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Las lecciones de Bolivia: una derrota para la ofensiva imperialista

Elio Colmenarez, Caracas (Venezuela)

“Mi pequeña pero valiente Bolivia, mi hija predilecta, la más aparente débil de mis creaciones, pero grande en sus orígenes de lucha“ (Simón Bolívar, 1825).

Hace un año los países andinos eran estremecidos por manifestaciones que, con distintos niveles de violencia, acorralaban los gobiernos de Colombia, Ecuador, Perú y principalmente Chile, la nave nodriza del neoliberalismo. En medio de ese ascenso, en Bolivia ocurría una situación de signo contrario: la reelección de Evo Morales era desconocida por protestas organizadas por la ultraderecha, a lo que se sumó la declaración de la OEA sobre un supuesto fraude que justificaron un alzamiento de la policía y el pronunciamiento del alto mando militar pidiendo la renuncia de Evo, concretando el golpe militar que permitió a EEUU imponer una autoproclamada presidenta, Jeannine Añez, sacándose la espina del fracaso del autoproclamado de Venezuela, Juan Guaido, que entonces completaba once meses de fallidos intentos de desalojar el gobierno de Maduro. En menos de 48 horas, los gobiernos lacayos de EEUU, en particular el Grupo de Lima y la UE, reconocieron la “legitimidad” del nuevo gobierno.

Esta semana, el pueblo boliviano, con dignidad y entereza, después de un año de lucha enfrentando la dura represión militar y policial, se expresó en un proceso electoral varias veces pospuesto, derrotando al gobierno surgido del golpe, dando al MAS un 53%, según el cómputo oficial del Tribunal Superior Electoral (TSE) después de tres días de silencio, con una contundente ventaja de 25% sobre su más cercano competidor. La derrota del golpe de ultraderecha, a pesar de haber tardado un año y lograrlo a través de un proceso electoral, se equipará políticamente a la derrota del golpe de ultraderecha en Venezuela contra Chávez, en abril del 2002, que diera impulso a la revolución bolivariana.

La mentira mediatica imperialista

Inmediatamente la mediática internacional imperialista desató una campaña para justificar el golpe y demostrar un supuesto apoyo popular a la salida de Evo. La repetida estrategia acusó al gobierno de Evo de narcoterrorista, dictatorial, corrupto, violador de las leyes y de los derechos humanos, etc. Campaña que encontró eco entre sectores de izquierda en varios países, para quienes los errores, el personalismo de Evo y, sobre todo, la búsqueda de la reelección, fueron los que permitieron el desarrollo de la agenda golpista.

Los resultados electorales han desmontado campañas y argumentos que justificaron el golpe. La llamada “revolución de las pititas”, como se tituló a las violentas acciones de la ultraderecha, no pasó de ser un engaño mediático que terminó diluido pese a los libros, suplementos de periódicos e intentos por construir un relato de “liberación”. Un contundente 65% en La Paz sepultaron todo esfuerzo por mostrar respaldo al gobierno de Añez. Incluso en Santa Cruz, bastión de Camacho, el MAS logró sacar un significativo 35%. El famoso “voto útil” que vaticinaron expertos analistas que ya hoy retiraron de la web sus artículos previos, un supuesto voto duro anti MAS, el único partido sin perspectiva de crecimiento electoral, que aseguraba el triunfo de la derecha, aunque fuese en la segunda vuelta, termino esfumándose en medio del aplastante resultado electoral, que ni los más entusiastas seguidores del MAS esperaban.

