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Elio Francisco Colmenarez: “El caracazo aún no ha acabado”

Elio Francisco Colmenarez Goyo, de Caracas

Venezuela, sometida a la amenaza de intervención imperialista y con una grave crisis interna política y económica, hoy conmemora treinta años de la insurrección popular del 27 de febrero de 1989, conocida internacionalmente como el “caracazo” y que en Venezuela se conoce como el 27F, suceso que conmocionó al país y que cambió la historia de Venezuela en un giro de 180 grados. Nada fue igual en Venezuela después del caracazo.

Cuando se cumplieron los primeros diez años del a caracazo, en 1999, tres semanas después que Chávez asumiera la presidencia y convocara, en el mismo acto de proclamación, a un referéndum para consultar al pueblo sobre la convocatoria a una Asamblea Constituyente que el entonces Congreso Nacional con mayoría de la derecha quería impedir, un representante de la burguesía exclamaría: “el caracazo aún no ha acabado”. Treinta años después se mantiene en el aire la misma idea: el caracazo aún no ha acabado.

El modelo rentista petrolero

El desarrollo del capitalismo en Venezuela tiene sus características particulares, ya desde finales del siglo XIX, cuando empieza la explotación petrolera para el mercado internacional. El territorio venezolano tuvo la ventaja (y la desgracia) de tener brotes de petrolero aún antes de la llegada de Colón. Los caribes lo usaban para calafatear sus embarcaciones que cubrían largos trayectos desde Venezuela a la Florida y luego en la colonia los corsarios y piratas usaban las islas venezolanas para reparar sus barcos por las ventajas de la “brea” que brotaba del subsuelo. Los indígenas llamaban a esos brotes “mene”, nombre con el que aún se conocen muchas ciudades de Venezuela.

La constitución de 1830, que proyectaba la República de Colombia (aun por liberar) redactada por Simón Bolívar establece la propiedad del subsuelo y las riquezas que contiene como propiedad del Estado. Por ello, desde que comienza la exportación petrolera se convierte en una renta del Estado. En Venezuela no existe una burguesía petrolera que se desarrolló a partir de la explotación petrolera, lo que correspondió a las transnacionales desde un principio, sino que se desarrolló a partir de la apropiación de los recursos, directa o indirectamente, que le generaba al país la exportación de petróleo al mercado internacional.

La burguesía venezolana no solamente es rentista y parasitaria sino subordinada a la política petrolera imperial. A los largo del siglo XX el desarrollo político y económico de Venezuela estuvo marcado por una subordinación al imperialismo petrolero y a la vez por choques con las transnacionales para una mejor colocación y participación de la tajada petrolera.

La base del modelo rentista era una moneda interna fuerte y sobrevaluada, que obligaba a las empresas petroleras a cambiar más dólares para obtener los mismos bolívares para cubrir sus gastos internos, lo que se tradujo en una burguesía comercial importadora y/o productora-importadora que bebía directamente de la fuente de petróleo. Un economista de los años cincuenta indicaría que Venezuela no era productor de petróleo sino de dólares. Un largo periodo de estabilidad cambiaria que no estimulaba las actividades productivas en los llamados sectores transables como agricultura e industria pero si un sector público muy fuerte y un sector privado de alta dependencia del gobierno.

Una sociedad de comerciantes y burócratas, con un nivel de desigualdad muy alto. Una burguesía muy rica, casi la misma desde la colonia. Una amplia clase media con alto poder adquisitivo vinculada a los contratos con el gobierno, las relaciones con la burocracia estatal y el comercio. Y una franja grande de población con escasos recursos, cuya migración obligada del campo a la ciudad generó enormes cordones de miseria en las ciudades. Sin embargo, a pesar de la desigualdad social, hubo un crecimiento económico constante desde 1920 hasta casi 1980 que se tradujo en mejoras en el nivel de vida incluso de los sectores más empobrecidos.

