Editorial Esquerda Online del 26 de setiembre
Treinta y dos años después, los militares están volviendo a la escena política brasileña. Las declaraciones del general Antonio Hamilton Mourão sobre una posible intervención militar en el país, retoman peligrosamente la tradición del golpismo de uniformes.
Mourão dio voz pública a las conspiraciones discutidas en los cuarteles. Todas las evidencias dan cuenta que lo que dijo el general fue planeado y consentido por muchos de sus pares. En una entrevista al presentador Pedro Bial, (http://www1.folha.uol.com.br/poder/2017/09/1920079-comandante-do-exercito-descarta-punir-general-que-sugeriu-intervencao.shtml) el comandante del Ejército, Eduardo Villas Bôas, no sólo afirmó que Mourão no será castigado sino que elogió al general: “Mourão es un gran soldado, una figura fantástica”. Y fue más allá. Declaró que “las Fuerzas Armadas tienen el mandato de hacer [una intervención militar] ante la inminencia de un caos”.
La solidaridad también vino de otros jefes militares. El general de reserva Augusto Heleno, el primer comandante de las tropas brasileñas en Haití, declaró “apoyo irrestricto al respetado jefe militar (Mourão)”. El coronel Muniz Costa distribuyó carta a los colegas manifestando apoyo a las declaraciones. Y el general de Brigada, Paulo Chagas, afirmó en las redes sociales que los militares, en un escenario de caos, no podrían quedar “inertes aguardando órdenes”.
Como era de esperar, Jair Bolsonaro no perdió tiempo y también manifestó su apoyo. “No se hace democracia comprando votos y aceptando la corrupción por gobernabilidad. Reaccionar a eso es obligación de cualquier civil o militar”, afirmó en Tuiter. Lo mismo hizo el diputado federal Cabo Daciolo (PTdoB) que, en un vídeo publicado en Facebook, (http://www.infomoney.com.br/mercados/politica/noticia/6970849/deputado-manifesta-apoio-general-mourao-pede-que-militares-fechem-congresso) defendió el cierre del Congreso y la intervención militar.
Según el reportaje de la revista Isto É, (http://istoe.com.br/o-risco-da-radicalizacao/) los jefes militares discutieron en la 314° reunión del Alto Comando del Ejército, realizada el 11 de enero en Brasilia, el escenario de crisis política y la posibilidad de la intervención militar. Es decir, lo que dijo Mourão no fue un acto aislado de un general marginado en la cúpula de las Fuerzas Armadas. Hay muchos otros militares de alta patente con él.
¿Qué está detrás de la amenaza de Golpe?
La gran novedad revelada por estas declaraciones es el retorno de los militares a la arena política. Este hecho es gravísimo. Desde la caída de la dictadura militar, los comandantes del Ejército no se atrevían a exponer una posición política pública de tanta importancia. Mourão presentó planes golpistas a la luz del día, sin sufrir ninguna restricción, o castigo.
¿Cuáles son los objetivos de los militares con tal acción? En nuestra opinión, no existe peligro de un golpe militar a corto plazo. Los generales saben que, en las actuales circunstancias políticas, un golpe militar es inviable e indeseable. Las intenciones, por ahora, son otras.
En primer lugar, el objetivo más estratégico es colocar a las Fuerzas Armadas en el escenario de crisis política e inestabilidad institucional. Conscientes del apoyo que cuenta en parte de la población, el Ejército quiere volver a tener relevancia política, retomando el espacio que ya tuvo en diversos otros momentos de la historia brasileña. En los últimos años, las Fuerzas Armadas, bajo el pretexto del control de la violencia, ya vienen ocupando un espacio creciente con las ocupaciones de barrios y favelas, como ocurre ahora en la Rocinha (RJ). Este nuevo protagonismo militar busca también alimentar a las fuerzas políticas y sociales de ultraderecha, que vienen ganando fuerza en el último período.
Pero existe un objetivo más inmediato. La cúpula del Ejército está ejerciendo presión sobre el Poder Judicial y el Congreso. Cuando el general Mourão afirma que “o las instituciones solucionan el problema político, por la acción del Poder Judicial, retirando de la vida pública a esos elementos involucrados en todos los ilícitos, o tendremos que imponerlo”, queda la pregunta: ¿quiénes serían “esos elementos” que deben ser retirados de la vida pública?
Es imposible no vincular esta amenaza a la inminencia del juicio de Lula en la segunda instancia, que puede bloquear la candidatura del expresidente, que aparece en la delantera en todas las encuestas, y ponerlo detrás de las rejas. Y quizás, también, a la segunda denuncia de Janot contra Temer, que será votada en la Cámara. Algunos periodistas especializados afirman que hay mucho descontento en las tropas con Temer y los recortes presupuestarios en el sector militar. La cúpula del Ejército estaría, según ellos, a favor del alejamiento del presidente.
Enfrentar el golpismo militar
La mayoría del pueblo está contra Temer, las reformas y la política económica de Meirelles. Hay un enorme rechazo a los políticos, partidos y a casi todas las instituciones. Las encuestas de opinión lo demuestran.
Sin embargo, este descontento ocurre en un cuadro de fuerte ofensiva de la derecha en la economía, en la política y también en la disputa ideológica. La clase dominante tiene la iniciativa. Los trabajadores y los oprimidos se resisten.
Hay valiosas luchas, como ocupaciones urbanas, la lucha indígena, las manifestaciones contra la LGBTfobia y algunas huelgas, pero la mayoría de los trabajadores está silenciosa, sin confianza. Le falta perspectivas, esperanza.
Es precisamente en este escenario de desaliento que se fortalece el discurso favorable a la “intervención militar”, que es vista por una parte minoritaria pero expresiva de la población como una medida para “poner orden en la casa y acabar con los corruptos”.
Es necesario enfrentar la reacción. Esto empieza por exigir castigo inmediato a los militares que están propagando el discurso golpista, en una escandalosa amenaza a las garantías democráticas previstas en la Constitución.
Pero eso no basta. La izquierda tiene que dar un combate inmediato también en el terreno político e ideológico, antes de que sea tarde. Ninguna tolerancia con el golpismo y el neofascismo. Al mismo tiempo, es necesario retomar la lucha unificada contra las reformas de Temer, fortalecer cada huelga de trabajadores, cada movilización de las LGBT, de las mujeres, de los negros y negras y de la juventud. Colocando a los trabajadores y los oprimidos en el centro de la coyuntura, nuevas perspectivas se abrirán.
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