El descarado papel jugado por la OEA en el golpe de noviembre quedó totalmente evidenciado. Las 86 mesas, donde la comisión de la OEA detectó “una desviación estadística imposible” por reflejar una votación al MAS superior al 90% y que, a pesar de representar menos del 0,1% del total de mesas, fue el argumento para considerar “irregular” el proceso electoral pasado, sucede que ahora no sólo superan el 90% sino que incluso aumentó la votación. Los “observadores internacionales” de la UE, que se niegan a participar en las elecciones parlamentarias venezolanas del venidero diciembre, argumentando falta de tiempo y de garantías, acudieron solícitos a Bolivia con un TSE intervenido por el gobierno de facto. Guardaron silencio cuando en medio de la votación, los “exit pool” empezaron a evidenciar la ventaja del MAS, y se desplegaron fuerzas militares para amedrentar la población, se ocuparon locales del MAS y se persiguió a “observadores” no afectos al gobierno, deteniendo incluso a una comisión encabezada por un diputado argentino. Tampoco se pronunciaron cuando el TSE suspendió el conteo e impuso silencio mediático cuando ya era público y notorio el triunfo del MAS, y que fuese la cadena Unitel, una de las de mayor audiencia y la más seguida esa noche, que por orden del TSE venía postergando sus proyecciones, la que de repente anunció los resultados del conteo rápido organizado por la empresa Ciesmori, que cayeron como una bomba entre las filas de la derecha. Bolivia ha puesto en entredicho el papel de esa “observación internacional” que ni miran ni ven la realidad y solo “observan” lo que conviene a la estrategia imperialista.

Un golpe facturado por las transnacionales

El papel de los EEUU en el golpe en Bolivia no solo se limitó al financiamiento, a través de la USAID, de los grupos conservadores y religiosos, base de la acción de la ultraderecha, desde el inicio del gobierno de Evo. A pesar de la aparente lealtad previa del alto mando militar, la mayoría de sus miembros, sobre todo Williams Kaliman, se formaron durante el gobierno de Evo, en WHINSEC, la escuela de entrenamiento militar en Fort Benning, Georgia, conocida en el pasado como la Escuela de las Américas. Al menos seis de los conspiradores militares del golpe del noviembre son egresados de esa escuela. Todos los comandantes de la policía boliviana, factor clave en el golpe y en la represión posterior, pasaron por APALA, un programa de “seguridad multidimensional” que trabaja para construir relaciones y conexiones entre las autoridades estadounidenses y los oficiales de policía de países miembros de la OEA. En 2018, Calderón Mariscal, el líder del levantamiento policial contra Morales, se desempeñó como Presidente de APALA, con sede en Washington.

El audio filtrado reportado en el sitio web de noticias boliviano La Época y por elperiodicocr.com revela la coordinación entre los actuales y antiguos líderes de la policía, el ejército y la oposición para provocar el golpe. Las grabaciones muestran el papel principal en la trama del ex alcalde de Cochabamba y ex candidato Manfred Reyes Villa, un ex alumno de WHINSEC que actualmente reside en los Estados Unidos, actuando en combinación con el general Siles Vasquez, el Coronel Maldonado Leoni, el Coronel Pacello Aguirre y el Coronel Cardozo Guevara, todos egresados de la WHINSEC. En los audios filtrados discuten planes para incendiar edificios del gobierno y que sindicatos pro-empresariales realicen huelgas. Se alude que el golpe sería apoyado por grupos evangélicos, el presidente colombiano Iván Duque y el brasileño Jair Bolsonaro. Los conspiradores mencionan el apoyo de los senadores estadounidenses Bob Menéndez, Ted Cruz y Marco Rubio, quienes dicen tener el oído de Donald Trump en lo que respecta a la política exterior del país en el hemisferio occidental.

Pero el papel clave del alto mando militar y la comandancia policial, en el golpe contra Evo, no oculta su objetivo económico. Al contrario del entorno latinoamericano, Bolivia fue el país con mayor crecimiento económico en la región en la última década, llegando a veces a superar el PIB nominal de EEUU y al de Panamá cuyo “milagro” económico es sostenido en la legitimación de capitales del narcotráfico en Norteamérica. A igual que Correa en Ecuador, Arce, el candidato del MAS y ministro del gobierno de Evo, resultaron muchachos rebeldes egresados de la escuela económica neoliberal de Harvard, y a pesar de su inclinación por los factores macroeconómicos, la panacea de medición impuesta por el neoliberalismo, la realidad es que el avance económico de Bolivia fue por la reversión del programa neoliberal de los gobiernos previos.

Las nacionalizaciones de los primeros años fueron, en términos reales, la reversión de las privatizaciones y entregas al capital privado, incluso del agua proveniente de los glaciales. Esta reversión permitió recuperar ciertamente el control sobre recursos minerales, pero en realidad lo que más hubo fue la renegociación de contratos con las empresas extranjeras que continuaron operando. Una docena de multinacionales suscribieron nuevos contratos con la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) y, entre otras cosas, se acordó el pago de un tributo sobre el valor de la producción de entre el 50 y el 85%, que en muchos casos ni existían apegados a la predica neoliberal de favorecer la inversión extranjera.