Las continuas disputas con el imperialismo por mejorar la participación del estado en la renta petrolera, sin un desarrollo productivo real sino parasitario, hacia la economía cada vez más dependiente de la renta. Situación que da un salto cualitativo en 1974 cuando se nacionaliza la industria petrolera. Por diez años las tres empresas transnacionales que monopolizaban la explotación petrolera pasaron a ser empresas venezolanas (sociedad 50-50 con el gobierno)

Ese momento de boom petrolero marco una de las épocas de mayor bonanza económica (hasta Chávez en el 2006), que profundizo el modelo rentista pero también significó un aumento del poder adquisitivo, fundamentalmente de la clase media alta, pero también, en menor medida, el resto de la población. Aprovechando la inmensa masa de recursos que significo la subida de precios por la crisis de medios oriente (1975), el gobierno de Carlos Andrés Pérez (1973-1978) abordó una serie de proyectos faraónicos de desarrollo petroquímico y siderúrgico (acero-aluminio), en el marco del mismo modelo rentista, que no llegaron a dar frutos y terminaron generando una enorme deuda externa que hasta el momento no existía.

1979 marca el fin de la bonanza económica y el comienzo de una caída que durará veinte años. La enorme deuda externa obliga al gobierno a seguir los dictámenes del FMI y el BM. La renta petrolera garantizaba el pago de las obligaciones de la deuda, lo que le permitía cierto margen de maniobra con respecto a los programas del FMI, aun así debió aceptar algunas medidas para la corrección de las “distorsiones de una economía rentista”
El servicio de la deuda tomó un porcentaje importante de los recursos del Estado pero hubo dos medidas fondomonetaristas que marcaron la crisis de esos años: la libre fluctuación de la moneda respecto al dólar y la autonomía operativa y financiera de la industria petrolera frente al Estado.

Con una moneda sobrevaluada desde hace más de medio siglo, la liberación del dólar en un país con alta dependencia de la importación, provocó una inflación desmesurada y el descalabro de una industria dependiente y subsidiada que apenas cubría el mercado interno.

El nacimiento de PDVSA en 1983 (después de cumplirse los diez años de la nacionalización) a partir de la fusión de las tres empresas anteriores no significo nuevos recursos para el gobierno. La autonomía operativa y financiera, limito al gobierno a vivir de las ganancias anuales, dejando todas las decisiones en materia petrolera (incluso las políticas) en manos de la nueva gerencia que fue formada por las transnacionales. PDVSA se convirtió en un Estado dentro del Estado, con mayor capacidad financiera y operativa que el propio gobierno, PDVSA asumió las directrices del desarrollo económico (petrolero y no petrolero), mientras un gobierno quebrado sostenía la crisis galopante de la salud, la educación, el empleo y el aumento de la miseria de los sectores populares.

En ese marco se dieron las elecciones de 1988, donde casualmente se presentó como candidato para la segunda elección Carlos Andrés Pérez, el que fuera presidente durante la última bonanza económica. Mientras se desarrollaba una campaña electoral que pregonaba un futuro esplendoroso, el país se iba destruyendo: los artículos de primera necesidad desaparecían o estaban a precios inalcanzables. Cada día cerraba una empresa y disminuían las fuentes de empleo, la economía informal llegó al 70% y la miseria critica al 30%. El progreso económico prometido por el candidato era música en el oído de quienes les costaba diariamente conseguir el que comer. Así Carlos Andrés Pérez ganó las elecciones con la más alta votación de toda la historia democrática del país.

Pero el modelo de desarrollo que Carlos Andrés Pérez proponía era uno que debía surgir del resultado de una política de shock fondomonetarista dirigida a “corregir” la economía. Lo que no dijo en la campaña electoral pero si en su toma de posesión del 2 de febrero de 1989 era que era necesario un enorme sacrificio de los venezolanos para enrumbar la economía. En entrevista en los días posteriores diría: “solo yo tengo el liderazgo necesario para imponer un plan de austeridad sin conflictos” y “al terminar el mandato el pueblo me sacará en hombros de Miraflores”. Solo pasaron 25 días.

