaron a un 1º de mayo virtual para que los trabajadores sindicalizados no salieran a las calles y así evitar todo contacto con el alzamiento juvenil y popular; pero, como es un día festivo, algunos sindicatos de base realizaron convocatorias o se sumaron con sus pancartas a las marchas multitudinarias. Se demostró un desacato a la orientación de las direcciones burocráticas congregadas en el Comando Nacional de Paro.
Fisuras en la burguesía
Durante su mandato, iniciado en agosto de 2018 y que finaliza en agosto de 2022, el gobierno de Duque ha tenido el apoyo mayoritario de los partidos burgueses (Liberal, Conservador, de la U, Cambio Radical) en sus medidas económicas y sociales contra la población; a pesar de ser un gobierno que expresa a la fracción más reaccionaria encabezada por el ex Presidente Álvaro Uribe Vélez, quien actúa como “presidente en la sombra”, agente directo de la fracción Trump de la burguesía norteamericana. Este comportamiento es típico de los gobiernos que durante décadas representan el régimen político del país: un régimen profundamente reaccionario, asesino directo de quienes encabezan las luchas por mínimas que ellas sean; un régimen bonapartista reaccionario revestido de un ropaje democrático parlamentario.
Las diferencias inter-burguesas que existieron hasta antes de la presentación de la reforma tributaria han sido, en lo fundamental, sobre la implementación de los Acuerdos de Paz suscritos con las FARC, hoy partido Comunes. No hay que olvidar que la fracción burguesa de Uribe se opuso a tales acuerdos, habiendo logrado ganar el No en el plebiscito de 2016 con el cual el gobierno Santos buscó refrendarlos.
Pero pudo más el descontento popular que la unidad de la burguesía y algunas de sus expresiones políticas burguesas (Partido Liberal, Cambio Radical) decidieron tomar distancia del gobierno. Lo hacen así, ante todo, porque ya el país está inmerso en la campaña electoral parlamentaria y presidencial de marzo y mayo de 2022, respectivamente, y temen un volcamiento del descontento popular hacia la expresión “más a la izquierda” que aparece en el espectro político, encarnada en Gustavo Petro, quien obtuvo 8 millones de votos y asumió una curul en el congreso como oposición al entrante gobierno de Iván Duque del Centro democrático que comanda Álvaro Uribe.
Álvaro Uribe Vélez, verdadero “presidente en la sombra”, ha sido acusado de patrocinar a las bandas paramilitares causantes de miles de muertos en decenas de masacres en años anteriores. Durante su gobierno se desarrolló la orientación militar que concluyó en los denominados “falsos positivos” (4). Actualmente enfrenta un proceso judicial por sobornar falsos testigos para protegerse en los procesos que le vinculan a crímenes de Estado. Renunció su curul del Senado para que los altos tribunales no le procesaran; pasando a estrados ordinarios, donde cuenta con toda la maquinaria judicial que le ha protegido y encubre sistemáticamente.
Un obstáculo a vencer
Las movilizaciones del 28 de abril aparecen como una nueva explosión de un proceso profundo que viene de años atrás. A finales de 2018 el movimiento estudiantil desarrolló masivas manifestaciones por la defensa de la educación pública, universitaria en especial, exigiendo al gobierno solución al déficit presupuestal. Miles y miles de jóvenes recorrieron las calles de las ciudades fogueándose en jornadas masivas de protesta que obligaron al gobierno a asumir compromisos –luego no cumplidos cabalmente.
Ante la profunda crisis social y las medidas antipopulares del gobierno, el 21 de noviembre de 2019 –aprovechando también la fisura que abrió la Dirección Sindical al convocar un Paro Nacional y al calor de procesos de movilización como los de Chile y Ecuador – se realizó un paro con similitudes al actual, con grandes manifestaciones. Allí, igual que en el paro actualmente en curso, la juventud jugó un papel de primera magnitud, siendo el componente mayoritario en las manifestaciones.
Posteriormente, en medio de la pandemia, ante el brutal asesinato por la policía de un estudiante en el barrio Villa Luz de Bogotá, en la noche del 8 de septiembre de 2020, el día 9 se presentaron violentos enfrentamientos en decenas de barrios de Bogotá, como protesta ante ese hecho; con un saldo de 9 muertos y 521 heridos según los datos oficiales lo que hasta la alcaldesa de Bogotá catalogó como una masacre.
La capacidad de lucha y movilización de miles y miles se ha mantenido en los últimos años, pero, también, la orientación de las fuerzas políticas supuestamente “de izquierda” (que controlan la mayoría de las organizaciones sindicales y sociales) ha sido la misma: utilizar la movilización popular como plataforma y apoyo para su estrategia electoral. Ninguna de esas fuerzas, ni siquiera la Colombia Humana encabezada por Petro, tiene como estrategia propinar al gobierno una derrota que lo obligue a echar atrás por lo menos algunas de las medidas y que frene otras nuevas. Con completa desfachatez el senador Gustavo Bolívar, de Colombia Humana, señala en un vídeo en medio de las actuales movilizaciones que hay que “tener paciencia” pues la derrota al gobierno será en el 2022, en las elecciones.
El dominio de esas fuerzas políticas reformistas y conciliadoras con el gobierno en la dirección de la gran mayoría de organizaciones sindicales y populares es el talón de Aquiles del movimiento. Mientras no se avance sólidamente en superar esa debilidad estructural la fuerza de la movilización continuará disipándose cual vapor que sale de la caldera, pues sólo orientada por una dirección que se proponga, como mínimo, derrotar con esa misma fuerza al gobierno será posible dar nuevos pasos hacia adelante. Es necesario fortalecer, con una política de unidad, los embrionarios organismos que se proponen construir una dirección alterna a la actual conducción de las Centrales sindicales. La coordinación y unificación de una dirección alterna para el movimiento es un requisito para el avance y solidez del mismo.
NOTAS
(1) Quando fechávamos esta edição soubemos que o governo colombiano, neste domingo, recuou do Projeto de Reforma Tributária no Parlamento, o que já uma primeira vitória da greve geral e das mobilizações. No entanto, o conjunto das reivindicações não forma atendidas e é necessário continuar com as mobilizações. (Nota da Redação)
(2) Según la ONG Temblores entre el 28 y el 30 de abril se reportaron 851 casos de violencia policial y “miembros de la Policía, de manera deliberada y premeditada, asesinaron a al menos 10 personas en medio de las protestas convocadas a lo largo y ancho del país”. Se desconocen los datos de muertos en la represión contra manifestaciones el 1 de mayo Ver: https://www.elespectador.com/noticias/politica/al-menos-10-personas-muertas-por-la-policia-el-balance-de-temblores-de-las-marchas/
(3) Con la pandemia y las medidas adoptadas la crisis social se agravó hasta niveles sin precedentes. Más de 4 millones de personas perdieron su empleo y hay millones que sobreviven con solo una comida al día.
(4) Ejecuciones extrajudiciales de civiles no relacionados con el enfrentamiento armado para demostrar eficiencia de las Fuerzas Armadas en el combate a las guerrillas. Por cada “positivo” los mandos militares recibían recompensas en dinero, descansos o ascensos. Según las últimas investigaciones de la Jurisdicción Especial para la Paz la cifra llegó hasta 6.402 inocentes asesinados.
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