Al cambiar la política impositiva, aumentaron considerablemente los ingresos del Estado que permitió fuertes inversiones públicas y sociales, aumentando el nivel de vida de la población, la más empobrecidas de la región, creando una demanda interna inexistente durante décadas, que sostuvo un desarrollo productivo manufacturero, sobre todo de textiles, que previamente sólo eran maquilas para las grandes firmas norteamericanas y europeas. Un vocero del FMI confesó a la BBC en 2019, “En los últimos 14 años, el crecimiento económico ha sido impulsado principalmente por el boom de las materias primas, los ingresos por aumento de impuestos, significativas inversiones públicas y alto gasto social”, todos aspectos negados en los programas neoliberales. Durante el boom de las materias primas la pobreza en Bolivia bajó del 63% al 39%, según datos del Banco Mundial. El creciente ingreso del estado y de la población permitió un comercio floreciente y el crecimiento de la clase media. Una agresiva política monetaria revirtió la dolarización de la economía impuesta por la estrategia neoliberal de los anteriores gobiernos.

La campaña mediática burguesa e imperialista, acusó la corrupción estatal como fuente de enriquecimiento de lo que llamó “la burguesía aymara”, en el mismo esquema con el que la prensa burguesa venezolana acuñó el término “boliburguesía”, dando a entender la existencia de un “grupo” que rapiña los ingresos del país, mientras una burguesía “trabajadora y generadora de empleo” languidece. Pero realmente, así como en Venezuela la burguesía, la de siempre, fue beneficiaria de la política petrolera antiimperialista de Chávez, también en Bolivia, será la burguesía tradicional la mayor beneficiaria del boom. En el campo, dominado por el latifundio, las trasnacionales Monsanto y Cargill que controlaban hasta los puertos fluviales privatizados, habían impuesto un modelo monoproductor (soya). La terrofagia capitalista había desplazado a comunidades campesinas, generando choques incluso con las etnias indígenas dedicadas al tradicional cultivo de la coca. Precisamente de la lucha de los “cocaleros” por sus tierras surge Evo Morales. El nuevo ingreso estatal impulsó la tecnificación y optimización logrando diversificación productiva y nuevos mercados para la exportación hacia los países vecinos permitiendo el crecimiento de la ganadería, la producción de azúcar, de arroz, etc. A partir del 2014, Bolivia logró convertirse en el segundo país productor y exportador mundial de quínúa. Pero a diferencia de Venezuela, no se atacó la propiedad de la tierra, por lo que el latifundio, el mismo que ha sido base de sustentación de la ultraderecha, fue la mayor beneficiaria de la diversificación y tecnificación de la producción agrícola.

El boom de las materias primas, llevó a Bolivia a ser el cuarto productor mundial de estaño, el tercer productor de antimonio, el octavo de plomo, el noveno de plata, el décimo de zinc y el vigésimo de oro, pero será el litio, base para el desarrollo de acumuladores, baterías o pilas, claves en el desarrollo de energías alternativas, la que la convertirá en un preciado botín de guerra en la geopolítica imperialista. En asociación con capitales europeos y chinos, Bolivia desarrollaba un extenso programa gubernamental de construcción de diferentes plantas hidroeléctricas, termoeléctricas, geotérmicas, fotovoltaicas y eólicas. No en vano, la propaganda imperialista ocultaba el crecimiento económico boliviano, que en otro país se le hubiese llamado “milagro”, ya que la certificación de sus reservas minerales la colocaron en la mira de las trasnacionales de los “comoditys”. Las revistas neoliberales especializadas en energías alternativas, células fotovoltaicas y otros similares, señalaban a Chile, y no a Bolivia, como el país puntal para el desarrollo de la industria energética alternativa, a pesar de que era en Bolivia donde estaban las reservas de litio, y ya para 2018, la capacidad tecnológica y de producción duplicaban a Chile. El Grupo Tesla, la trasnacional norteamericana con mayor dominio en ese sector y con fuertes inversiones en Chile, no ocultó su autoría en el golpe de Jeanine Añez, con claros intereses en el control de la principal reserva mundial de litio, apareciendo desde la primera semana reclamando derechos producto de su inversión en el éxito golpista.