El caracazo

En las tres semanas de gobierno se fueron anunciando e implementando medidas. Mientras se consolidaban los anuncios, desaparecieron los productos de primera necesidad de todos los anaqueles, en previsión de la escalada de precios. El anuncio de la desregularización de los beneficios laborales, sin especificar que significaba eso, le erizo los pelos hasta a los representantes de la CTV, central sindical pro gobierno. El 23 de febrero se anuncia el ajuste del precio de la gasolina que hacía un año no aumentaba (nunca se realizaban ajustes en año electoral) y esta tuvo un efecto directo en la triplicación del precio del transporte urbano y la eliminación del pasaje estudiantil (30% del pasaje).

Las federaciones estudiantiles, en manos de movimientos independientes que habían confrontado violentamente el gobierno de Lusinchi (antes de Carlos Andrés) salieron a protestar el propio viernes 24 siendo reprimidos con dos muertos. En respuesta anunciaron nuevas medidas de protesta para el lunes 27.

Ese lunes, a las cinco de la mañana amanecieron tomados por pequeños grupos estudiantiles los terminales de transporte que cubren las ciudades dormitorios alrededor de Caracas. Muchos autobuses quedaron secuestrados dentro de los terminales, el resto empezó a hacer transporte “pirata” hacia Caracas. Al pasaje, ya triplicado autorizado por el gobierno, le aumentaron más para “aprovechar” las dificultades del transporte generado por las protestas. La molestia de la gente estafada, fundamentalmente trabajadores y estudiantes, hizo que al llegar a Caracas, en vez de dirigirse a sus trabajos, se sumaban a la protesta que hacía rato había dejado de ser meramente estudiantil. A las diez de la mañana del 27 de febrero, por lo menos cuarenta mil personas copaban las principales avenidas del centro de la ciudad. No habían consignas. La exigencia de los estudiantes de reinstaurar el pasaje estudiantil ya era insuficiente para la movilización. Poco a poco el escenario fue cambiando: anulación del aumento del pasaje, anulación del aumento de la gasolina, que aparezca la comida, aumento general del salario hasta llegar al abajo el paquete económico.

En horas de la mañana, varias de las ciudades dormitorio de Caracas, principalmente Guarenas, estaban bajo enfrentamientos con los cuerpos policiales que pretendían disolver las manifestaciones. A horas de mediodía se inició la represión en Caracas. La enorme masa de gente que cubría el centro de la ciudad fue atacada desde varios puntos con perdigones y bombas lacrimógenas, provocando carreras en todas direcciones al verse atrapada en el cerco represivo. Instintivamente, en medio de un cerco sin salida la masa se lanzó contra las barricadas policiales y en menos de dos horas, todas las barricadas habían sido superadas, extendiéndose más allá del centro de la ciudad.

A mediados de la tarde la masa enfurecida, con algunos muertos encima, arremetió contra la ciudad, todos y cada uno de los comercios de la ciudad fueron saqueados e incendiados, una enorme columna de humo se levantaba desde el centro de la ciudad. La gente de los barrios empezó a bajar a la ciudad y en su camino, iba destrozando la ciudad. Las protestas de la mañana derivaron en una insurrección popular. Los pobres se hicieron dueños de sus calles, de la ciudad que siempre los había excluido: comercios, bancos, oficinas gubernamentales, transporte público y del gobierno fueron destrozados en una furia sin límites (solo se salvaron farmacias y centros de salud). Los cuerpos policiales derrotados y superados se fueron retirando de las calles para garantizar su seguridad personal. Fue la primera respuesta popular al fondo monetario y de tal magnitud y violencia que rompió la “vitrina” de la democracia que era Venezuela.

El gobierno, ahogado en la insurrección popular, decreto la suspensión de las garantías constitucionales y el toque de queda a partir de la misma noche del 27 de febrero, pero fue incapaz de organizar un solo piquete policial. Durante el resto de la noche del 27 de febrero y el día 28, el pueblo fue desmantelando la ciudad, abriendo los comercios y almacenes, y mudando la ciudad hacia los barrios – entiéndase en el sentido brasileño de periferias urbanas o favelas , N del R – . Mientras abajo la ciudad se quemaba arriba en los cerros de los pobres se hacía la fiesta con comida y licor que les habían negado durante meses.

Solo el 1ro de marzo, pudo el ejército entrar a la ciudad bajo saqueo llevando tropas al aeropuerto de la ciudad y desplegándolas rápidamente. Las tropas traídas desde el interior del país avanzaban y disparaban sobre el caos. La tozudez caribeña del venezolano, les hacía mantenerse en las calles aun ante la cercanía de la tropa, solo después de varios muertos retrocedía y aun así en unas cuantas horas volvía a la carga, mas organizado y más armado.

Aunque en dos días lograron retomar las principales vías de la ciudad, se les hizo imposible entrar a los barrios. La tropa y los oficiales medios vacilaban. En algunos puntos la oficialidad se negó a disparar y dejó que continuara el saqueo ante sus ojos con la esperanza que cuando terminara todo volvieran a sus casas. En otros sitios, la propia oficialidad organizaba la gente en colas, rompían las puertas de los almacenes, para entregarle la mercancía a la gente (no solo comida, cualquier tipo de mercancía). A una semana del 27 de febrero, se habían reducido los incendios, pero seguían los saqueos. Las avenidas eran controladas por el ejército, los barrios el pueblo; en el día había una tensa calma, seguían los saqueos bajo la mirada de los militares (siendo los “saqueadores” fundamentalmente mujeres y niños) y a partir de las cinco de la tarde la ciudad se llenaba de tiros. En una semana se contabilizaban más de mil muertos y los hospitales de Caracas colapsaron. El gobierno haba controlado el interior del país pero Caracas seguía indomable y paralizada.

El día 10 de marzo se dio la orden de invadir los barrios. No pudieron. La resistencia de la gente fue inesperada. La imposibilidad de entrar los llevo a aplicar la técnica del barrido: cada veinte minutos se disparaba a fuego abierto y balas de alto calibre contra el barrio por unos quince minutos. Todas las viviendas quedaron perforadas. Cada vez que paraba el barrido, los heridos eran bajados del barrio y colocados en la calle para que los llevaran a los hospitales mientras el resto subía de nuevo al barrio a mantener la defensa.

Para el 25 de marzo, en plena semana santa, la ciudad recupero la calma. La gente empezó a bajar de los barrios a comprar en los camiones que se habilitaron con mercancía traída de otros países con urgencia. La gente caminaba entre los escombros de la ciudad saqueada. La insurrección había acabado a un costo de miles de muertos (7,6 mil), el ejército se retiraba de las calles, sin victoria porque no pudieron entrar a los barrios. La insurrección se retiraba reprimida pero sin ser derrotada.

CAIDA DEL PUNTOFIJISMO

Después de la caída de la última dictadura en enero de 1958 producto de la movilización de las juventudes obreras y estudiantiles, bajo el auspicio de EEUU y las petroleras se modeló un plan de gobernabilidad de un gobierno compartido a tres partidos, con elecciones cada cinco años y un congreso bicameral que servía de válvula de escape y negociación a las diferencias políticas. Este pacto, firmado en la quinta Punto Fijo se le conoció como El Pacto de Punto Fijo o puntofijismo. Ese modelo se vino abajo con el caracazo.

Los efectos de la insurrección continuaron más allá. La burguesía, temerosa, empezó a buscar un cambio en el régimen que había degenerado en una burocracia corrupta ahora afectada por la caída de los precios petroleros. Se implanto una situación revolucionaria que se expresaba en la incapacidad de la burguesía para seguir dominando de la manera que lo venía haciendo y una rebelión latente en el pueblo que se negaba a ser dominado como antes.
La izquierda no supo interpretar el caracazo, Hizo centro en publicitar la enorme violación de derechos humanos y los asesinatos durante el caracazo pero no le dio importancia a las características insurreccionales del caracazo.