El MAS en el ojo del huracán

Una lección para el MAS, es que proteger las inversiones extranjeras y garantizar las ganancias del capital, incluso de la burguesía blanca y racista, no atentar contra la propiedad privada en los medios de producción y aceptar el latifundio, no les dio ninguna garantía de estabilidad política. En el concierto neoliberal mundial, Bolivia está previsto como un simple proveedor de materias primas, e interesa muy poco un desarrollo económico bajo un gobierno independiente. Por eso la agresión imperialista. Pero la clave del éxito del MAS en el reciente proceso electoral, que ahora se apresuran los analistas a explicar a pesar de considerarlo una semana atrás como imposible, no se basa en una estrategia electoral asertiva ni en el crecimiento económico previo. Obviamente, es un hecho importante, el mejoramiento del nivel de vida del pueblo y que, en sólo un año, el gobierno de facto pulverizo el crecimiento económico, llevando el 4,2% de crecimiento del PIB previsto por la CEPAL para el 2020 a un 0,6%, siete veces menos, más por la inercia de la situación previa, demostrando una vez más el desastre que significa para nuestros países el modelo neoliberal subordinado a la metrópoli imperialista.

Pero el triunfo electoral es la expresión de la lucha, desde el primer día contra el golpe militar de la ultraderecha. El gobierno de Evo representó la lucha centenaria de las etnias que componen la población boliviana por la emancipación del dominio blanco, racista y miserable, que le ha impuesto una condición de excluidos y de extraños en su propia tierra. La república plurinacional de Bolivia, representa para el pueblo boliviano una bandera más importante que un punto en el crecimiento del PIB y en los datos macroeconómicos. El pueblo boliviano se niega a volver a ser el paria político, el nadie en su propia tierra, y defiende el derecho a expresarse, a ser alguien, a ser escuchado, a ser razón de gobierno. A pesar de las diferencias que hubiese con el gobierno de Evo Morales, nadie puede negar que expresaba ese sentimiento por la emancipación de las etnias indígenas bolivianas.

El terror a que ese proceso desatado en Bolivia, desembocara en una revolución que más allá de la emancipación étnica, cuestionara el dominio de la tierra y los medios de producción en manos de la burguesía blanca, es lo que ha movilizado a la ultraderecha, a la burguesía y la clase media racista, que se considera con derechos históricos, de herencia y hasta religiosos, para apropiarse de las riquezas de Bolivia y al sometimiento de su pueblo. Esa es la base del odio a Evo, sobre el que el imperialismo ha sostenido su ofensiva. A pesar que el gobierno de Evo no tuvo intención de afectar el dominio del capital, la creciente movilización del pueblo ponía en peligro la sobrevivencia futura del capitalismo al mantener la llama encendida de la revolución indígena. Por eso, el primer objetivo del gobierno de Añez, títere del imperio, fue la de aplastar al movimiento popular. Las quemas de wiphalas, las manifestaciones antietnicas, las ataques a las comunidades tenían el objetivo de imponer terror a la población, aplastar el movimiento popular, hasta que la respuesta a la masacre en Senkata, extendió a todo el país las movilizaciones, los cortes de ruta y los enfrentamientos con los cuerpos policiales, dejando abierta una situación insurreccional. Las elecciones, tantas veces postergadas, surgen como una válvula para descomprimir la situación provocada por el gobierno de ultraderecha.

El MAS, después de la desbandada en noviembre, que dejó sin dirección a la heroica resistencia popular contra el golpe, logró recomponerse alrededor del parlamento donde pudo reconstruir la mayoría. La resistencia creciente del pueblo al golpe, impidió que se consolidara como un gobierno fascista, a pesar de las aspiraciones de la burguesía blanca y los intentos de inhabilitación política, debieron aceptar la existencia del MAS y de un parlamento en oposición. Pero la posición del MAS respecto a la movilización popular fue ambivalente. La mayoría de los dirigentes sindicales, de los movimientos sociales y de las organizaciones campesinas e indígenas, que han dado la lucha contra el golpe son militantes del MAS, pero también ha habido voceros del MAS que han cuestionado “los lineamientos insurreccionales provenientes del exterior” (en referencia velada a Evo) o se han pronunciado por “una salida institucional y pacífica a la crisis”. Esa posición ambigua del MAS, permitió sobrevivir al gobierno de Añez a la situación insurreccional y encontrar en las elecciones una salida proverbial a la crisis, incluso para el MAS, pero sin ninguna duda, si hubo elecciones fue por la creciente movilización popular.

Revisando todos los análisis previos, los resultados fueron sorpresivos. Para muchos, la votación del MAS tenía un tope, “el techo de Evo” lo llamaron muchos, refiriéndose al 47% alcanzado por Evo hace un año, al que había que descontarle los efectos del golpe, la campaña mediática, incluso el rechazo al candidato que para unos “era un pupilo de Evo” y para otros “no representaba las bases gremiales del MAS”. Se vaticinaba una “caída” electoral del MAS, no podría jamás repetir la votación de hace un año, y aun superando la primera vuelta, tendría poco chance para una segunda vuelta, donde el “voto útil” se uniría contra el MAS, que debía aceptar los resultados y aceptar las reglas del juego “de la nueva realidad democrática de Bolivia”. Por eso muchos vieron en la primera vuelta un mero trámite para definir el candidato presidencial de la derecha, y hasta la prensa internacional dio poca cobertura a una elección que necesariamente se definiría en una segunda vuelta. La masiva asistencia a los centros de votación y los resultados de los exit pool, ya desde la mañana crearon la alarma. El despliegue policial y militar, y el “encierro” del TSE, puso en el orden del día la posibilidad de un fraude, pero los resultados electorales, no son la expresión sólo de la influencia electoral del MAS sino que expresa el movimiento popular antigolpista que, correctamente, a pesar de la crítica al MAS, e incluso al gobierno de Evo, privilegió como norte la derrota del golpismo. Es la movilización popular antigolpista la que gana las elecciones y derrota la estrategia imperialista e incluso la posibilidad de fraude.

El hecho que, a pesar del silencio del TSE, la principal cadena radial se atreviera a anunciar resultados, y que Jeanine Añez y Almagro, reconocieran, sin anuncio oficial, el triunfo de Arce que ha provocado indignación en muchos, llama la atención. Esos dos no van ni al baño sin pedir permiso a EEUU. El propio subsecretario del Departamento de Estado se sumó más tarde al reconocimiento de Arce. La mediática imperialista resalta hoy las cualidades de Arce como autor del “milagro económico” y los analistas destacan su “inteligente estrategia electoral” al deslindarse de Evo y del “autocratismo indígena”, sin dejar de advertir que los resultados obligan a una unidad nacional para recomponer un país dividido. Hablan de una nueva etapa para el MAS. No parecen ser los mismos analistas que hace una semana vaticinaban la caída definitiva del MAS. La estrategia imperialista dio un vuelco de 180 grados a partir de los resultados electorales. Es obvio que un intento de desconocer los resultados o de fraude, podía vigorizar la insurrección del pueblo boliviano y generaría un escándalo internacional contraproducente en la recta final de las elecciones de EEUU.

Ahora la presión está dirigida a convertir a Arce en la versión boliviana del ecuatoriano traidor Lenin Moreno. Pero a diferencia del Ecuador de entonces, en Bolivia hay un movimiento social en ascenso que no se detiene. La ultraderecha de Camacho tampoco va a detenerse como lo está demostrando. Para la clase media blanca, los resultados electorales son una burla, no le es posible aceptar que una población indígena, bruta y analfabeta, le imponga a la población “pensante”, a los escogidos de Dios, el regreso a la amenaza comunista. Pero el camachismo, y la amenaza de imponer un bloqueo como al que se somete a Venezuela, cerrando los mercados para el gas y el litio, es parte de la presión al nuevo gobierno de la necesidad de reconciliación, de unidad nacional, de armonía política, la pacificación del país, para lo que dentro del MAS hay adeptos. Para el imperialismo hoy el MAS es la única herramienta para detener la creciente movilización popular y Arce, como todo el MAS, deberán decidir si repiten la traición de Lenín Moreno en Ecuador y terminan reprimiendo la movilización popular o se suman al pueblo en la calle para enfrentar la amenaza imperialista. No hay espacio para la duda.