A dos años del caracazo empezaron a circular volantes por la ciudad firmados COMACATES atribuidos a una oficialidad descontenta (COMACATE: COmandantes, MAyores, CApitanes, TEnientes que son los grados medios del ejército). En los volantes denunciaban la corrupción en el gobierno y los asesinatos a los que fueron obligados contra la insurrección del pueblo. Por primera vez se reivindica el 27F como una insurrección.

A tres años del caracazo, una insurrección de oficiales medios lleva un golpe de estado contra el gobierno y el alto mando militar. No se trata de una fractura vertical de las fuerzas armadas, se trata de una fractura horizontal, de los mandos medios contra los mandos superiores. Su declaración acusa al gobierno de ser los asesinos del pueblo durante del caracazo y de haber utilizado las Fuerzas Armadas para reprimir una insurrección popular.

El caracazo destruyo los partidos del gobierno y la izquierda tradicional. El golpe del 4F le dio liderazgo a Chávez, no por ser el dirigente de un golpe sino por reivindicar el caracazo. Siete años después asume el gobierno por el triunfo electoral del MVR (Movimiento V República) que es la expresión de la situación revolucionaria abierta después del 27 de febrero de 1989.

El 27 de febrero 1989 fue un ensayo de revolución que permitió el escenario para el triunfo del contragolpe de abril de 2002. Ese mismo pueblo del 27 de febrero bajo a la calles luego del golpe contra Chávez, y repitiendo la experiencia del caracazo, pero con el norte fijo de derribar el gobierno impuesto, logro romper al ejército que esta vez, a diferencia del “27F desobedeciendo las ordenes de sus mandos de reprimir al pueblo se sumó a las movilizaciones y juntos derrotaron la intentona fascista.

27 de febrero. 30 años después

El país vive una crisis económica que combina un fuerte bloqueo, una guerra y sabotaje económico interno con una burocracia gubernamental que no ha podido impedir los efectos de la guerra económica. A pesar de ello la movilización del pueblo le ha impuesto varias derrotas a las intentonas fascistas de la burguesía, siendo la ultima la guarimba hace dos años.

A pesar de las enormes dificultades y las críticas al gobierno, el pueblo no se ha prestado para las protestas organizadas por la derecha que ha querido disfrazar de “rebelión popular”. A diferencia del 27F la gente bajo de los barrios mientras la clase media alta y la gran burguesía aplaudía los ametrallamientos de los barrios. Los guarimberos en las urbanizaciones del este apedreaban los transportes de los que iban a sus trabajos, los insultaban y en varios sitios asesinaron a gente por ser pobre e identificarse con el chavismo.

Cada vez más hay exigencia de la población para que el gobierno enfrente la guerra económica, para que se acabe la corrupción y haya más democracia. Pero también el pueblo está claro que el enemigo principal sigue siendo la amenaza imperialista. La revolución dará cuentas del gobierno de Maduro, pero la amenaza imperialista no es contra Maduro sino contra el pueblo.

Hoy a treinta años del 27 de febrero, el simbolismo del 27 de febrero es claro para mucha gente. Maduro fue de los jóvenes de El Valle (sur de Caracas) que durante un mes se batieron para impedir la entrada de la represión a sus barrios. Guaidó es el heredero de los grupos fascistas de clase media que se formaron durante los días siguientes al 27 de febrero para proteger a las urbanizaciones de la clase media de los vándalos que bajaban de los cerros y que causaron la muerte de varias personas que buscaban comida por las zonas de clase media en medio del cerco militar a los barrios. El simbolismo del 27F representa la clase.

Hoy es la misma lucha de hace treinta años. Contra la política del imperio que nos quiere imponer un programa económico subordinado a las petroleras y un gobierno a su medida. Nuestra lucha, no es por Maduro, sino por el derecho a nuestra autodeterminación y a elegir el gobierno que queramos, no el que nos impongan los EEUU.