Avanzar para consolidar la revolucion boliviana

El golpismo y la amenaza imperialista en Bolivia, no son un fantasma, sino una realidad que hay que enfrentar y derrotarla. La experiencia de Venezuela está vigente. La heroica resistencia del pueblo venezolano ha derrotado una y otra vez, durante veinte años los ataques y agresiones del imperio, pero luego de cada triunfo ha permitido la sobrevivencia del enemigo interno que se rearma para un nuevo intento. La misericordia de Chávez y Maduro con la oposición, no ha impedido que sigan intentando derribar al gobierno por todas las vías, no ha minimizado el bloqueo ni ha impedido que el gobierno sea acusado de dictadura y de violar derechos humanos.

Hay un gobierno golpista que debe salir inmediatamente del Palacio Quemado, ya el pueblo se pronunció y no hay ninguna legitimidad en el gobierno de Añez ni sus ministros. Se debe desconocer inmediatamente todas las decisiones, deudas contraídas, acuerdos internacionales y contratos suscritos por el gobierno de facto, e iniciar inmediatamente juicio, con decomiso de bienes y capitales de todos los miembros del gobierno ilegitimo de Añez. Declarar una moratoria en el pago de las deudas existentes previamente al golpe de noviembre, hasta no lograr la recuperación del desastre económico dejado por el gobierno de Añez.

Destitución y enjuiciamiento de todo el alto mando militar y la comandancia policial. Detención inmediata de los responsables de las masacres contra el pueblo durante el gobierno golpista. Restructuración inmediata de las Fuerzas Armadas y los cuerpos policiales limpiando todos los elementos golpistas y construir una nueva cadena de mando a partir de los oficiales medios. Suspender todos los acuerdos y programas vinculados a EEUU y la OEA. Iniciar un juicio penal internacional, exigiendo el pago de daños y perjuicios, contra los organismos y gobiernos que propiciaron el golpe y apoyaron al ilegitimo gobierno de Añez. Cada uno de ellos, en particular los miembros del Grupo de Lima, son responsables directos de las masacres cometidas contra el pueblo boliviano durante este año. El olvido a nombre de la reconciliación nacional debe ser rechazado.

Enfrentar a la amenaza interna de la ultraderecha es una prioridad. Se debe convocar a una asamblea general del poder popular boliviano, con delegados electos por los sindicatos, los movimientos sociales y las organizaciones campesinas e indígenas. Esta Asamblea General del Poder Popular funcionará en forma permanente y tendrá plenos poderes para definir las políticas, estrategias y acciones para enfrentar la amenaza interna. Una ley especial, una ley patriota, debe imponer prisión y castigo inmediato al golpismo, confiscación de bienes y capitales a los promotores y activistas de la ultraderecha golpista. Todos los arsenales policiales y militares deben pasar al control de los movimientos sociales. Hay que declarar la guerra al latifundio, que ha sido el mayor promotor del golpismo, la tierra es de quien vive en ella y la trabaja.

Hay que convocar a la movilización internacional en defensa del pueblo boliviano. Esta demostrado que los países latinoamericanos juntos, poseen las mayores reservas de energía y minerales, las capacidades suficientes para la producción de bienes y servicios para la satisfacción de toda su población. No necesitamos de EEUU ni Europa, son ellos los que necesitan nuestras materias primas y nuestra energía. Es la división y los gobiernos lacayos los que nos mantienen sujetos a la dominación imperialista. El grupo de Lima y la OEA son hoy la peor tragedia contra nuestros pueblos, deben ser disueltos inmediatamente. Hay que romper desde adentro el bloqueo contra Cuba y Venezuela, hay que rechazar la amenaza de bloqueo contra Bolivia. Hay que relanzar UNASUR y la CELAC, convocar a la creación de una federación de países de Latinoamérica y el Caribe, con nuestro propio sistema financiero, con nuestra propia moneda de intercambio, con libertad para el tránsito, el empleo y el estudio, y con un intercambio abierto y libre de bienes y servicios que permita compensar debilidades y aprovechar fortalezas de cada uno de nuestros paisas.

El triunfo del pueblo boliviano debe convertirse en un punto de apoyo para fortalecer la lucha de nuestros pueblos por la libertad y la independencia económica y política. Como señalara Bolívar, nuestra patria es América.